El Senado de la República decretó este año el Año de Octavio Paz, para celebrar el centenario del poeta, nacido un 31 de marzo. El Senado de la República votó por unanimidad el decreto previamente aprobado por la Cámara de Diputados, lo que hará que toda la correspondencia oficial del Estado contenga el rubro o al calce la leyenda 2014, Año de Octavio Paz.
La unanimidad implica, en este sentido, que representantes populares de todas las facciones políticas (PRI, PAN, PRD, etcétera) estuvieron de acuerdo en reconocer la obra de nuestro único Premio Nobel de Literatura, del cual detallaron sus cualidades como intelectual y poeta. ¿De verdad conocerán los diputados y senadores la obra del autor de “Piedra de sol”? En su etapa más beligerante y crítica (la última, ya lo sabemos, fue más bien lastimosa), Octavio Paz no dejó santo (ni político) con cabeza. Este año que se le conmemora también es importante recordar lo que escribió, por ejemplo, en “El país sin partidos”, a propósito de los conflictos sindicales de la UNAM.
Puede concluirse de todo esto que la raíz del mal no está en la universidad sino fuera de ella. Lo mismo en 1930 que en 1970 los mexicanos no hemos sabido o no hemos podido crear ese espacio donde, en las democracias, se despliegan las luchas políticas. El principal responsable de esta situación es el PRI, que ha ejercido un monopolio desde hace medio siglo. Vivimos bajo la dominación, alternativamente benévola y severa, de una burocracia política que engloba a los líderes obreros y a otros especialistas de la manipulación de las masas. Las sucesivas conmociones que ha sufrido el país, en 1958 y en 1968, han demostrado cuarteaduras del eficio contruido por Calles y sus sucesores. El sistema político mexicano empieza a convertirse en una reliquia pero en una reliquia temible: su derrumbe puede sepultarnos a todos. El remedio no está en tapar las goteras sino en salir al aire libre: la evolución hacia una verdadera democracia. (…) El PRI es el heredero de errores que comenzaron probablemente con la Independencia y entre los cuales el mayor de todos ha sido la instauración de la mentira constitucional: la realidad legal de México nunca ha reflejado la realidad real de la nación. (…) En segundo lugar: no es menor la responsabilidad de los dirigentes de los partidos de la oposición. La culpa es colectiva y puede repartirse equitativamente entre tirios y troyanos. Nuestros partidos, del PAN al Partido Comunista, de la Unión Nacional Sinarquista al Partido Mexicano de los Trabajadores, unos a la derecha y otros a la izquierda, son una asamblea de fantasmas.
En su ensayo “El escritor y el poder”, Paz redondea lo anterior y afirma contundente: “Los partidos modernos son Iglesias sin religión dirigidas por clérigos blasfemos”.
Esto no ha cambiado nada desde entonces. Por eso, la decisión de conmemorar el natalicio del también autor de El laberinto de la soledad puede interpretarse de dos maneras: o nuestros máximos representantes populares no conocen lo que realmente pensaba Octavio Paz sobre ellos (“fantasmas o clérigos blasfemos”) o la tolerancia (hija de nuestra intachable democracia) les ha hecho tanto bien que han decidido, ante tales bofetadas, poner mejor la otra mejilla.