La presión sobre los migrantes que llegaron a Tijuana alcanzó su mayor nivel durante esta semana con las protestas de centenares de residentes que consideran que su presencia les afectará en su vida cotidiana.
A media semana, unos 150 vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, donde la valla fronteriza se adentra en el mar, protestaron contra su presencia y amenazaron con bloquear los accesos a ese lugar.
Mediante gritos e insultos racistas, los vecinos reclamaron a las autoridades la presencia de los centroamericanos, quienes estuvieron a punto de caer en la provocación aunque al final sólo hubo empujones por ambos lados.
Por Juan Manuel Ramírez G
Tijuana (México), 17 de noviembre (EFE).– La creciente hostilidad que enfrentan desde su llegada a la frontera norte de México apremia hoy a los miembros de la caravana migrante centroamericana a pedir asilo en Estados Unidos o decidir volver a su país.
«No nos quieren aquí, han sido muchos insultos y nos dolió porque pensamos que iba ser igual que en Chiapas, Veracruz y Ciudad de México, y no fue así, aquí nos trataron mal y eso nos desanima», dijo a EFE Alexander, un migrante hondureño de 18 años de edad.
Han tenido que pasar más de 30 días de viaje y cuatro mil kilómetros de travesía, desde la frontera sur de México, para que los migrantes experimentaran el racismo, la discriminación y la xenofobia que ha aflorado con su presencia en Tijuana.
Los mensajes contra su estancia en Tijuana, frontera de México con San Diego (California, Estados Unidos), han pasado del anonimato en redes sociales, a manifestaciones en su contra que llegaron al punto de confrontación física.
«¡Perros! ¡Muertos de hambre! ¡Regresen a su país!», son expresiones que ha tenido que escuchar tanto Alexander como los casi cuatro mil miembros de la primera caravana que llegó a la frontera mexicana con Estados Unidos.
Otras tres caravanas de migrantes se encuentran en diversos puntos del territorio mexicano en trayecto a la frontera con Estados Unidos, principalmente de nacionalidad hondureña y salvadoreña.
Alexander dijo a EFE que ante esta creciente hostilidad sólo le quedan ganar de volver a Honduras aunque ahora tiene miedo porque el Presidente de su país, Juan Orlando Hernández, «ha amenazado que todo aquel que salió del país en la caravana lo meterá a la cárcel tres años».
Contó que su objetivo era ir a trabajar a Estados Unidos para salir adelante «pero no se pudo y me regreso a Honduras», por lo que ha dicho que se entregará al Instituto Nacional de Migración de México para ser deportado.
Karla, una hondureña de 25 años, cree que su mejor opción es entregarse a las autoridades estadounidenses de migración para que su mamá, quien vive en Miami (Florida) hace 24 años pueda defender su caso en la corte.
«No quiero regresar a mi país porque están muy feas las cosas, vine averiguar mi caso y quedarme en México no es mi opción, hay mucha discriminación, muchas personas en la calle nos dicen que regresemos a nuestro país, aquí no nos quieren», apostilla.
Karla afirma que puede trabajar y destaca que tiene un talento especial para cocinar: «me gusta mucho aprender y en cualquier cosa podría trabajar pero me gusta mucho la cocina y creo que podría trabajar en un restaurante».
La presión sobre los migrantes que llegaron a Tijuana alcanzó su mayor nivel durante esta semana con las protestas de centenares de residentes que consideran que su presencia les afectará en su vida cotidiana.
A media semana, unos 150 vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, donde la valla fronteriza se adentra en el mar, protestaron contra su presencia y amenazaron con bloquear los accesos a ese lugar.
Mediante gritos e insultos racistas, los vecinos reclamaron a las autoridades la presencia de los centroamericanos, quienes estuvieron a punto de caer en la provocación aunque al final sólo hubo empujones por ambos lados.
Una parte de los migrantes aceptaron ser llevados a un albergue temporal instalado en un deportivo Benito Juárez en tanto que el Alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), rechazó su presencia y dejó firme su intención de que sean deportados.
«Tijuana es una ciudad de migrantes, pero no los queremos de esta manera», declaró el Alcalde a televisión Milenio.
En tanto, el Gobernador de Baja California, Francisco Vega, dijo que «habrá cero tolerancia para quien o quienes infrinjan las leyes y reglamentos vigentes en nuestro país».
Mañana domingo distintas organizaciones llevarán a cabo dos marchas en esta ciudad, una en favor y contra la discriminación y el racismo, y otra de quienes están en contra de la llegada de los centroamericanos y de su estancia.