Microhistorias: «Y el mundo adquirió forma de mundo»

17/10/2015 - 12:01 am

Luego del «descubrimiento» de América, este territorio pareció a los europeos lo más cercano a un paraíso lleno de riquezas, que aunque Colón confundió con otras ciudades épicas, de todos modos les sacó provecho.

Por Alejandro Rosas

Ciudad de México, 17 de octubre (SinEmbargo/WikiMéxico).- A partir del importante descubrimiento de Colón comenzaron las expediciones para explorar el nuevo continente, lo que permitió conocer sus islas y sus costas, descubrir el Océano Pacífico y adentrarse en el nuevo continente.

América despertó la imaginación de los hombres, perdida por momentos entre las catedrales góticas, las campanas de los monasterios y la tutela eclesiástica. La Edad Media se despedía de la historia universal y desde 1492 el imaginario europeo, en torno a los territorios descubiertos, construyó todo tipo de historias acerca de las extrañas tribus que poblaban sus límites, la exuberante flora y las impresionantes y feroces criaturas que disfrutaban la tierra recién hallada.

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La mentalidad religiosa se combinó con la imaginación para crear las más sorprendentes historias. El propio Cristóbal Colón, en su tercer viaje (1497), al encontrarse con el caudaloso Orinoco, creyó que había topado con uno de los cuatro ríos que regaban el Jardín del Edén, lo cual lo llevó a concluir que había descubierto el sitio original del Paraíso –considerando que los sabios medievales lo habían ubicado en la región más remota de Asia.

En su último viaje, el marino genovés descubrió oro en Veragua y simplemente afirmó que había llegado a la bíblica Ofir, donde se encontraban las minas del rey Salomón de las cuales salió el oro para construir, siglos atrás, el famoso Templo de Jerusalén. El territorio que sería bautizado como California tomó su nombre de una novela épica de principios del siglo XVI, titulada Las Sergas de Esplandián de Garcí Ordóñez de Montalvo, en la cual su protagonista, Esplandián, llegaba a una isla cercana al mismísimo paraíso.

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La riqueza natural de la región oeste de América llevó a los conquistadores a bautizarla con el mismo nombre, sin saber que siglos después sería uno de los territorios más ricos del mundo. Dentro de las historias fantásticas no podían faltar sitios como la Fuente de la Eterna Juventud, que llevó a Ponce de León a invertir buenos años de su vida en la búsqueda del sueño.

O las ciudades de oro, como el Dorado, o las míticas Cíbola y Quivira, rodeadas por ríos de esmeraldas que arrastraban pepitas de oro y que Álvar Núñez Cabeza de Vaca puso de moda, luego de sobrevivir a su terrible naufragio, asegurando que había topado con ellas durante su periplo; sin embargo, permanecieron en la mitología del descubrimiento del nuevo continente. En 1492, la humanidad cambió su historia, y “el mundo –escribió Octavio Paz- comenzó a tener forma y figura de mundo”.

 

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