El repunte del dólar a un nivel histórico frente al peso: 19.4025 por unidad, que significó una devaluación de la moneda mexicana de 6.4 por ciento en seis días, el aumento de la deuda del país, los bajos precios del crudo y del crecimiento del país, las elecciones en Estados Unidos y la incertidumbre sobre las decisiones de la Fed pintan un panorama gris para la economía mexicana. En este contexto José Antonio Meade toma las riendas de la Secretaría de Hacienda.
Por Gabriela Jiménez
Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo(/Economíahoy).– José Antonio Meade, el nuevo secretario de Hacienda de Enrique Peña Nieto, no sólo tiene la particularidad de repetir en el cargo bajo dos administraciones distintas, y de partidos distintos, también ha sido encargado de liderar las finanzas del Estado en la recta final de dichas administraciones.
No obstante, el abogado y economista recibió la secretaría el 9 de septiembre de 2011 de las manos de Ernesto Cordero Arroyo durante el último año de la presidencia del panista Felipe Calderón en una situación macroeconómica diametralmente distinta a la de hoy. Cinco años después, al asumir el cargo tras la renuncia de Luis Videgaray, la economía crece a uno de sus ritmos más lentos en años, siendo el segundo trimestre de 2016 el primero en tres años con una contracción (de 0.2 por ciento).
La balanza comercial registró en el último año y medio el mayor déficit desde la crisis financiera mundial de 2008-2009, según estadísticas oficiales. A julio de 2016, acumula un déficit de 8.943 millones de dólares, un 37 por ciento superior al registrado en el mismo periodo de 2015, y mayor en 7.534 millones de dólares a lo que se registraba en 2011, cuando Meade llegaba por primera vez a Hacienda. Esto, como consecuencia de una reducción anual del 9 por ciento de las exportaciones, y de un 9.9 por ciento en las importaciones, con una caída en la venta del petróleo al extranjero de 22.3 por ciento en el séptimo mes del año.
Quizás uno de los mayores contrastes en los indicadores económicos que le toca gestionar a Meade en su segundo turno en Hacienda es el precio del petróleo. Lejos quedaron aquellos días en que el barril mexicano superaba los 100 dólares por barril. Hoy, con la mezcla mexicana a penas superando los 38 pesos por tonel, los ingresos petroleros del país ascendieron, durante el segundo trimestre de 2016, a 314 mil 964 millones de pesos, un monto inferior en 16.2 por ciento respecto al monto programado para este periodo. De 2011 a la fecha, el barril de petróleo mexicano ha perdido un 62 por ciento de su valor.
Algo similar pasa con el valor de la moneda nacional, que ya acumula una pérdida del 52 por ciento respecto al inicio de esta administración. En 2011, el tipo de cambio era de 12.43 pesos por dólar, y se mantuvo relativamente estable hasta que el derrumbe de los petroprecios comenzó en 2014. Durante lo que va de este año no se ha podido recuperar del piso psicológico de los 18 pesos por dólar y en febrero el billete verde se llegó a comprar en ventanilla hasta en 19.70 pesos. En los siguientes meses llegó a recuperarse, aunque poco, pero la preocupación por el resultado de las elecciones estadounidenses y por el alza de tasas de la Fed ha presionado a nuestra divisa al grado de perder un 6.4 por ciento de su valor en los seis últimos días, al cerrar el pasado jueves en 19.4025.
Pero el mayor reto al que se enfrenta Meade a su llegada a Hacienda es controlar uno de los indicadores que más preocupa a los analistas: el crecimiento de la deuda. En los últimos 10 años, el porcentaje de endeudamiento como proporción del PIB ha subido un 25 por ciento y las estimaciones presentadas en el Paquete Económico señalan que llegará a un 50 por ciento en 2017.
El gobierno debe además, por primera vez en seis años, pagar más en intereses por lo que debe que lo que recibirá en financiamiento, pues el costo financiero de la deuda un 2.8 por ciento de interés, mientras que el déficit presupuestario será de un 2.4%. Los intereses, dicen los expertos, podrían incrementarse aún más si la Reserva Federal decide normalizar su política monetaria e incrementar su tasa de referencia.
Esta situación deja al gobierno con poco margen de maniobra para gestionar las arcas públicas y reenderezar el barco, pues por advertencia de cada vez más actores de los mercados, no debe endeudarse más. Necesita lograr el objetivo de superávit (ingresar más de lo que gasta) con menos capital entrante, al tiempo que cumple con su promesa de no volver a subir impuestos ni crear nuevos.
