No será un filme que verá la gran masa de espectadores y es probable que esté poco tiempo en las salas; sin embargo, si amas la escritura, si te angustia el proceso creativo, si te da curiosidad saber cómo es el viaje de un manuscrito hasta llegar a las tiendas convertido en libro, disfrutarás este espléndido debut del director teatral Michael Grandage, con Colin Firth y Jude Law en estado de gracia.
Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).- “Quiero mucho a mi editor Jorge Herralde, lo cual no es demasiado bueno para mí”, admitía el chileno Roberto Bolaño (1950-2003) en su última entrevista. Como sabemos, dicho amor no le llegó al corazón de la viuda del autor de Los detectives salvajes, quien le quitó los derechos de la obra de su marido a Anagrama, para vendérselos a Alfaguara, que pronto publicará la “nueva” novela del escritor.
En diciembre próximo veremos Genius, una magnífica película literaria que narra la cercana y compleja relación entre el editor Maxwell Perkins (1884-1947) y el genio de esta historia, el escritor Thomas Wolfe (1900-1938), quien con apenas 38 años de vida logró transformar el rumbo de la literatura estadounidense, para convertirse –según William Faulkner- en “el autor más importante de su generación”.
Un desbordante Jude Law, en plena madurez actoral (ya no es solo un rubio carilindo, con un rostro seductor aficionado a los mohínes), construye con gestos ampulosos y una energía inagotable la grafomanía de un Wolfe que llega derrotado al despacho del editor nada menos que de Ernest Hemingway y Scott Fitzsgerald, para asistir a lo que presagiaba como un nuevo rechazo a su primera novela.
Se trataba de El ángel que nos mira, novela consagratoria que el autor publicó cuando tenía 29 años de edad. Todo era vértigo y ríos de palabras en la vida agitada de este hombre que no paraba de escribir y que encontró en su editor el hombre que lo llevaría a la cima literaria y también a enfrentarse con sus propios fantasmas narrativos, con sus dudas angustiantes de escritor.
¿40 páginas para un personaje insignificante? ¿Por qué no decir simplemente que tenía ojos azules, para qué tanta retórica? Si a El ángel que nos mira, Perkins sugirió recortar “apenas” 300 cuartillas, fue con la segunda novela de Wolfe, Time and the river, donde la estrecha relación entre Perkins y el escritor oriundo de Asheville (Carolina del Norte) alcanzó por un lado una honda fraternidad a simple vista indestructible y, por el otro, el estatus de una guerra que amenazaba con llevarlos a los dos al abismo.
“El editor debe ser anónimo”, dice Colin Firth en otro de sus trabajos memorables, el editor entregado en cuerpo y alma a los vaivenes emocionales de sus autores (la escena en que un derrotado Scott Fitzgerald llega a visitarlo con Zelda, casi demente, y dice entre otras cosas que no será recordado ni siquiera por El gran Gastby, pasará a la historia del cine contemporáneo), el que no duda cuando lee el primer manuscrito de Wolfe y reconoce en él una obra maestra.
Pero, ¿Es fiel un escritor a su editor? ¿Ser fiel a un editor es manifestar en forma inconsciente un síndrome de Estocolmo? La genialidad del director teatral Michael Grandage consiste en llevar fuego y luz al Wolfe de Law, dejando al resto de los personajes (incluida la rutilante Nicole Kidman, entrañable en su rol de mujer madura que se niega a perder a su joven y exitoso amante), en una bruma donde sobresalen la parsimonia y la calma a veces exasperante del Perkins de Firth.
“Te abandonará, los de HarperCollins le envenenarán los oídos”, dice Hemingway al atribulado editor.
“Me ha dedicado Time and the river”, relativiza Perkins.
“Esa leyenda es como de lápida”, afirma brutalmente el autor de Adiós a las armas.
Thomas Wolfe va y viene con sus dudas, creyendo firmemente que los recortes a su obran limitan el fluir narrativo, pensando a veces que es verdad que escribe demasiado y que no deja de ser una gran fortuna tener a Perkins como sabio editor “manostijeras”.
El asunto se resuelve cuando “una multitud de tumores” devenidos de una tuberculosis fatal termina con la vida a edad temprana de un Thomas Wolfe que ocupa su último hálito para escribir en el lecho de muerte una carta de gratitud a su editor.
Si eres escritor, debes ver esta película.