Evitar el lugar común sobre «Fuera de Lugar», de Martín Kohan: Vicente Alfonso

17/09/2016 - 12:03 am

El autor mexicano de Huesos de San Lorenzo (Tusquets) presentó la novela de su colega argentino y este es el resultado de un texto entrañable con el que se reforzaron lazos entre dos literaturas portentosas que siempre tienen mucho que decirse y a menudo encuentran temas sobre los que dialogar

por Vicente Alfonso

Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).-

 

 

Ya no hay grandes maestros

porque nadie quiere ser aprendiz

José Emilio Pacheco

Para quienes observan desde afuera, la novela negra suele aparecer como un género rígido, con reglas muy precisas e inmutables que se heredan de una generación a otra. No es extraño escuchar recuentos de investigadores que van desde el decimonónico Auguste Dupin a los actualísimos Zurdo Mendieta y Pichón Garay, como si se tratara de simples eslabones de una estirpe dedicada a preservar, a toda costa, las tradiciones del oficio.

Una revisión menos superficial, sin embargo, permite ver que los mejores novelistas del género negro requieren iguales dosis de obediencia y rebeldía: las novelas de Patricia Highsmith, Dashiell Hammet y Chester Himes contienen tanta admiración como escarnio hacia sus predecesores. Así, más que un entramado fino, liso, parejo, la historia de la llamada literatura negra semeja, para utilizar un ejemplo cotidiano, una guerra de cárteles.

UN INTELIGENTE DIVERTIMENTO LITERARIO

En un primer nivel, Fuera de lugar, de Martín Kohan, es un inteligente divertimento literario que incluye enigmas, cadáveres, casinos, carreteras oscuras y por supuesto, abundantes criminales: desde una banda de pornógrafos (sacerdote incluido) que lucra fotografiando niños, hasta una intrincada red de contrabandistas que extiende sus dominios del Río de La Plata hasta los callejones más oscuros de Europa del Este.

No pocos de los lectores de este libro llegarán a la última página atraídos por los múltiples enigmas que el autor ha sembrado: ¿por qué Alfredo decide suicidarse después de ganar una fortuna en el casino? ¿Se enterará la esposa de Santiago Correa de las aberraciones que éste ha cometido durante sus supuestos viajes de negocios? ¿Hablará Guido, ese joven autista que sólo repite palabras aparentemente sin sentido? ¿Arrestarán los militares a Marcelo en su camino a la frontera?

Al escribir esta novela, no obstante, Kohan ha dispuesto los ingredientes de modo que el relato, al mismo tiempo, es una reflexión en torno al complejo arte de contar historias. ¿Funcionan las mismas fórmulas que dieron resultado a nuestros antecesores o es necesario buscar nuevas estrategias? ¿cuántas veces puede repetirse un elemento novedoso antes de que se convierta en un lugar común? parece preguntarnos Kohan desde el otro lado de las páginas.

El autor deja pistas y atisbos que inducen a reflexiones más profundas. Pongo dos ejemplos: el primero ocurre cuando alude, directamente, a una de las situaciones más recurrentes de la literatura policial: el llamado enigma de cuarto cerrado. Llamamos así a la clase de misterios que inauguró Edgar Allan Poe con uno de sus cuentos más célebres: «Los asesinatos de la calle Morgue». En el relato, una mujer aparece estrangulada en una habitación cuyas puertas están cerradas por dentro.

La idea, que en su momento fue revolucionaria para las letras, ha sido utilizada tantas veces que ha terminado por ser un lugar común del que Kohan se mofa en la página 125 de Fuera de lugar, cuando escribe: No existe el misterio del cuarto cerrado desde adentro. No existió para los policías que, pasada una media hora, llegaron al edificio. Un suicidio, ¿qué otra cosa?

Un Inteligente Divertimento Literario Foto Especial
Un Inteligente Divertimento Literario Foto Especial

El segundo ejemplo aparece en la página 144, cuando nos enteramos de un hecho atroz enunciado en una línea: Alfredo va al casino, juega, gana, sale y a los pocos días se mata. La frase corresponde, casi palabra por palabra, con aquella idea que Chéjov dejó en sus cuadernos de notas, un argumento para una historia que jamás llegó a desarrollar: Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida. El argumento, por cierto, sirve al gran Ricardo Piglia como punto de arranque para desarrollar sus tesis sobre el cuento. En esta alusión al relato pendiente de Chéjov retomado por Piglia, Kohan parece declarar quiénes son sus maestros.

Finalmente, en un tercer nivel de lectura, podemos asumir la más reciente novela de Kohan como un cuestionamiento contra las ideas preconcebidas, una amplia reflexión sobre los dilemas éticos, legales y morales de nuestra época. La gente, en situaciones extremas, se dispone a hacer cosas extremas, enuncia el narrador en la página 59. Parece advertirnos que estamos por ingresar en el cenagoso terreno de los claroscuros morales, y que aquellos que esperen la sencillez del blanco y negro harán mejor en ajustarse el cinturón de seguridad. ¿Cuáles son los límites del delito? nos hace preguntarnos Kohan. ¿Y los del pecado? ¿Es posible pecar sin delinquir y viceversa? ¿Se puede ser un delincuente pasivo, del mismo modo, por ejemplo en que ahora se habla de fumadores pasivos?

Es en este plano donde las exploraciones de Kohan hurgan más profundo. Aquí me veo obligado a repetir conceptos en los que he insistido en más de una ocasión, pues como otras grandes novelas, Fuera de lugar nos recuerda que somos herederos de una tradición que nos toca conocer para negar, y que disfrutamos los avances residuales que, como benéficas migajas, se han desprendido de la lucha de otras generaciones contra las preguntas que no podemos responder. No somos mejores que el pasado, somos producto de él. Con soberbia vemos por encima del hombro a las generaciones que vivieron sin internet, que jamás abordaron un avión, que no conocieron el verso libre, que escribían maniatados por la censura de la Iglesia o en su caso, de la dictadura. Pero esa certeza de que vivimos en el límite del conocimiento se desvanece cuando queremos ejercerla en el nivel individual. Nos jactamos de la estación espacial pero tenemos dificultades para arreglar el flotador del excusado.

Martín Kohan buenos Aires Ganador Del Premio Herralde Por ciencias Morales
Martín Kohan buenos Aires 1967 Ganador Del Premio Herralde Por ciencias Morales

Lo mismo ocurre en el terreno literario: ¿por qué escribimos? ¿Para qué sirve la literatura? Reconozcamos que nos frustra o nos aterra descubrir que seguimos buscando las mismas respuestas que desvelaron a nuestros antepasados, quizá porque intuimos que nuestra generación tampoco alcanzará conclusiones definitivas: queremos asumirnos en otra etapa, en otro escalón, y para eso lo más simple es negar que nos interesan los conflictos no resueltos. Disfrazamos el miedo de apatía. Trasladando esta postura a lo literario, José Emilio Pacheco dice que “ya no hay grandes maestros porque nadie quiere ser aprendiz”. Es cierto: ser aprendiz implica heredar, junto a las técnicas y los secretos del oficio, las dudas de los maestros y el compromiso de hacer lo necesario para resolverlas, así sea por medio de la sátira o la negación de las convenciones, como lo hicieron en su momento Mark Twain, José Revueltas, Pacheco mismo y como magistralmente lo hace Kohan en esta novela.

Fuera de lugar, de Martín Kohan, nos recuerda que una de las razones de ser de las ficciones literarias es dislocar nuestra visión del mundo, es decir, permitirnos mitigar el encierro del yo para vivir vidas distintas. Darnos la oportunidad para ver el mundo a través de otros ojos. No es otro el propósito de la mejor literatura.

Vicente Alfonso Escribe Sobre Martín Kohan Foto Cortesía
Vicente Alfonso Escribe Sobre Martín Kohan Foto Cortesía

¿Quién es Vicente Alfonso? (Torreón, 1977) Autor de la novela Huesos de San Lorenzo (Premio Internacional de Novela Sor Juana Inés de la Cruz, publicada en español por editorial Tusquets y por NN editore en italiano, Unionsverlag en alemán, Üçbiriki en turco e Ikaros en griego). También es autor de Partitura para mujer muerta (Literatura Mondadori, Premio Nacional de Novela Policíaca), Contar las noches (Premio Nacional de Cuento María Luisa Puga) y El síndrome de Esquilo. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fondo Estatal para a Cultura y las Artes de Coahuila. Fue seleccionado por el FONCA y el Programa de Cooperación Internacional México-EE.UU. para realizar una residencia en Wake Forest University, en Winston-Salem.

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