Ciudad Juárez, Chihuahua, ha pasado por muchos momentos complicados, unos más dolorosos que otros, sin duda los relacionados con el narcotráfico son aquellos que despiertan más temor en la sociedad, pero, aquel que sigue causando más sufrimiento e indignación, son los asesinatos de mujeres que se han presentado en la ciudad desde hace más de veinte años…
Por Noé Alí Sánchez Navarro
Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).– Aunque desde hace tiempo las autoridades municipales y estatales se han esforzado por hacer creer que el problema se ha solucionado, la realidad es muy distinta. Simplemente porque no se puede dar vuelta a la página cuando no se ha hecho justicia para tantas mujeres. Porque hay familias que siguen esperando volver a ver a sus esposas, hermanas e hijas, o porque incluso existen casos que ni siquiera se han investigado.
Lo que ha pasado de manera reciente en Ciudad Juárez, puede sonar a una historia de película con un guión basado en el sufrimiento y la impunidad. Es en este contexto, quebrantado por tanta violencia y muerte donde surge “Diana, la cazadora de choferes”.
El pasado 28 de agosto, antes de las ocho de la mañana, un conductor de transporte público de la línea 4-A fue asesinado.
Lo anterior, en una ciudad como ésta, pudiera parecer hasta cierto punto normal. Pero era de llamar la atención que el asesinato había sido cometido por una mujer que, según testigos, tenía el cabello rubio y vestía con ropa negra.
El caso obtuvo la atención de los medios y la ciudadanía muy pronto. Al día siguiente, el jueves 29, también en la mañana, otro conductor sería asesinado por una persona que tenía las mismas características del crimen del día anterior. El modo también había sido idéntico, una mujer realizó la parada del camión, subió los escalones y luego disparó para después huir. Así de simple y complicado a la vez.
Algunos días después del par de asesinatos, a través de un correo electrónico dirigido a un medio de comunicación electrónico de la localidad, “Diana, la cazadora de choferes”, como firmó el correo, se adjudicó los dos asesinatos, como venganza por las violaciones que han sufrido mujeres empleadas de maquiladoras por conductores de transporte público.
El mensaje de la presunta responsable decía:
“Creen que porque somos mujeres somos débiles y puede ser que sí, solo hasta cierto punto, pues aunque no contamos con quien nos pueda defender y tenemos la necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a nuestras familias, ya no podemos callar estos actos que nos llenan de rabia. Mis compañeras y yo sufrimos en silencio pero ya no podemos callar más. Fuimos víctimas de violencia sexual por choferes que cubrían el turno de noche de las maquilas aquí, en Juárez, y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos, nadie nos defiende ni hacen nada por protegernos, por eso yo soy un instrumento que vengará a varias mujeres que, al parecer, somos débiles para la sociedad. Pero no lo somos, en realidad, somos valientes y si no nos respetan nos daremos a respetar por nuestra propia mano, las mujeres juarenses somos fuertes”.
Aunque es un caso que ha despertado muchas especulaciones, no quisiera empezar haciendo un cuestionamiento de la existencia de “Diana la cazadora”. Cabe recordar que las autoridades de esta ciudad en muchas ocasiones han inventado culpables y enemigos, con el único fin de quitarse responsabilidades y tranquilizar la presión social, porque se carece de información suficiente y pruebas para el desarrollo de la investigación. Sin duda es un hecho que merece un análisis más allá de lo evidente.
Aunque los motivos pudieron ser muchos: narcotráfico, asalto, venganza o crimen pasional, quisiera describir lo que representa la existencia de un mensaje tan contundente y que ha podido recabar en muy poco tiempo tantas respuestas; y no sólo me refiero al hecho, es decir a los asesinatos, sino al poder simbólico y a la respuesta social que esta mujer ha tenido.
Apenas unos cuantos días después de los asesinatos, fue creada una cuenta en la red social Facebook, bajo el nombre: “Diana, la cazadora de choferes”, aunque es evidente que la cuenta no es administrada por la autora de los crímenes, los comentarios que algunos usuarios han realizado tienen algo en común, la mayoría son de apoyo y admiración hacia la misteriosa mujer, reflejo del hartazgo a consecuencia de tanta injusticia.
A diez días de que la cuenta fue creada, ya cuenta con 1692 seguidores, es decir, usuarios a los que les «gusta» la página. Diana se ha convertido en todo un personaje, y aunque hay quien cuestiona el hecho de que se haga justicia por su propia mano, son más los que celebran sus acciones, justificándolo en la necesidad de que alguien hiciera justicia de verdad.
Uno de los primeros comentarios que se recibió en la red social dice: «Yo apoyo a Diana, la cazadora de choferes!!!!! YA BASTA DE VIOLACIONES A LAS MUJERES!!!» Otro comentario dice: «No estoy de acuerdo en la violencia, generalmente genera más violencia, pero con toda honestidad, la entiendo, no es posible que las mujeres sufran en silencio y lo peor, que las autoridades no hagan nada…»
Y uno más dice: «Creo que es muy valiente, ha hecho lo que muchas no se han atrevido hacer y que incluso las mismas mediocres autoridades no han podido detener. Sigue adelante, no solo las mujeres de Juárez te apoyan!».
Para entender lo que esta heroína (como la llaman sus seguidores en Facebook) representa, uno tiene que asomarse forzosamente a la realidad que vive el país, el caso de Diana es una réplica de lo que ocurre en muchos estados, con los grupos de autodefensa, las policías comunitarias, los linchamientos públicos a ladrones e incluso a policías, es el reflejo de que, ante la ausencia de la ley algunos optaron por aplicarla por su propia cuenta.
Lo que Diana significa es que Ciudad Juárez es una sociedad que necesita héroes y justicia, porque más allá de que su existencia sea real, la ciudadanía lo justifica. Diana también representa las miles de mujeres asesinadas, el paso doloroso de los años y los expedientes de investigación archivados.
Diana nos empuja a darnos cuenta de que nos hemos olvidado de pedir justicia, de darles su lugar en la memoria histórica de la ciudad a tantas mujeres asesinadas. La historia de Diana no nació en agosto, se gestó hace más de veinte años, y bien o mal, legal o ilegalmente, representa muchísimas cosas que van más allá de lo evidente, es por todo lo anterior que me atrevo a decir que, aunque sea simbólicamente, Diana sí existe.