Óscar Ernesto de la Borbolla, filósofo mexicano, habló con Puntos y Comas sobre La rebeldía de pensar, su libro, y de política en México y Estados Unidos.
Ciudad de México, 17 de agosto (SinEmbargo).– Donald Trump alimentó el odio contra los mexicanos. Patrick Crusius, el tirador de El Paso, Texas, llevó a la práctica esas ideas maquiavélicas que construyeron a los connacionales como enemigos de Estados Unidos, señala el filósofo Óscar Ernesto de la Borbolla y Rondero.
“Un Presidente que llega al poder con la política que recomienda Maquiavelo, es decir, la de crea un enemigo y unificarás… nos agarró a mexicanos como enemigos. Su política era contra los mexicanos. Nos llamó narcos y violadores. Es lo que recomienda Maquiavelo. Fue maquiavélico. Ese discurso se mantuvo después de su campaña y hay un impacto sobre la población. Un discurso racista como el de Trump termina haciendo eco”, dice Borbolla, autor de La rebeldía de pensar.
El tiroteo en un Walmart de El Paso, Texas, dejó ocho mexicanos muertos. Crusius dijo después que su objetivo era ese: matar mexicanos.
En entrevista con Puntos y Comas, Óscar Ernesto de la Borbolla habló sobre su libro, la política mexicana y la importancia de pensar en tiempos en los que la humanidad se encuentra muy confundida.
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–¿Qué es pensar?
–Pensar es relacionar, pero no relacionar cosas, pues también los animales relacionan cosas… pensar es relacionar palabras. Las palabras tienen diferente extensión. No es lo mismo la palabra silla que sirve para muchas sillas, que la palabra mueble que sirve para sillas, mesas, escritorios… Hay palabras que tienen más extensión y son más abstractas. Pensar es pensar con las palabras que tienen una gran extensión. Pensar es relacionar categorías. El pensamiento alcanza su máxima potencia cuando piensa con abstracciones, es decir, cuando se piensa matemáticamente. Creo que las formas más elaborada de pensar son la filosofía y las matemáticas. Cuando empiezas a ordenar las ideas en función de un problema, es cuando realmente te pones a pensar.
–¿Cómo es ser filósofo en este siglo?
–En este siglo y en cualquiera… La realidad ofrece problemas, pero problemas que necesitan ser atendidos por especialistas. Por ejemplo, hay que poner un puente de aquí al otro lado del río. Ahí un filósofo no es pertinente. Hay que llamar a alguien que sepa de resistencia de materiales para que no se caiga el puente. ¿Cuál es el sentido del filósofo? Replantear las convicciones de la gente. Hoy tenemos más trabajo que nunca. Durante mucho nos amamos conociéndonos en el trabajo, en la calle… ahora nos amamos en las redes sociales. Ya no existe como elemento de atracción el perfume de las feromonas… Ahora se establecen las relaciones por los discursos del otro, por sus mensajes. Se ha modificado a tal grado que ahora todo está problematizado: la noción de amistad, la noción de amor, la noción de sociedad. Ahora tenemos sociedades nómadas que viven en el mundo virtual. Pensar las consecuencias que traen las redes sociales a nuestra condición de seres humanos es una tarea muy interesante para el filósofo actual. Son tiempos en que la ciencia, en todos sus campos, está avanzando de una manera extraordinaria. Podemos, gracias a la genética, alargar la vida humana más allá de los deseable. Si se puede, y se va a poder vivir 500 años, ¿qué pasará? Nos vamos a saturar. ¿Qué sentido tendrá una vida que dure 500 años? Ahí hay un problema para que el filósofo reflexione. Hay chamba para el filósofo porque la gente hoy está totalmente desorientada. Están confundidos. La humanidad no avanza hacia una meta. Cada quien está encerrado en su cueva, frente a una pantalla. Hoy tenemos estos problemas, pero siempre ha habido problemas.
–¿Cómo vamos con la “Cuarta Transformación”?
–Yo creo que vamos bien. Aunque hay un montón de cosas criticables, el que exista como intención declarada el preocuparnos sobre la mitad de la población que está en la miseria, y haciendo una apretada de cinturón a funcionarios, me parece que está bien. No sé cuál será mi opinión en unos años, ya que vea desplegada a la 4T. Estamos a siete meses de distancia y veo que lo que antes se solapó de una manera infame el famoso huachicol, era terrible y ahora se trata de detener, es formidable. No sé cuál será el saldo final de la 4T… Es prematuro, pero me parece que vamos bien. No olvides que esa mitad de la población desposeída, por estar en esas condiciones es por lo cual hay tanta inseguridad, pues no tienen qué comer. Una cosa es el crimen de cuello blanco, que mueve fortunas, y otra cosa es la delincuencia callejera, resultado de que tantos pobres tengan que llevar algo de comer a sus casas. Padecemos esta inseguridad… estamos con un problema de desnutrición. Hay que hacer algo. Por razones humanitarias, es necesario que se atienda a los que se mueren de hambre. No podemos seguir con la tendencia de los regímenes anteriores, donde se maquillaban las cifras. Era una farsa. No sé si le salga bien a López Obrador su proyecto, pero al menos la buena intención ahí está.
–¿Cuál es la función de la filosofía en un México que se bañó de sangre?
–No sólo de la filosofía, sino de todas las manifestaciones culturales… tratar de llegar al mayor número de gente posible. Por eso estoy sumado al proyecto de difusión de la lectura. Trabajo en eso porque me parece que es abrir alternativas para levantar la cara de la letrina y ver más a los lejos. Para frenar la violencia, si se les ofreciera un mundo diferente, unas ideas de organización para que no vayan a la calle con un cuchillo, sino a organizarse… por ahí iría.
–¿Cuál es tu opinión sobre el tiroteo que ocurrió en El Paso, Texas?
–No voy a decir nada nuevo. Un Presidente que llega al poder con la política que recomienda Maquiavelo, es decir, la de crea un enemigo y unificarás… nos agarró a mexicanos como enemigos. Su política era contra los mexicanos. Nos llamó narcos y violadores. Es lo que recomienda Maquiavelo. Fue maquiavelico. Ese discurso se mantuvo después de su campaña y hay un impacto sobre la población. Un discurso racista como el de Trump termina haciendo eco en los supremacistas. El asesino de Texas llevó a la práctica lo que él pensaba que es la redención de su país, pues piensa que los mexicanos somos los enemigos y lo mejor que puede hacer es exterminarnos. Se alimentó esa visión que ya tenía. Trump ganó las elecciones por ese tipo de mensajes. Un sector de los estadounidenses piensa como él. Este loquito se lo tomó tan en serio que quiso llevarlo a la práctica. Hago el subrayado de Maquiavelo. La lectura de El Príncipe te permite entender qué pasa en la política. Ahí está el ABC de cómo se gobierna, con estrategias canallas y eficaces.
–¿Cuál es la función de las imágenes en tus textos?
–Trato de armar algo que dialogue. Me gusta la creación de imágenes que ilustren.
–Cuéntanos de la portada del libro.
–Es un montón de borregos y uno rojo que se va en sentido contrario. Así se resume el libro. Los seres humanos, aunque tienen la facultad de pensar, no la ejercen. Todos adoptan lo que tienen en la cabeza de cosas que escucharon. Todos se juntan con semejantes. Son coros. Ahí no piensan, repiten. El que piensa es el que pone en duda lo que ese grupo cree. El que piensa es un disidente. Pensar es un acto de rebeldía. Pensando te separa de la masa. Pensar te lleva a la diferencia.