No podríamos entender la epidemia de diabetes que se vive en México, que mata a 106 mil personas cada año, sin tener en cuenta la dimensión de la Coca Colonización del país. El New York Times acaba de publicar un amplio artículo de cómo la embotelladora de Coca Cola en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, tiene concesionado el mejor recurso de agua de la región, mientras que el vital líquido escasea en las poblaciones vecinas y la población está sumergida en una epidemia de diabetes, teniendo como una de sus causas principales el alto consumo de estas bebidas altamente azucaradas.
Los cálculos sobre el uso de agua para producir Coca Cola varían mucho. Tomamos la estimación de un reporte firmado por la propia empresa y The Nature Conservancy que estimó lo que se llama la “Huella de Agua” de esta bebida, en una planta establecida en Dongen, Holanda, en 2010. Para producir medio litro de Coca Cola se utilizaron 7 litros en su embotellado y 28 litros en la producción de sus ingredientes (azúcar, ácido fosfórico, colorante, cafeína y gas carbónico). La estimación fue de 35 litros de agua gastados en todo el ciclo de producción para poner en el mercado tan sólo medio litro de esta bebida no saludable.
Las concesiones para explotar el agua en México son muy poco transparentes y muy poco reguladas, es decir, no se monitorea lo que realmente se está extrayendo de los acuíferos. Se reporta que la concesión a Femsa en San Cristobal permite la extracción de 1 millón 135 mil litros al día y que esta empresa paga 1 pesos por cada 500 litros de agua de excelente calidad extraídos del acuífero, mientras la población no tiene acceso a agua, ya no digamos a agua de calidad para beber. Gracias al contubernio entre el gobierno y la industria se le facilita a la segunda el acceso al agua, mientras no proporciona este acceso a la población y no le advierte de los daños de consumir este producto. Le permite una invasión publicitaria y la omnipresencia de sus productos sin límites, incluso, hasta en los edificios gubernamentales y los hospitales. Este contubernio a todos los niveles, federal, estatal y municipal, nos ha convertido en los mayores consumidores del producto y en una de las poblaciones con la mayor incidencia de diabetes y muertes por diabetes en el mundo.
En varias ocasiones hemos visitado la región de San Cristóbal para constatar la dimensión del problema, compartido con médicos e indígenas que han perdido un miembro o la vista por la diabetes, una enfermedad rara entre la población indígena hace 30 años, hoy en día una epidemia. Acompañé al reconocido chef y activista inglés Jamie Oliver durante la filmación de su documental “Sugar Rush” que la primera parte se desarrolla en Londres y la segunda en San Cristóbal y poblados cercanos, mostrando la presencia y daño de las bebidas azucaradas. Asistimos a un club de indígenas con diabetes en la clínica de San Juan Chamula, recibimos el testimonio de los médicos de cómo han venido aumentando los casos de comas diabéticos y cómo esta enfermedad ha penetrado en la región para volverse una verdadera epidemia. El documental “Sugar Rush” se convirtió en un elemento muy importante en la campaña por el impuesto a las bebidas azucaradas en el Reino Unido, otro país con muy altos niveles de obesidad en el mundo.
San Cristóbal y los poblados indígenas que la circundan no son un caso excepcional. Por todo el país la epidemia de obesidad y diabetes se extiende, la población no tiene acceso a agua de calidad para beber, tiene un excesivo consumo de bebidas azucaradas embotelladas y la diabetes se propaga afectando ya al 14% de la población adulta del país. Los más vulnerables son los más pobres, un hecho que venimos documentando a lo largo del país -Sonora, Yucatán, Estado de México, Chiapas, Ciudad de México- una tragedia que afecta a decenas de millones de mexicanos. Amputaciones, ceguera, insulina, diálisis, un efecto que se extiende de las personas que sufren la enfermedad a sus familias, a su economía, convirtiéndose en un factor de pauperización. Afectando también el estado emocional de las familias, convirtiéndose en un factor más de descomposición social.
Las autoridades, en una gran simulación, decretan emergencias epidemiológicas por obesidad y diabetes, lanzan campañas absurdas como “Checate, Mídete, Muévete” que son inocuas para la población porque están diseñadas para no molestar a las grandes corporaciones con las cuáles se sientan para evaluar las políticas contra la obesidad. Ni en Chiapas, ni en el resto del país, se realizan campañas directas y claras que adviertan a los ciudadanos el riesgo de estas bebidas. En Chiapas, el gobierno estatal hace acuerdos con la empresa refresquera como lo han hechos diversas instituciones a escala federal, como el propio CONACYT y el gobierno de la Ciudad de México.
El NYT cita las declaraciones de un empleado de Femsa Coca Cola, al que identifica como el Sr.Martínez. El empleado de Coca Cola Femsa critica la afirmación de que la compañía ha tenido un impacto negativo en la salud de la población, señalando que los mexicanos somos proclives a desarrollar diabetes. Hace 8 años, aproximadamente, la industria de bebidas patrocinaba a un “científico” mexicano que realizaba conferencias por el país argumentando que la causa de la diabetes entre los mexicanos era su predisposición genética, absolviendo de su responsabilidad al alto consumo de bebidas azucaradas, como una de sus causas. El argumento que lo desarmó, como a otros destacados investigadores que reciben financiamiento de la industria, fue muy sencillo: si la causa de la epidemia de diabetes que se ha disparado en los últimos treinta años es puramente genética y no tiene que ver con los refrescos y la comida chatarra, por qué no había ocurrido antes.
La población mexicana tiene un mayor riesgo de desarrollar diabetes que, por ejemplo, la población de origen anglosajón. Ingerir bebidas azucaradas para un mexicano representa un riesgo mucho mayor de desarrollar diabetes que para un inglés o un alemán. Por lo anterior, las políticas preventivas deberían ser más profundas para que la población reduzca el consumo de estos productos y evitar que los niños sean inducidos al hábito de hidratarse con estas bebidas.
La cuarta transformación de la que habla el presidente electo debe traer consigo la recuperación de una de las cosas más básicas y vitales para la sobrevivencia: el acceso a agua de calidad para beber a libre demanda, así como la revalorización de nuestros alimentos tradicionales y nuestra rica y diversa cultura culinaria. Al menos, empecemos por los niños.