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Adela Navarro Bello

17/07/2013 - 8:22 am

¿Y “El Chapo”, Presidente?

En los últimos cinco años en México, de acuerdo al Procurador General de la República, más de 80 organizaciones criminales o células delictivas dedicas al secuestro, la extorsión, la ejecución y el narcotráfico, delinquen en nuestro territorio. En el mismo periodo, nueve narcotraficantes de alta peligrosidad han sido detenidos o asesinados por el gobierno federal. […]

En los últimos cinco años en México, de acuerdo al Procurador General de la República, más de 80 organizaciones criminales o células delictivas dedicas al secuestro, la extorsión, la ejecución y el narcotráfico, delinquen en nuestro territorio. En el mismo periodo, nueve narcotraficantes de alta peligrosidad han sido detenidos o asesinados por el gobierno federal. Todos, de cárteles, bandas o células contrarias al cártel de Sinaloa, liderado por Joaquín “El Chapo” Guzmán.

El último en ser aprehendido fue Miguel Ángel Treviño Morales, el “Z-40”, líder de la banda criminal «Los Zetas», a partir de octubre de 2012 cuando fue muerto por las balas de las Fuerzas Armadas Heriberto Lazcano Lazcano. Creado por Osiel Cárdenas Guillén como brazo armado de su cártel criminal del Golfo, el grupo de «Los Zetas» es quizá la organización criminal más –valga la redundancia– organizada. Con una estructura de corte militar dado que sus fundadores fueron desertores del Ejército mexicano, cuentan con células delincuenciales en la mayoría de los estados de la República. Aún cuando en ocasiones enfrentan a otras estructuras de la mafia mexicana, también ha habido casos de peligrosas uniones.

De 2009 a la fecha, fueron detenidos o asesinados: Arturo Beltrán Leyva “El Barbas”, en diciembre de 2009 fue muerto por marinos quien fuera líder de la banda de los Beltrán Leyva, escindidos del cártel de “El Chapo”; en julio de 2010 Ignacio Coronel “El Nacho” correría la misma suerte cuando fue ejecutado por elementos de la Fuerza Armada Mexicano poco tiempo después que se separara del cártel de Sinaloa.

En agosto del mismo 2010, Édgar Valdez Villarreal “La Barbi” fue detenido por elementos del orden federal; era uno de los elementos más peligrosos del cártel Beltrán después de su escisión del cártel de Sinaloa. Tres meses después fue aprehendido Antonio Cárdenas Guillén, de la organización criminal de El Golfo y también enemigos de los sinaloenses. En diciembre de ese mismo año, el gobierno federal presumiría la ejecución de Nazario Moreno González, de «La Familia Michoacana», aún sin encontrar sus restos.

En septiembre del año 2012 fue aprehendido “El Cos”, Eduardo Costilla Sánchez, también del cártel de El Golfo. Ese mismo año, pero en octubre, fue asesinado por balas de las fuerzas armadas Heriberto Lazcano Lazcano “El Lazca”, líder de «Los Zetas», mientras que en marzo de 2013 la administración de Enrique Peña Nieto se estrenó con la captura a manos del Ejército mexicano de Melvin Gutiérrez Quiroz “El Melvin”, un antiguo y activo miembro del cártel Arellano. Finalmente, hace unos días, el 15 de julio de 2013 fue detenido por elementos de la Marina, Miguel Ángel Treviño Morales en las inmediaciones de Nuevo Laredo, Tamaulipas.

El común denominador entre estos siete criminales apresados o asesinados en lo que se suponía su detención, es que eran acusados públicamente de narcotraficantes. Lo otro: todos eran enemigos de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” y su organización delictiva, el cártel de Sinaloa que presuntamente codirige con Ismael Zambada García “El Mayo”.

Incluso cuando no soy ni seguidora ni promotora de las conspiraciones, el hecho que “El Chapo” se haya convertido en un narcotraficante transexenal al haber escapado de prisión al inicio del sexenio de Vicente Fox, haber levantado un imperio criminal en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, e ir tras la consolidación de su estructura delincuencial en la Presidencia de Enrique Peña Nieto, algo no huele bien ante lo que parece ser la impunidad que lo mantienen prófugo, y la aplicación de la justicia que le va quitando enemigos criminales del camino.

Sin conocer de cierto ni de manera frontal ni de voz presidencial, la estrategia de combate al crimen organizado y el narcotráfico de la administración federal de Enrique Peña Nieto, y con los antecedentes ya descritos, el camino no parece ser otro que mantener el poderío de uno de los criminales más escurridizos del mundo y jefe de uno de los cárteles más grandes y prósperos de México, como es el caso de Joaquín Guzmán y el cártel de Sinaloa.

Ciertamente la detención de Miguel Ángel Treviño Morales da un respiro a la población del norte de México que ha sido testigo en el mejor de los casos de la barbarie provocada y ejecutada por este criminal de «Los Zetas». Masacres de migrantes, ejecuciones de contrincantes, extorsiones, amenazas a periodistas, secuestros, tráfico de drogas son apenas algunos de los delitos por los que deberá ser juzgado el conocido en el mundo criminal como “Z-40”; el gobierno de Peña lo detuvo y lo retuvo en resguardo oficial por la flagrancia en que nos dicen lo detuvieron sin un solo disparo: la posesión de ocho armas largas –entre ellas un Barret .50, rifle de alto poder para derribar blindados y unidades–, cartuchos útiles para las armas y dos millones de dólares, a saber.

México ciertamente tiene un criminal menos en sus calles, pero también es una realidad que el cártel de Sinaloa tiene un enemigo menos en las mismas calles donde todos los días delinquen, matan, trafican y aterrorizan. Por eso la pregunta es pertinente y urgente: ¿Y «El Chapo» cuándo, señor Presidente?

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