Como gran parte del periodismo mexicano está maniatado políticamente, no hay duda de que la realidad de nuestro país está siendo contada de forma más veraz, aunque parezca paradójico, por la ficción, sobre todo por aquella de vocación realista. Uno de los editores jóvenes más importantes de la actualidad, debido al trabajo editorial que ha venido alentando con respecto a este tema, es Andrés Ramírez (1972), actual director literario de Penguin Random House, quien desde su paso por Joaquín Mortiz le abrió a la novela realista (principalmente la que tiene en su agenda la circunstancia mexicana) un espacio privilegiado en su línea editorial. Él mismo, en una breve entrevista, me ha confesado su filosofía: “La razón principal es el enamoramiento de una historia y de una manera de contarla. La singularidad debe estar por encima de todo. A veces esas historias coinciden con un pensamiento crítico de la realidad que nos rodea y eso la hace más seductora. Desde siempre me han interesado ese tipo de obras, las que ponen en jaque al poder.” En ese sentido, sin nunca dejar de lado la calidad literaria, ha sido editor de una nueva pléyade de escritores (nacidos en su propia década) absorbidos por la cruda realidad socio-política del país, más allá del membrete conocido como narconovela, que es apenas una vertiente de este ya consolidado neorrealismo. De la lista de novelas recientes que todo lector debe leer para entender esta realidad, más de la mitad estuvo bajo la mirada de Andrés Ramírez, lo que hizo que, en más de un sentido, pudiera dársele al fresco que éstas pintan la diversidad necesaria para entenderlo en todas sus dimensiones: política, social, cultural, antropológica y, por supuesto, estética. Estas imprescindibles son: Tiempo de alacranes (2005), de Bernardo Fernández Bef (1972), El buscador de cabezas(2006), de Antonio Ortuño (1976), Los minutos negros (2006), de Martín Solares (1970), Canción de tumba (2011), de Julián Herbert (1971), La mujer de los hermanos Reyna (2011), de Hilario Peña (1978) y El cielo árido (2012), de Emiliano Monge (1978). Hay cuatro novelas más –no publicadas por Andrés Ramírez- que completan este fresco del México de las últimas, por lo menos, tres décadas:Trabajos del reino (2004), de Yuri Herrera (1970), Las mujeres matan mejor (2013), de Omar Nieto (1975), Cualquier cadáver (2014), de Geney Beltrán (1976) y una ahora imprescindible y que necesita ser relanzada urgentemente: Aburto (2005), de Heriberto Yépez (1974). El que entre en estas diez novelas conocerá México de una forma más fiel que si lo hace a través de los medios de comunicación, sobre todo de aquellos que tienen compromisos irrenunciables con los poderes fácticos. El que entre en estas novelas, hay que decirlo también, no saldrá indemne.
@rogelioguedea