Durante el anuncio de La ira de México –un volumen escrito por Lydia Cacho, Sergio González Rodríguez, Anabel Hernández, Diego Enrique Osorno, Emiliano Ruiz Parra, Marcela Turati y Juan Villoro- se lloró por el asesinato de Javier Valdez Cárdenas y se responsabilizó a los medios periodísticos que no proporcionan cuidado a sus colaboradores.
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Ciudad de México, 17 de mayo (SinEmbargo).– Un grupo de periodistas mexicanos, reunidos en el libro La ira de México –un volumen escrito por Lydia Cacho, Sergio González Rodríguez, Anabel Hernández, Diego Enrique Osorno, Emiliano Ruiz Parra, Marcela Turati y Juan Villoro-, llamaron a los medios a dar más cuidado a sus colaboradores en los momentos que vive el país.
Osorno, casi temblando, con la voz quebrada por el dolor, anunció una agenda de discusión inmediata para los periodistas, una iniciativa que se desarrolla desde Horizontal y al que han adherido diversas organizaciones como Amnistía Internacional, Fotorreporteros MX y Periodistas de a Pie, entre otros.
“Los medios y organizaciones convocantes creemos que el asesinato de Javier Valdez no sólo no puede quedar impune, también debe reforzar la solidaridad del gremio y echar a andar nuestra capacidad para trabajar juntos”, dice el comunicado.
La excusa en Penguin Random House era presentar el libro coordinado por Felipe Restrepo –escritor colombiano- para publicar La ira de México, un volumen escrito por Lydia Cacho, Sergio González Rodríguez, Anabel Hernández, Diego Enrique Osorno, Emiliano Ruiz Parra, Marcela Turati y Juan Villoro.
El prólogo corresponde a Elena Poniatowska, quien se pregunta: “¿Cuántas mayores tragedias le esperan a México? ¿Cuántas más habrán de sumarse a las víctimas bajo tierra cuyos cuerpos ahora aparecen en todo el territorio nacional? ¿Cuántas fosas más quedan por encontrar? Del suelo de México y sus esqueletos enterrados estalla el dolor, la rabia de vivir en medio de tanta podredumbre”.
Este libro reúne los trabajos de varios de los periodistas más importantes de México, en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, no sólo por el acecho de los criminales, sino porque el poder corruptor de éstos ha convertido a policía y funcionarios del gobierno en sus aliados, dice la presentación.
Pero el rostro gigante de Javier Valdez Cárdenas, el periodista de 50 años asesinado el lunes en Sinaloa, cobraba una presencia irremediable. Todos los periodistas, de un lado a otro de la sala, lloraban o hacían nudos por no llorar.
Ricardo Cayuela habló de “este libro indispensable para comprender el horror que estamos viviendo en México” e inmediatamente se refirió a Javier y leyó un documento que salió ayer en la prensa, firmada por periodistas.
“Una persona honesta, responsable, muy querida por todos y que le dio voz a las víctimas del narco, de esta guerra sin sentido que nos ha sumido a tantos en el dolor”, dijo Cayuela.
Mientras Felipe Restrepo hablaba de La ira de México, un libro que salió en inglés y en español, homenajeando además a Sergio González Rodríguez (1950-2017), recientemente fallecido, la voz de Lydia Cacho abrió el fuego para preguntarse por qué la muerte de los periodistas y qué podemos hacer para que este asesinato y tantos otros no queden en silencio.
“Sergio González Rodríguez, ya con unas copitas encima, en la FIL de Guadalajara, me dijo el año pasado que estaba hasta la madre, que tenía el corazón gastado, el espíritu agotado. Lo mismo me decían unos días atrás Anabel Hernández, Sanjuana Martínez, ¿cómo encontramos razones para vivir? ¿Por qué seguir siendo periodista?”, dijo Lydia.
“Creo que debemos dejar atrás a la misoginia, al machismo de muchos colegas y tuve discusiones con Javier, quien se sentía muy seguro, un periodista blindado, quien tras la muerte de Miroslava dijo que todos debíamos morir, ser figuras al blanco. No estoy de acuerdo con eso, no tenemos que estar amarrados, deprimidos, tenemos que salirnos de ahí, no sé cómo, pero salirnos de ser la víctima propiciatoria porque el Estado nos va a seguir viendo así, como víctimas propiciatorias”, añadió Cacho.
Todo su discurso, además de decir que “no valió nada la muerte de Javier, lo queríamos vivo para que siguiera escribiendo muchas cosas sobre el narco y sobre su México”, cobró sentido de denuncia al preguntar a La Jornada, a Proceso, a todos los medios que contratan a estos periodistas como “freelancers”, cuanto le debían dinero en el momento en que los mataron.
Mientras tenía en sus manos el libro de Valdez, NarcoPeriodismo, la prensa en medio del crimen y la violencia, Lydia habló de que “muchos periodistas hemos aceptado el no pago” y lo que no tenemos que hacer es “ponernos en resguardo los unos a los otros”.
“Yo no soy la Madre Teresa, soy una buena reportera, me he pasado 30 años entrevistando y conociendo las voces, porque no le doy la voz a nadie, la gente tiene sus voces. Tenemos que rescatar la dignidad y defender el buen periodismo”, afirmó.
LA LLAMADA A CONVERSAR
“Me cuesta hablar del libro, quiero hablar de Javier Valdez Cárdenas. Estamos tristes, porque este asesinato de Javier se suma a una oleada de activistas y periodistas que son muertas cada 20 días. Después de estos crímenes, deberíamos pasar a la reflexión, a las conversaciones. Quienes conocimos a Javier, además de admirar su pluma, su osadía, teníamos una fascinación por su encanto personal, por su bonhomía, por eso duele tanto”, dijo Diego.
“Javier parecía eterno, tenía una fuerza su persona, era radiante, con él ya sabía que te ibas a hacer amigo a primera vista. Publicar, denunciar, era su chaleco antibalas, él lo decía, pero eso no ocurrió, mientras más sepas, más te van a matar”, afirmó el periodista.
Con mucho dolor, el periodista invitó a discutir colectivamente para una agenda con objetivos de corto y mediano plazos para proteger a los periodistas, al periodismo y al derecho a la información a la democracia.
“Pensamos en hacer algunas mesas de diálogo, pero por supuesto estamos abiertos a otros temas. Por ahora, discutiremos sobre Corrupción y/o ineficiencia de instancias locales de procuración y administración de justicia, Inoperancia de mecanismos nacionales de seguridad para periodistas y Publicidad oficial excesiva y opaca”, expresó el autor de La guerra de los Zetas, El cártel de Sinaloa y la biografía de Slim, entre otros.
“Es una lista larga de temas, por caos Autocensura de medios locales como reacción a la violencia e Informalidad y desprotección laboral de periodistas, por si les interesa, aquí estaremos y están todas las indicaciones en Horizontal”, dijo Osorno.
En medio de la congoja, Lydia habló del presunto refugio «para periodistas» que no funciona para nada y armado por el gobierno deMiguel Ángel Mancera, «algo que si hubiera servido hubiéramos salvado la vida de Rubén Espinosa y Nadia Vera, están viviendo de nuestros recursos, con nuestros impuestos, pero no hacen nada. Cuando tenemos que sacar a algún periodista de algún medio para cuidarlo, nuestras casas se convierten en refugio», dijo Cacho.
¿Se cuidan? fue una pregunta a ellos y lo que Diego Enrique Osorno contestó: «ahora por un tiempo largo no sabremos nada del Norte, porque esos periodistas que han comenzado a cuidarse, sobre todo luego del asesinato de Javier Valdéz Cárdenas, no nos contarán nada, habrá un gran manto de silencio, además del horror cotidiano».