Rita Varela Mayorga
17/05/2016 - 12:00 am
Políticos: esa plaga que abusa de la gente
El pasado 30 de marzo, el perredista Jesús Zambrano Grijalva, en su calidad de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, le preguntó a Carlos Antonio Santamaría Díaz, un niño de nueve años, graduado en el diplomado de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Química, de la Universidad Nacional Autónoma […]
El pasado 30 de marzo, el perredista Jesús Zambrano Grijalva, en su calidad de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, le preguntó a Carlos Antonio Santamaría Díaz, un niño de nueve años, graduado en el diplomado de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Química, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), si de mayor le gustaría ocupar una curul en el Congreso.
La respuesta de Carlos Antonio ante el Pleno de la Cámara Baja fue contundente y también reveladora de lo que los mexicanos pensamos actualmente de los políticos.
“¡No, yo no quiero ser Diputado, no quiero ser como ustedes; yo quiero ser científico!”.
El “no quiero ser Diputado” y el “ni como ustedes” causó risas y arrancó aplausos entre algunos legisladores. Pero la expresión del niño genio sintetiza el sentir de millones y millones de mexicanos que hoy –en un país cada vez más desigual y con un Estado de Derecho resquebrajado, gracias a las acciones y omisiones de los políticos– coinciden en que para ejercer esa actividad hay que tener, de entrada, altos niveles de desvergüenza e inmoralidad.
Algunos analistas destacan que México vive hoy en franco retroceso por las más de tres décadas de “neoliberalismo salvaje”. Y sí, la exaltación privatizadora y de la libre competencia de esa ideología al servicio de un puñado de políticos y empresarios ha generado que más de la mitad de los mexicanos vivan hoy en pobreza, en una franca desigualdad y con un futuro en donde lo único seguro son años de hambre, explotación y violencia.
El neoliberalismo es pues sólo una parte. A la degradación del país, en todos las áreas de la vida pública, los que han abonado con mayor énfasis son los políticos.
Si el neoliberalismo, como modelo económico y como ideología, fracasó en su objetivo de lograr un Estado de bienestar, los políticos defensores de este proyecto, en sus diversas fases, arruinaron el prestigio de su actividad profesional, convirtiéndose así en la encarnación de los grandes males del país: la impunidad que genera corrupción; la demagogia que no es más que muestra de ignorancia e ineficacia; la práctica sectaria o partidista que defiende interés de grupo y que se olvida del bien común; el caciquismo que se mantiene fuera de la Ley lo mismo en pueblos que en ciudades, que en partidos políticos y en gobiernos; el abuso del poder que lleva a la violación diaria de los derechos humanos…
Hoy, como nunca antes, los políticos llenan las páginas de los periódicos, noticieros y sitios de Internet como protagonistas y cerebros de fraudes, corrupción e incluso asesinatos… Los hay de todos los cargos, de todos los partidos, de todas las regiones.
Del otro lado, las historias de mexicanos violentados, despojados de sus tierras, molidos a golpes, desaparecidos, encarcelados, muertos a manos de las propias autoridades y por acción y omisión de los políticos son el pan de cada día.
A diario mentamos madres contra ellos y nos preguntamos hasta cuándo se les pondrá en el lugar que merecen [la cárcel, por lo menos]. Pero dejar la indignación a nivel de las mentadas no alcanza para batallar contra ellos. Son las acciones de la mayoría, de la sociedad civil unida, las que pueden combatir a esa plaga que, escudada en las siglas de partidos y nomás porque les da la gana, abusa contra la gente.
El próximo 5 de junio 16 entidades irán a las urnas para renovar diversos puestos de elección popular; en 12 de esos estados se elegirán gobernadores, y hay en todos esos procesos una nueva oportunidad para que la ciudadanía muestre su hartazgo con el voto, hasta ahora la única herramienta de cambio democrático que tenemos los mexicanos y que debe usarse para mandar hasta allá, muy lejos, a los políticos corruptos y abusones.
El de junio es el experimento para lo que vendrá después: la elección federal de 2018, en la que la ciudadanía también tendrá oportunidad de pasarles facturas por la enorme cadena de agravios que acumulan, escudados en una profesión ahora despreciada y despreciable.
“¡No, yo no quiero ser Diputado, no quiero ser como ustedes”, les dijo a los políticos el niño Santamaría Díaz en la Cámara Baja, y por fortuna hay millones de mexicanos que pensamos lo mismo; ahora hay que decírselos todos a la cara, así con la misma autoridad de Carlos Antonio.
¡Buena semana, y nos vemos el próximo martes!
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