Alma Delia Murillo
17/05/2014 - 12:02 am
Darwinismo social: exitosos
-Señores, tenemos que desarrollar una propuesta muy sencilla –ladró Marco, esperando que los demás en la sala se dieran cuenta del poder de su testosterona. Sí, Marco ladraba. Nadie – y cuando digo nadie, quiero decir nadie – se atrevería a sugerir que la voz de Marco no suena como un perro mal educado que […]
-Señores, tenemos que desarrollar una propuesta muy sencilla –ladró Marco, esperando que los demás en la sala se dieran cuenta del poder de su testosterona.
Sí, Marco ladraba.
Nadie – y cuando digo nadie, quiero decir nadie – se atrevería a sugerir que la voz de Marco no suena como un perro mal educado que ladra todo el día.
Los tres mercadólogos llevaban dos horas intentando discutir cuál sería la mejor propuesta para la campaña de lanzamiento del nuevo desodorante.
Aunque no exactamente dos horas, seamos testigos de la crueldad del paso del tiempo en la oficina: restemos veinticinco minutos que necesitaron para bajar por un café a la tienda de la reconocida marca de estrellitas que eleva a nivel de vizconde a quienes la consumen.
Menos quince minutos que les tomó establecer una conferencia telefónica con su jefe fuera de la ciudad.
Menos diez minutos para encender las computadoras, tener suficiente cobertura de navegación en internet y siete minutos finales para hacer que el proyector funcionara.
Si hemos calculado bien, les queda sólo una hora con tres minutos: ahora están bajo presión. Qué dura es la vida para estos hombres, el tiempo juega en su contra.
Después de cuarenta horas de junta, Marco, el que ladra como perro; Sergio, el bien peinado y Memo, el de los relojes carísimos; están exhaustos, famélicos, sin ideas y con la frustración a tope.
No logran ponerse de acuerdo a pesar del gran esfuerzo que hacen.
De pronto el bien peinado tiene una idea para desempantanar semejante crisis. Sugiere apagar las computadoras y el proyector -que sigue en blanco-, desconectar los teléfonos y diseñar bocetos con sus herramientas de la era Paleozoica: toman sus lápices, papel y cutter y sienten cómo llegan esos doscientos noventa millones de años de instintos a sus manos.
Ahora intentan plasmar la masculinidad en figuras elementales. Trazos rupestres, manifestaciones pictóricas que simbolicen al hombre: lanzas, jabalíes, fiereza.
Algo primitivo permea el ser del bien peinado cuando escucha a Marco ladrando. Lo odia, odia su taladrante voz de dueño del mundo. Su pretensión de ser el perro de adelante que sólo se sustenta por su lugar en la tribu como el mejor pagado.
Y el odio lo alimenta, se siente vivo y poderoso, capaz de todo. El dibujo del hombre de la lanza que él mismo delineó en el papel lo mira como retándolo, como liberándolo de todos esos años de camisa azul objetivo empresarial y corbata gris asalariado. Sin darse cuenta se hiere la mano con el cutter y la sangre lo induce a un trance frenético: se levanta de un salto para darle unas palmadas en la espalda a Marco, que estalla en ira al ver su costosa camisa arruinada por las manchas de sangre y responde con un puñetazo seco en la cara.
El de los relojes carísimos se siente súbitamente colérico y se monta en la pelea sin mediar razones. Ladran todos, hay mordidas, patadas, golpes, cabezazos.
La perturbada intendente suelta un alarido que atrae a todo el personal de la oficina. Aterrados y corporativos contemplan los cuerpos en el piso, la sala de juntas salpicada de sangre, dedos mutilados, sillas rotas, vasos de café de la marca de estrellitas y computadoras despedazadas en el suelo.
La campaña para el desodorante estará basada en el concepto del hombre cazador que persigue y alcanza a la hembra, hembra que se volverá loca de placer cuando perciba el aroma de la sangre en la axila del macho.
Sin duda será un éxito, todo el mundo hablará de ello.
En el comunicado que el Vicepresidente enviará al personal de toda la compañía, habrá un párrafo final que, apegándose a los valores de la organización, convertirá el suceso en algo positivo pues hay una oportunidad de desarrollo en los tres puestos libres; quienes se interesen podrán ser evaluados para reemplazar a los caídos.
Y destacará lo más importante: fue una reunión creativa, intensa y con resultados; ejemplo inmejorable de la correcta administración del tiempo, el trabajo en equipo y el logro de objetivos que caracteriza a los Homo Exitus.
@AlmaDeliaMC
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