Le tiene miedo a la altura de México y por eso visita el país en diferentes escalas. Primero estuvo en Guadalajara, más tarde estuvo en Tepic -donde no me dieron café, se quejó- y finalmente en la capital, donde dio conferencias, presentó su libro y dio muchas entrevistas.
Ciudad de México, 17 de marzo (SinEmbargo).- Leonardo Padura dice que venir a México no le resulta fácil. Hay 2500 metros de altura y eso lo acobarda. Lo que hizo esta vez fue subir de a poco. Llegar a Guadalajara, donde hay 1000 metros y luego ir a la Ciudad de México.
Llegó para presentar su novela La transparencia del tiempo, donde Mario Conde cumple 60 años y mira el mundo desde esa perspectiva, tal como le pasa a él que tiene la misma edad (La Habana, Cuba, 1955).
No se sabe si va a filmar esta historia, por cuestiones de derechos y todas esas cosas. “Lo que sí es cierto es que con el actor Jorge Perugorría era una decisión que se había tomado desde hace tiempo y cuando le llegó el momento lo asumió con toda esencia”, dice a propósito de otras aventuras corridas por Mario Conde.
“Mario Conde es como el escritor Virgilio Piñera, que antes de la Revolución era censurado y después de la Revolución era censurado, es decir, un inadaptado”, expresa Leonardo Padura, quien hace de las próximas novelas, siempre como un reto.
–Mario Conde ya tiene 60 años…
–¿Cómo llegó allí?
–Es cierto. El cuerpo dice una cosa y la mente otra, ¿se siente usted así?
–Yo a través de Mario Conde transmito muchas cosas que me pasan a mí. No solamente con la realidad exterior, sino también con la realidad interior. Como Conde es mi contemporáneo tiene una serie de maneras de entender la vida, de practicar determinados conceptos sociales, éticos, culturales, me es muy fácil llevar al personaje las preocupaciones que me van surgiendo. Conde, al llegar a los 60 años, me sirve para llevarme a una reflexión sobre mi propio envejecimiento. Creo que es un proceso donde uno se queda sorprendido, en la medida que va produciéndose, pero que tiene que asumir. Además, en muchos sentidos, el organismo y la propia mente lo obligan a uno a tener que asumirlo.
–El escritor rumano Mircea Cărtărescu decía que había podido hacer Solenoide, su mejor novela, a los 60 años, cuando creía que podía repetirse. ¿La transparencia del tiempo es algo así para usted?
–Creo que por mi propia manera de entender el trabajo de escritura, si bien yo soy muy conservador en determinados elementos de la vida personal, un poco como Mario Conde, donde he creado mi propia fortaleza donde está mi familia, mis amigos, mis libros y trato de que eso no cambie, aunque por supuesto envejece. Hace tres años perdí a mi padre, que era un poco el centro de la familia, aunque el puntal es mi madre, porque las mujeres son las que mandan, en un momento llegó una etapa de la vida, universal y cubana, en que estamos viviendo un momento de gran incertidumbre, de gran caos y eso pues me fija en un sitio y me da seguridad. Ahora bien, soy un escritor muy inseguro, siempre pienso que el libro que estoy escribiendo es un desastre, que no va a ninguna parte, que no va a funcionar, lo que hago es retarme. Y hasta ahora lo he hecho, con cada una de mis novelas y me ha ido bien. Perfectamente podría escribir una novela policial al año…
–Como John Banville, usando el nombre de Benjamin Black
–Sí, pero no lo hago. Yo, Leonardo Padura, no invento una estructura, un asesinato un poco misterioso y puedo escribir una novela de 250 páginas cada seis meses. Para mí, eso no tiene sentido. Lo que hago es hacer la próxima novela como un reto, tratando de que sea diferente, de que sea la mejor novela posible, que soy capaz de escribir en el momento que la hago.
–Lo entrevisté hace unos años y usted decía que ojalá no viniera un “Starbucks” a La Habana, acerca de los cambios que se iban a producir
–Bueno, el “Starbucks” no llegó, pero ojalá llegue, porque el café que venden en La Habana es tremendo. La situación económica cubana es muy delicada, el propio Raúl Castro reconoce que la asignatura pendiente del país es la economía, se están tratando de instrumentar cambios sin que cambie la estructura social del país y esto ha hecho que a veces las cosas se muevan en un sentido casi circular. Se avanza y se vuelve al punto de origen. Estamos en vísperas de una reunificación monetaria, hace 10 años que estamos en vísperas, en Cuba circulan dos monedas, una con valor de divisa y la otra con valor interno, lo cual ha deformado la economía y las finanzas cubanas. A veces lo que falta es perspectiva. Si bien se quieren hacer las cosas, hasta que la economía no funcione como debe funcionar, está difícil.
–Dicen que esta es su novela más política, pero no me lo parece. ¿No es sobre todo irónica?
–Claro que no, no es política para nada. Esta es una novela donde Mario Conde, con esa edad provecta, se aprovecha de los espacios de la inteligencia y de la palabra para ser más irónico. Creo que la mirada es muy irónica con respecto a muchos aspectos de la vida, pero también es una mirada muy triste con respecto a un mundo desde una sociedad que se había concebido como una sociedad muy igualitaria, muy compacta, pues eso va desapareciendo. No es importante que aparezca la riqueza, sino los sectores que se empobrecen, que de acuerdo a mi punto de vista, difícilmente vayan a resurgir.
–En la novela habla de una sociedad decadente, que ya no tiene posibilidades para avanzar, pero pasa en todos lados. Decía Manu Chao que “no hay que comprar”, que toda esta sociedad de consumo va a llevar al hoyo a la humanidad…
–Sí, yo creo que estamos viviendo un conflicto de nivel universal, lo que fue los conceptos de vida y los que son ahora. El mundo digital cambió muchas maneras de relacionarse y en los lugares donde hay una cierta capacidad económica de consumo, se vive una cultura casi de lo desechable. Se compra algo e inmediatamente se desecha, porque hay que comprar el otro. La gente vive en esa lucha, aunque tenga que empeñarse. El espacio que tiene la espiritualidad en las sociedades contemporáneas se ha ido reduciendo.
–Bobby es un personaje con el que Mario Conde no se hubiera relacionado en otro momento
–Mira, con Bobby conseguí algo que al principio de la novela no lo había pensado y fue tratar el tema de lo que había sido la homosexualidad en Cuba, en momentos en que había sido reprimida, estigmatizada, no solamente moral, religiosa, familiarmente, sino políticamente y un momento en que ese homosexual tiene una vida que puede ser muy normal y no es una víctima, sino que se convierte en un victimario. Creo que los seres humanos tenemos muchas capas, tenemos muchos rostros, incluso los más íntegros. Los rostros de Bobby tienen carácter ético y por eso ahora en lugar de una víctima puede ser un victimario.
–En su novela se muestra como Cuba y España están muy cerca
–La relación que tiene Cuba con México y España es muy visceral. Por razones de carácter cultural, histórico, familiar, ha habido momentos donde ha habido una gran tensión política, cuando triunfó la Revolución hubo muchos países que rompieron relaciones con Cuba, pero México y España no.
–¿Qué pasa con Dios en Cuba?
–Me parece que esta es una pregunta muy interesante, la más interesante que me has hecho. Durante 30 años, había unas planillas que tenías que llevar para la universidad, para el colegio, y te preguntaban si creías en Dios y la gente ponía no. Porque eso lo marcaba políticamente, creer en Dios te marginaba. Pero Cuba es un país con una cultura religiosa muy popular y profunda. Que se expresa de muy diversas maneras. Esencialmente somos un país de cultura católica, pero ese catolicismo está muy mezclado con las religiones africanas y hoy en Cuba es enorme la cantidad de gente que o va a la iglesia o va al santero.
–¿Usted cree en Dios?
–No. Yo soy agnóstico igual que Mario Conde.