Nestora Salgado, quien espera en el penal de Tepepan la resolución de tres causas penales que defina su situación legal, agradeció a quienes la han apoyado en su lucha. “No soy traicionera”, dijo la líder la policía comunitaria de Olinalá en respuesta al Partido de la revolución Democrática (PRD) y al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que le han expresado su respaldo.
Por Lourdes Chávez
Ciudad de México, 17 de marzo (SinEmbargo/El Sur).- “Que no se confunda mi lucha con algo político”, pidió Nestora Salgado García, líder de la policía Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) de Olinalá, ante las expresiones de apoyo de actores sociales y políticos que a lo largo de su encierro han arropado su causa.
Mientras espera en horas una nueva resolución de los jueces que la declaren en libertad, después de dos años y siete meses en prisión, subrayó que su lucha es apartidista, por los presos políticos, en particular los de la policía comunitaria de la CRAC, y por los más desprotegidos; no es por cargos políticos.
Aceptó a todos los que se acercaron y agradeció a los que fueron solidarios con sus hijas. “No soy traicionera”, pero no tiene compromisos con nadie, en respuesta al Partido de la revolución Democrática (PRD) y al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que le han expresado su respaldo.
Insistió en que el movimiento en torno a su libertad también debe ser por un mundo sin violencia, sin muerte ni secuestros, en un diálogo en el penal de Tepepan, donde espera la resolución de autos de tres causas penales sobre su situación legal (libertad o formal prisión), a más tardar la madrugada del jueves.
También señaló que sus acciones como la comandante de la policía comunitaria de Olinalá no fueron radicales, aunque la llevaron a prisión, “siempre buscó lo correcto”.
Cuando Nestora Salgado estuvo al frente de la policía comunitaria de Olinalá, llevó al sistema de seguridad y justicia de la CRAC, incluso a funcionarios municipales en situaciones ilícitas, y esto provocó mucha tensión con autoridades estatales, que en respuesta encarcelaron a líderes e integrantes de la Casa de Justicia de El Paraíso.
Vestida con el color reglamentario de las reclusas del penal, crema claro, y colgados dos crucifijos –uno de madera, regalo del sacerdote y activista de derechos humanos, Alejandro Solalinde Guerra–, sigue hablando con la fuerza, claridad y sencillez que la caracterizan desde que su liderazgo se hizo visible en Olinalá.
“Si en algo me enfoqué, fue en querer enseñar a la gente lo que era mejor, quiero que las cosas se hagan de la mejor manera. Si denuncio violaciones a los derechos humanos, no quiero abusos, no quiero caer en actitudes déspotas si critico el maltrato a los más humildes”, precisó.
Declaró que siente respeto y amor por los campesinos porque “son bien decididos”, cuando se resuelven a luchar por s su comunidad.
Recordó que durante la organización del movimiento de seguridad en Olinalá fue necesario reconocer el esfuerzo de los hombres que acudían a las reuniones después del jornal en sus tierras de labor, cansados, con tierra, en el tiempo que podía ir a sus bañarse para descansar.
Confía en que es cuestión de horas para que salga de prisión, tras recibir hace 10 días tres autos de libertad de las primeras tres causas penales en su contra. Aclaró que lo primero será velar por su salud, delicada por un accidente automovilístico, y deteriorada con de dos y medio de cárcel.
Se reservó hablar de la posibilidad de exigir la reparación del daño por el tiempo en prisión y los daños a su integridad, como recomendó el grupo de detenciones arbitrarias de la ONU y también la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Indicó que es un tema que debe analizar con sus abogados.
Aunque la prisión ha tenido vivencias amargas, al punto que sentía que quisieron volverla loca, siempre tuvo la esperanza de alcanzar su libertad. Le cambió la vida un accidente automovilístico que la inmovilizó un mes. No sentía las piernas ni brazos, “fueron momentos de mucha impotencia, depender absolutamente de otros”. A partir del accidente fue pensionada en Estados Unidos, donde ya contaba con la doble nacionalidad.
También le permitió ver el mundo desde otra perspectiva, el de las personas con discapacidad. Recuperada, recordó que comenzó a apoyar a migrantes centroamericanos, después a las comunidades más pobres de Olinalá. Poco a poco, dijo, se ganó la confianza de los vecinos que acudían a ella por consejo, incluso por ayuda jurídica que gestionaba a través de sus conocidos.
Cuando surgió el Movimiento Social Olinalteco, en 2012, antes de incorporarse a la CRAC, recordó que particularmente los hombres la eligieron para liderar la organización de la población.