El recorrido del Papa por México llega hoy a su fin en Ciudad Juárez, Chihuahua, una urbe que ha padecido todos los males a los que el Pontífice se ha referido a los largo de su recorrido por el país: crimen, corrupción, impunidad, falta de oportunidades para los jóvenes…
Ciudad de México, 17 de febrero (SinEmbargo).– La ciudad que hoy recibe al Papa Francisco ya no es la más letal de México. El promedio de 10 homicidios diarios alcanzado en 2010 ha descendido a uno y, este año, la asociación Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia penal la dejó fuera de la lista de las ciudades más violentas del mundo.
Ciudad Juárez es, ahora, una capital de la impunidad. La narrativa oficial sostiene que los más de 10 mil homicidios que se registraron entre 2008 y 2011, durante el despliegue de hasta 10 mil elementos militares y de la Policía Federal, obedecieron a una guerra entre bandas del crimen organizado. Pero en la mayoría de las investigaciones de estos asesinatos –o un 85 por ciento, de acuerdo con una estimación reciente proporcionada a este medio por la Fiscalía General del Estado– no hay avances para acreditar quiénes fueron los responsables o sus motivos.
Organizaciones de la sociedad civil calculan, además, en 14 mil la cantidad de niños y niñas que quedaron huérfanos, sin sustento y sin atención de institución gubernamental por estos crímenes. Otros más de 200 mil residentes tuvieron que vivir desplazados de esa frontera por años.
Las desapariciones de mujeres jóvenes y con características de ser casos de alto riesgo continúan. Las organizaciones estiman en 80 los reportes vigentes desde 2008; ocho de ellos tan sólo en el pasado mes de enero, o un reporte casi cada cuatro días.
El crimen organizado, además, sigue presente. La Operación Conjunta Chihuahua arrestó a presuntos integrantes del denominado Cartel de Juárez y de La Línea, pero una veintena de personas identificadas desde 2012 en Estados Unidos como estructura del Cartel de Sinaloa en Juárez, la mitad de ellos ex policías, siguen libres.
EL AIRE DE IMPUNIDAD
La impunidad, en palabras del sacerdote Oscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, persiste alrededor de casi la totalidad de lo que ocurrió en Juárez no sólo durante los cuatro años de intensa violencia atribuida a la disputa por el territorio u Operación Conjunta Chihuahua, sino desde hace más de 20 años, cuando aquella frontera mexicana empezó a llamar la atención del mundo por la facilidad con la que se asesinan mujeres y se abandonan sus cadáveres en el desierto.
Por todo eso, sintetiza Enríquez, la ciudad que encontrará el Papa es una comunidad con mucho dolor y sumida en décadas de injusticia. “El escenario que encontrará el Papa es un escenario de mucho dolor y sufrimiento, por todo lo que se ha sufrido desde más de 20 años, desde 1993, cuando inician a registrarse los feminicidios, y no se ha hecho justicia”, dice.
“Además, durante el Operativo fuimos testigos de abusos gravísimos del Ejército y de la Policía Federal; hay más de 10 mil familias que perdieron a sus seres queridos, 14 mil huérfanos, unos 200 mil desplazados en Juárez y en El Valle, y en ese sentido hay secuelas muy presentes, impactos emocionales, rompimiento del tejido social y, aparte, no se ha hecho justicia”, insiste.
Enríquez y representantes de otras organizaciones de la sociedad civil de Ciudad Juárez formaron en días pasados el colectivo “Al encuentro con Francisco” para asegurarse de visibilizar las profundas problemáticas que persisten en una frontera que diversos funcionarios de Gobierno –desde el ex Presidente Felipe Calderón hasta el Gobernador César Duarte– han querido convertir en ejemplo de la recuperación de la paz.
Pero la realidad de Ciudad Juárez, expusieron las organizaciones en un posicionamiento difundido el pasado fin de semana, sigue siendo la violencia y la falta de justicia. “Queremos decirte Francisco, que pese a lo que te digan políticos y empresarios, esta es una ciudad lacerada por la violencia, la muerte y el dolor de víctimas y familiares”, dice una carta dirigida al Pontífice por organizaciones locales como la Organización Popular Independiente, Casa Amiga, Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo y otras.
“Debes saber también que la ausencia de justicia va profundizando las heridas de una ciudadanía que es sistemáticamente ignorada por sus gobernantes y que mediante discursos buscan maquillar la realidad, tal y como lo han hecho con las calles y fachadas por donde pasarás en tu recorrido. La verdad es que Juárez sigue abandonada, a merced de la avaricia e indolencia de sus autoridades”, agregó el texto.
Como la impunidad, las organizaciones ven entre las problemáticas estructurales de la ciudad los bajos salarios y la falta de libertad sindical en la industria maquiladora que emplea, estiman, a un 58 de la población económicamente activa de la ciudad.
Condiciones, agrega Cecilia Espinoza, integrante de la Red Mesa de Mujeres y parte del colectivo que suscribe la misiva a Francisco, que fueron expuestos con los despidos de los obreros que trataron de organizarse por mejoras salariales en trasnacionales como Eaton Bussmann y Lexmark.
La impunidad, la violencia y la pobreza, se mezclan además con los crónicos rezagos sociales acentuados por la imparable expansión urbana que, justificada con la instalación de industrias maquiladoras, ha enriquecido “obscenamente a algunos empresarios/gobernantes corruptos y al resto –dicen las organizaciones en la carta– nos ha legado una ciudad y una vida precarias”.
La delincuencia, sintetiza Espinoza, se sigue abordando desde un ángulo policiaco y de sanciones, y todavía no se atiende el conocido diagnóstico de rezagos institucionales, sociales y económicos que están en el fondo de la generación de la violencia.
“Estas problemáticas que planteamos, tanto de la precarización de la vida, de bajos salarios, del déficit de desarrollo social y urbano, el tema de la deserción escolar, el déficit de las instituciones escolares, todo eso plantea causales de la delincuencia y de la falta de oportunidades que, al final de cuentas, les brinda (a los jóvenes) el crimen organizado; todo eso continua”, dice Espinosa.
“Seguimos estando en una situación en la que es fácil que se capture o coopte a los jóvenes para la delincuencia organizada”, agrega.
LA RUTA VIOLENTA DEL PAPA
Francisco llegará este miércoles al aeropuerto de Ciudad Juárez a las 10 de la mañana. En una gira de alrededor de 30 kilómetros y nueve horas, se encontrará con presos, empresarios, obreros, seminaristas y, a las cuatro de la tarde, oficiará una misa en un altar acondicionado en un predio cercano al estadio Olímpico Benito Juárez, justo en la línea fronteriza con El Paso, Texas.
Ahí, entre los 300 mil asistentes que se esperan, estarán también alrededor de 15 mil familiares de víctimas de hechos de violencia, como homicidios, feminicidios y desapariciones no sólo en Juárez, sino en el resto de Chihuahua y otros estados de la región norte del país, como Nuevo León y Coahuila.
Las autoridades y empresarios, por su parte, se han encargado de que en el paisaje urbano haya anuncios espectaculares que digan que Juárez, otrora conocida como la ciudad más violenta del mundo, también “es amor” y que “estamos listos”.
No hay, sin embargo, sede del recorrido que no esté marcada por la historia de algún hecho violento. El patio del Centro de Readaptación Social hoy denominado Estatal Número Tres y donde Francisco se encontrará con un grupo de presos fue, entre 2005 y 2007, escenario de riñas y ataques de integrantes de la pandilla de los Aztecas a otros presos que dejaron 17 víctimas. Otras 17 personas fueron asesinadas en julio de 2011, en una zona denominada Prisión Preventiva.
El Colegio de Bachilleres ubicado en el Parque Central se encuentra, a su vez, a pocos metros del fraccionamiento Las Acequias, donde en 2004 se encontró una casa con 12 cadáveres enterrados de manera clandestina en un pequeño patio.
Los propios alrededores de donde ahora está el altar para la última misa de la gira, sobre lo que fue la antigua Feria Juárez, fueron utilizados para hechos tan macabros como el abandono, en agosto de 2010, de los restos de un agente de la Policía Federal que fue descuartizado.
Pero tocar la realidad de Ciudad Juárez es precisamente el sentido de la gira Papal, considera el sacerdote Alberto Meléndez, de la Pastoral Penitenciaria y quien recibirá a Francisco en el Cereso.
“Creo que el Papa conoce bien la situación de Ciudad Juárez, por informes que se le han enviado, y sabe que es una parte importante de México, que había habido mucho olvido”, dijo el presbítero en entrevista.
“Aquí encontrará mucha fe, y también alegría, de toda la gente que lo está esperando y que está motivada por lo que pueda decirnos, y que esperamos sea una palabra que nos anime a echarle ganas”, agregó.
Meléndez explicó que el Pontífice llegará al interior del Cereso y que, primero, realizará una oración en una capilla instalada en el patio central, después de lo cual se reunirá con unos 900 integrantes de la población penitenciaria, una de los cuales le dará un mensaje de bienvenida.
Las mayores expectativas de Meléndez con respecto a la visita, sin embargo, están alrededor de la misa que oficiará el Papa en la línea fronteriza y del mensaje que dirija a las miles de personas directamente afectadas por la violencia en la región norte de México.
De acuerdo con Espinosa y Enríquez, la intención de las denuncias que decidieron hacer no es que el Papa Francisco opere “milagros” ante una ciudad de profundas heridas, problemáticas, rezagos e injusticias.
Pero sí se espera, dijo Espinosa, que como Jefe de un Estado integrante de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) incida en una exigencia internacional para que el Gobierno mexicano cumpla con los múltiples llamados y advertencias que ha recibido en materia de violaciones a derechos humanos.
“Que frente a eso, en sus diálogos con las autoridades a nivel federal y estatal, que pregunte cuáles son las acciones que han implementado y que van a implementar para el cumplimiento de estas recomendaciones de las instancias internacionales en materia de derechos humanos”, dijo Espinosa.
“También, que haga un llamado a un sector de la Iglesia Católica, que es un actor fundamental en Ciudad Juárez, para que sean cercanos y tengan una voz activa frente a las problemáticas de la ciudad, porque una gran demanda que han hecho familiares de víctimas de la violencia, creyentes, es esta ausencia en la iglesia Católica, y que creemos debe fortalecer ese vínculo, no desde los dogmas, sino desde entender que es importante fortalecer y dar palabras de aliento ante esta problemática, que se incida en generar estas políticas públicas frente a estos contextos en los que estamos viviendo”, agregó.
“ESTÁN MATANDO A NUESTRAS HIJAS”
Una de la fieles que escuchará a Francisco en la misa es Susana Montes, de 45 años y madre de Guadalupe Pérez Montes, estudiante de secundaria secuestrada en la Zona Centro a los 17 años. Su caso es uno de los procesados el año pasado en un juicio oral en el que fueron encontrados culpables cinco integrantes de la pandilla de los Aztecas dedicados a la trata de personas. La red criminal, de acuerdo con un testimonio presentado por la Fiscalía en el juicio, operaba con el conocimiento de las autoridades armadas desplegadas en la ciudad que siguen sin ser investigadas. Los autores de los asesinatos de la jóvenes víctimas, cuyos restos fueron encontrados en un arroyo de El Valle, tampoco han sido identificados.
Las familias cuyas hijas han sido víctimas de este tipo de delitos, resume Montes en entrevista, viven en un horror constante. Y eso querían decirle al Papa Francisco en la reunión que, sin éxito, trataron de concretar con ayuda de organizaciones.
“Queríamos hablar con él; decirle que no se trata de sólo lo que hace el Presidente (municipal), de arreglar las calles; sino decirle lo que nos pasa, cómo vivimos, que es algo horroroso”, dice la madre de familia.
“Yo, sinceramente, le diría que le doy las gracias por venir a la ciudad, y que necesitamos mucho la bendición que nos va a dar, y que diera unas palabras a las personas que nos están haciendo tanto daño, que él hablara, con el poder que tiene, pero que también viera lo que estamos pasando las familias: que están matando a nuestras hijas”, agrega.
Susana insiste en la conversación en que los arreglos para la visita no deberían estar en las calles, sino en las problemáticas, como la impunidad, la corrupción y la inseguridad en la que viven las familias de esa frontera que no saben, dice, cuándo les tocará a ellos perder a una hija.
“¿Cuánto hubiéramos querido acercarnos –cierra– y decirle lo que estamos pasando, que nos ayude, que ya no haya más repetición, que agarren a estos capos, a estas personas que nos están haciendo tanto daño. Que se haga justicia, pero aquí, en la tierra”.