El miedo a ser deportado y perder lo que han construido es el mayor temor al que se enfrentan los “dreamers” mexicanos. En 2012 el aún Presidente Obama, frenó la deportación y autorizó el que pudieran trabajar de manera temporal miles de jóvenes conocidos como “dreamers”, sin embargo, el discurso anti inmigrante del Presidente electo, Donald Trump, pone en cuerda floja su futuro. A continuación algunos testimonios.
Ciudad de México, 17 enero (Xinhua).- Los «dreamers» nacidos en México encaran la incertidumbre provocada por la posible cancelación por parte de Donald Trump de la orden ejecutiva que, desde 2012, les permite salir de la sombra en la que viven los migrantes sin papeles en Estados Unidos.
«Si esta nueva administración retira el programa sería como regresar a cero, al miedo a ser deportado y perder lo que has construido con tanto esfuerzo», manifestó a Xinhua Mauro Trejo, un universitario de 23 años que creció en Nueva York tras migrar con sus padres desde Ciudad de México cuando era pequeño.
La Acción Diferida para Allegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), proclamada por el presidente Barack Obama en junio de 2012, frena la deportación y autoriza a trabajar de manera temporal a miles de los jóvenes beneficiarios de la misma, conocidos popularmente como «dreamers».
Washington no ha hecho públicas las cifras oficiales del número de inscritos en el programa, sin embargo, la Cancillería mexicana ha referido que cerca de 560.000 connacionales se encontrarían entre los beneficiarios, por haber entrado a Estados Unidos siendo niños, tener estudios y carecer de condenas por delitos graves.
Ahora ese medio millón que nació en México pero creció y estudió en el vecino país vive la preocupación de no conocer su futuro a partir de este viernes 20 de enero, cuando el republicano Donald Trump llegue oficialmente a la Casa Blanca.
El magnate advirtió en su campaña presidencial que cancelaría los alivios migratorios ejecutivos de Obama, aunque después de ganar la elección del 8 de noviembre matizó su postura sobre los «dreamers» respondiendo escuetamente en una entrevista con la revista Time que hará «algo», sin especificar qué.
«Si se quita la DACA no sé qué quiere decir para mi carrera, no sé qué quiere decir para lo que pienso hacer en el futuro», manifestó a Xinhua la también universitaria Yahaira Morales.
«Realmente me considero americana (estadounidense) aunque no tenga papeles, porque el concepto es más que un papel. No puedo imaginar una vida de no estar allí (en EU) o de no poder estar allí», añadió.
Yahaira tiene 20 años de edad pero desde los tres años reside en Texas, donde llegó con sus padres cuando estos migraron a Estados Unidos desde su natal Tlalnepantla, municipalidad del central estado de México, buscando mejores oportunidades económicas.
Estudia el tercer año de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Texas en Austin, mientras que su padre labora en una fábrica de papel y su madre en un negocio personal de fotografía en la ciudad de Arlington.
Un caso similar es el de Mauro, quien creció en el barrio de Brooklyn y cursa Criminología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY, por sus siglas en inglés), además de laborar en la ventanilla que esa casa de estudios tiene en el consulado mexicano para orientar a latinos sobre temas educativos.
«Tengo compañeros y amigos que no son beneficiarios de la DACA y viendo ese espejo, entre los que no lo son y los que sí, puedo decir que te cambia completamente la vida porque trabajas tranquilamente. Pierdes el miedo a ser deportado», sostuvo el joven.
El director interino del Instituto de Estudios Mexicanos en CUNY, José Higuera, aseguró que es urgente que Trump anuncie su política hacia la DACA y ponga fin al suspenso que pesa sobre los beneficiarios y las instancias académicas que cuentan con programas para ellos, como la que él encabeza.
Dijo que la inquietud es una carga extra en la vida escolar y laboral de los «dreamers» mexicanos, parte de los 5,8 millones de migrantes connacionales sin papeles en Estados Unidos contra quienes Trump ha enfilado amenazas de deportación desde que en 2015 anunciara que pelearía por la presidencia.
«Si desde un principio dice ‘se termina el 20 de enero’ sabemos cómo responder a esta realidad, pero siempre da amenazas, dice su punto de vista, se retracta, regresa», expuso Higuera en entrevista.
«Nosotros, como institución académica, no sabemos cómo reaccionar todavía. Tenemos plan A, plan B, plan C», describió el académico.
Yahaira y Mauro son conscientes de que un escenario sería regresar a las sombras del indocumentado. Otro, más difícil, sería la deportación hacia México, el país de origen que el universitario admite que no considera como su casa.
«No sé cómo imaginarme una vida en México pero quiero imaginar una vida. Solo sé que quisiera que me recibieran con los brazos abiertos», apuntó, por su parte, la estudiante.
La presidenta del Colegio de México, Silvia Giorguli, advirtió que la posible deportación de «dreamers» implica para el país el reto de suavizar el proceso de integración de jóvenes que solo son mexicanos por nacimiento.
El desafío conllevará para las autoridades aligerar trámites de revalidación de estudios e impulsar las condiciones laborales para aprovechar sus conocimientos, pero la sociedad también tendrá la responsabilidad de aceptarlos sin reservas, enfatizó la demógrafa y socióloga en entrevista.
«Hay que cambiar el discurso y decir ‘no es un problema, es un recurso que hay que aprovechar’. Es facilitarles la integración porque con el capital humano, la capacidad que tienen y la juventud, lo que necesitan es el espacio y el empuje para poder desarrollarse», señaló Giorguli.
Para Yahaira, las dudas sobre lo que depararía una eventual vida en México son casi iguales a las que la tiene por la posible cancelación de la DACA. «¿Cuáles serían mis pasos? ¿Cuál sería mi rol en la comunidad? En mi nueva comunidad, que nunca he conocido realmente», cuestiona.
Por ahora, ella y Mauro coinciden en que mantienen la esperanza de que prevalezca la orden ejecutiva que, aseguró el universitario, es producto de luchas emprendidas por anteriores generaciones de migrantes por sus derechos.
«No siento miedo, al contrario, siento fuerzas para pelear por lo que nos merecemos, por nuestros derechos, por lo que nuestras generaciones previas han peleado. No es momento de doblar las manos, es momento de dar la cara», expresó Mauro.