Un libro que es a su vez el lado B de las voces oficiales; escrito para nostálgicos, adictos musicales y curiosos permanentes
Ciudad de México, 29 de marzo (SinEmbargo).- Los ‘80 no empiezan con el sexenio de Miguel de la Madrid, la muerte de John Lennon o la llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan, sino con MTV.
Los ‘90 no son los del TLC, Luis Donaldo Colosio o el EZLN, sino de la llamada radio alternativa y la reconquista del espacio público de la mal llamada «sociedad civil» y los 2000 no inician con la primera caída del PRI, sino con el nacimiento del iPod…
Y así…
Por todas esas cosas que transformaron sustancialmente la cultura de los últimos 50 años, es que los mexicanos ya no podemos ser retratados en forma exclusiva a través de los libro de Jorge Ibargüengoitia o el inevitable El laberinto de la soledad, de Octavio Paz.
Es así que con ese ojo avieso de productor permanente, es que José Luis Guzmán Monroy, más conocido como Miyagi, decidió en su reciente libro Retrofilia, editado por Grijalbo, hacer su propio “laberinto de la soledad”.
El locutor y conductor junto con Jairo Calixto Albarrán del programa Charros contra Gángsters, recorre cinco décadas que atraviesan los principales acontecimientos en la vida nacional a través de anécdotas cargadas de humor, como cuando Luis Echeverría, todavía presidente de México, se coronó con su célebre frase: «Antes estábamos a un paso del precipicio… ahora hemos dado un paso al frente»
Salpica también el recuento con eventos de escala mundial, como la Guerra de Vietnam y las innovaciones tecnológicas, contando entre otras cosas que en 1961 se creó el primer videojuego de la historia, Space Wars y recordando que en 1955 se editaron Lolita, de Vladimir Nabokov y Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
Habla de la programación en las salas cinematográficas y en los canales de televisión de la época (quién no se acuerda de El tesoro del saber, Los años pasan o Cosas de casados).
Al mismo tiempo, y gracias a su vasto conocimiento musical, regala listados de canciones emblemáticas de cada década con sugerencias como: «25 canciones para animar velorios» o «Las 25 peores canciones de los ochenta para ser escuchadas sólo bajo vigilancia médica».
–¿Realmente piensas que los libros son una forma de comunicarte con los muertos?
–(risas) Fíjate que esa idea no es nueva y siempre me pareció atractiva, en ciertos grados real y en otros no tanto, porque no hay retroalimentación, claro
–¿Qué te dieron los libros?
–El boleto de salida de donde estaba. Entre los libros y Los Beatles supe que había algo más.
–Esta Retrofilia intenta mostrar una realidad más amable de estos últimos 50 años de vida en México…¿es así?
–Mira, este libro nació a causa de José Agustín. Si bien su Tragicomedia mexicana fue muy importante para mí, siempre la sentí un poco regañona, como si muchos mexicanos hubiéramos tenido la culpa de no haber nacido a tiempo. La mala fortuna de nacer en los ’60 y no en los ’30, donde se dio la supuesta Edad de Oro. No lo sé. Si alguien me ofreciera tener otra vez 25 años no lo aceptaría, salvo por algunos detalles que no contaré en esta nota (risas) Siento que los mexicanos estamos muy anclados en el pasado y en esa idea de que todo aquello fue mejor. Soy más feliz ahora que a los 15 años.
–¿Cómo se puede ser feliz siendo panista?
–Se puede ser feliz de vez en cuando olvidando que eres panista (risas). Mira, me gustaba mucho el PAN como oposición, pero cuando llegaron al poder me di cuenta de que eran igual de rapaces y de corruptos que los priístas. Y con un gran inconveniente en el medio que me hizo ver un taxista: Al menos los del PRI salpicaban, los panistas se quedaron con todo. Trabajando con Vicente Fox aprendí que el poder te destruye siempre. Una vez, durante un Grito en el Palacio Nacional, con la muchedumbre ahí, claro que te marea, claro que terminan creyéndose dioses.
–Es imposible no preguntarte por Fox, tan cerca de él que estuviste. Me parece que tuvo en sus manos el poder de transformar sustancialmente este país y renunció a ello
–Esa es una de las tristezas más grandes de este país, junto con José López Portillo y el ’68. Esos son los tres sexenios perdidos de México. Ya no sabes en quién confiar, se fue todo por el caño.
–¿Cómo fuiste haciendo esta tremenda “Retrofilia”?
–Hubo de todo, recurrí a mucha labor hemerográfica, libros, anuarios. A fines del 2000 se puso de moda sacar fascículos con lo mejor de cada década y eso me dio muchos faros. También me guié por mis recuerdos, aunque me olvidé de muchas cosas. La historia quiso ser de a ratos personal, con un puente hacia mi generación, hacia esos que crecimos con la tele de bulbo, mirando la tecnología que venía, el Twitter, el streaming…
–La tecnología para los nacidos en los ’60 vino justo
–Claro, somos hijos de albañiles, de agricultores, pero nuestros hijos ya dominan el ciberespacio, van a vivir en Marte. Eso es lo más maravilloso de nuestro generación, que une tiempos, y es esa la historia que quise contar. Lo uní también a la música, que recuerde canciones, fragmentos de películas…
–Hay una gran influencia de la música anglosajona en México y eso se nota mucho en tu libro. No se escucha música latinoamericana, mucho menos de Brasil…
–Efectivamente. Es por la frontera con los Estados Unidos, por los wanabee de la clase media mexicana, que nunca miró al sur, porque eso era para los de izquierda y los revoltosos. La bossa nova tiene 50 años, aproximadamente, hay cosas muy interesantes allí, pero no pude ponerlo, el libro iba a quedar enorme.
–Me hizo acordar un poco a Alta fidelidad, de Nick Hornby
–Sí, luego me di cuenta. Esto de las listas lo hacía mucho cuando era el productor de Javier Solórzano y Carmen Aristegui: las listas para el Día de la Mujer, la lista de canciones que tengan nombre de chicas, cuando llovía mucho los temas que llevaran la palabra lluvia.
–Más que escritor, eres un productor permanente
–Todo lo tengo que tener armado, todo tiene que llevar un ritmo para que la gente no se aburra, por eso el libro está compuesto como por brincos, para que la gente no se aburra. Por otro lado, es un libro optimista: -Está bien, nos ha ido de la tostada, las cosas no nos salieron bien, pero hay que seguirle
–El mexicano tiene un espíritu de coleccionista…
–Sí, somos chachareros y guardar cositas es algo propio de mi generación. Siendo productor, no hay un dato menor, no hay un objeto inservible, además. Una de las cosas que guardo es el periódico con la noticia del asesinato de John Lennon, lo hice enmarcar y ese cuadro me ha soportado cuatro divorcios, un montón de mudanza, así que sí, efectivamente, guardo muchas cosas.
–Tu libro muestra que los mexicanos siempre nos la arreglamos para pasarla bien
–Somos muy aguantadores y siempre encontramos el tiempo para echar desmadre, eso es muy rescatable nuestro. Ese ánimo de no dejarte derrotar, esas ganas que a veces te surgen de prenderle fuego al Palacio Nacional con alguien adentro, no es sólo lo que sentimos, también sentimos alegría. Retrofilia es hablar de los mexicanos en plan cotorreo, pero he notado haciendo esta investigación que nadie quiere hablar de nosotros luego del ’94, como si todo hubiera acabado en Carlos Salinas. Para este libro leí mucho a Jorge Ibargüengoitia y ya no somos ese México. Hasta el México de Carlos Monsiváis y el Terremoto del ´85 ya quedó atrás.
–Y cómo somos los mexicanos del presente?
–Tenemos la capacidad de ser mucho más felices de lo que en realidad somos, más generosos de lo que nos han platicado y más tontos de lo que nunca hemos sido, porque repetimos los errores una y otra vez, una y otra vez… ¡Híjole!, otra vez ganó el PRI… Y hay que cuidarnos mucho de los candidatos independientes, no todos son buenos… Gobernar es tomar decisiones, no sólo estar en Twitter.