La clave para frenar el avance de la Opción Preferencial por los Pobres, un movimiento de izquierda eclesial latinoamericana surgida tras el Concilio Vaticano II, fue la disolución del Seminario Regional del Sureste, creado en 1969 por Rafael Ayala, predecesor en Tehuacán de Norberto Rivera Carrera, y por los entonces obispos de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, y de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes; del Arzobispo de Oaxaca, Bartolomé Carrasco, y del prelado de Huautla de Jiménez, Hermenegildo Ramírez. En su condición geográfica, el foco del seminario era la pastoral indígena al que se acusó de funcionar como un centro de formación guerrillera. Su cierre ocasionó una movilización sin precedentes de seminaristas y sacerdotes inconformes al punto de tomar la catedral.

“Norberto optó por caminar junto a los ricos, no con los pobres”, dice el padre Anastasio Hidalgo Miramón. Foto: Cuartoscuro
“Norberto optó por caminar junto a los ricos, no con los pobres”, dice el padre Anastasio Hidalgo Miramón. Foto: Cuartoscuro

Tehuacán, Puebla, 21 de febrero (SinEmbargo).- Es el padre Tacho, Anastasio Hidalgo Miramón, un hombre que como pocos conoce la vocación religiosa del Cardenal Norberto Rivera Carrera.

Y, como pocos, sufrió en carne y espíritu el aniquilamiento de la opción preferencial por los pobres.

“Porque Norberto optó por caminar junto a los ricos, no con los pobres”, atiza el ex párroco de San Gabriel Chilac, Puebla, en referencia al ex Obispo de Tehuacán y hoy Cardenal de México.

La referencia de Tacho es a la Opción Preferencial por los Pobres, un movimiento de izquierda eclesial latinoamericana surgida tras el Concilio Vaticano II, un evento del siglo pasado que inunda las palabras de Francisco, así llamado en su asunción papal en alusión al pobre San Francisco de Asís, aunque el argentino Jorge Bergoglio es de formación jesuita.

La Teología de la Liberación o Latinoamericana se concretizó en Medellín en 1968, cuando se habló de la injusticia institucionalizada y del pecado social. Surgió del Concilio Vaticano Segundo que, entre otros aspectos, pretendió la inculturación de la Iglesia a partir de la realidad social de los sitios en que estuviera asentada.

Hubo un paso más entre algunos de ellos, quienes buscaron a los más pobres, a los más olvidados, a los indígenas, e integraron el Seminario Regional del Sureste, una comunidad religiosa que formó sacerdotes mayas, tzotziles, zapotecos, mayas…

Y Anastasio estuvo ahí.

La historia de Anastasio también va junto a la instauración de una cultura de derechos humanos en Tehuacán, al lado de los perredistas asesinados en la mixteca y entre los zapatistas que caminaron a principios del 2001 hacia el Distrito Federal en la marcha del color de la tierra.

Por eso, en analogía al comandante zapatista Tacho, en Tehuacán le dicen padre Tacho o cura Hidalgo.

Es “un cura rojo” que habla de teología y marxismo con una playera estampada con la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego apenas visible de tantas lavadas que tiene y que calza unos zapatos viejos salpicados de cemento.

“Norberto se apartó del Evangelio”, resume Tacho en su humilde parroquia de San Gabriel Chilac, uno de los 29 municipios integrados en la diócesis de Tehuacán, región convertida por Rivera en el dique del avance de la iglesia marxista.

Y la clave para frenar el avance de la Opción Preferencial por los Pobres fue la disolución del Seminario Regional del Sureste, creado en 1969 por Rafael Ayala, predecesor en Tehuacán de Norberto Rivera Carrera, y por los entonces obispos de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, y de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes; del Arzobispo de Oaxaca, Bartolomé Carrasco, y del prelado de Huautla de Jiménez, Hermenegildo Ramírez.

En su condición geográfica, el foco del seminario era la pastoral indígena al que se acusó de funcionar como un centro de formación guerrillera.

En 1990, con cinco años de funciones en el obispado de Tehuacán, Rivera Carrera ordenó el cierre del Seminario, lo que ocasionó una movilización sin precedentes de seminaristas y sacerdotes inconformes al punto de tomar la catedral.

Hidalgo Miramón estaba entre ellos.

Rivera también fracturó el propósito de trabajo colegiado de Ayala, de tomar decisiones de impacto comunitario y no de manera aislada.

—¿Qué clase de Obispo fue Norberto Rivera? —pregunto a Hidalgo Miramón.

—Entendimos que con la presencia de Norberto y otros obispos, como Luis Miguel Cantón Marín, de Tapachula, que venían con otro pensamiento, a frenar una iglesia más comprometida con los pobres y las culturas indígenas. Norberto vino con el compromiso de cerrar el seminario. Primero deshacerlo como regional y convertirlo en diocesano, dependiente de él. Este hecho tensionó mucho a los sacerdotes, a los laicos en general y, por supuesto, a las diócesis. Creemos que Norberto llegó con el encargo de cerrar el seminario.

—¿De frenar la teología de la liberación?

—En cierto sentido, a partir de una institución. Había cosas que no aparecían tan claras, decían que (la pretensión de frenar a los teólogos) era por orden de la Congregación para la Doctrina de la Fe y que Norberto lo había ejecutado, había cumplido con decir que era muy peligroso, porque se decía que se enseñaba marxismo y que ponía en peligro la doctrina, que debía considerarse como de pensamiento subversivo.

—¿Sí empleaban modelos marxista para la interpretación de la fe?

—Habían elementos, pero no para la interpretación. El aporte del seminario en cuanto a la formación fue que aparte de la filosofía hacían parte las ciencias humanas y, en concreto, las ciencias sociales que se recurría a elementos del marxismo para hacer investigaciones del marco de realidad en términos de estudios sociopastorales.

— ¿Pretendió Norberto Rivera prohibir la aplicación de esa metodología?

—Norberto hizo un trabajo reduccionista, de no recurrir a tantos autores, sino hacerlo con uno seguro y ortodoxo. En mi caso, yo acompañaba en el área pastoral, tanto en filosofía como en teología. Nos pidieron eliminar bibliografías amplias y aplicar lo que aparece formalmente en todos los seminarios.

Noberto Rivera nació el 6 de junio de 1942. Es un hombre alto y aún está físicamente fuerte. Foto: Cuartoscuro
Noberto Rivera nació el 6 de junio de 1942. Es un hombre alto y aún está físicamente fuerte. Foto: Cuartoscuro

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El Cardenal Rivera nació el 6 de junio de 1942. Es un hombre alto y aún está físicamente fuerte.

En Tehuacán, seminaristas que desertaron del seminario diocesano aún recuerdan como, tras saludarles de mano, Norberto se las apretaba para llevar la suya a los labios de los jóvenes para obligarlos a que le besaran el anillo.

Norberto tuvo una doble escuela: la de Antonio López Aviña, uno de los obispos más conservadores de Durango, y la del ex nuncio apostólico en México, Girolamo Prigione, un hombre de Iglesia al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y un priísta al interior de la Iglesia que promovió el arribo de obispos de corte conservador y doctrinario.

Más datos de su conformación ideológica: Rivera impartió la materia de Teología Dogmática en el Seminario Mayor de Durango, en donde nació. Fue Asesor Diocesano del Movimiento “Jornadas de Vida Cristiana” y prefecto de disciplina en el mismo recinto.

Y dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, fue Secretario Ejecutivo del Departamento de Pastoral Familiar.

Norberto recibió la ordenación sacerdotal de manos Pablo Sexto, el 3 de julio de 1966.

Del mismo Papa que siguió y clausuró el Concilio Vaticano Segundo, el que buscó la actualización de la Iglesia, de renovar el compromiso con los pobres, del que emanó la Teología de la Liberación, la misma a la que Norberto combatió con ferocidad y eficiencia.

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El Concilio Vaticano II fue el acontecimiento del siglo pasado por el que una parte de la Iglesia asumió la necesidad de cambio. El evento fue vivido con más intensidad por los jesuitas —como el Papa Francisco lo es— quienes, en su congregación general número 31, plantearon la renovación para colocar la idea de la cristiandad en coherencia con la historia y el momento histórico, con el mundo y sus inquietudes: la felicidad es un propósito terrenal, no existe dignidad en la pobreza.

Tras la conclusión del Concilio Vaticano II y su puesta en marcha, en 1967, murió el Papa Pablo VI.

Fue electo sucesor Juan Pablo I quien murió a los 30 días en condiciones poco claras; su muerte fue tachada por la parte más a la izquierda de la Iglesia —no de su gobierno— como una conspiración homicida en el seno del Vaticano.

Y ascendió el polaco Karol Wojtyla con el nombre de Juan Pablo II.

Luis Fernando de Tavira Noriega (1948), dramaturgo, director de teatro, ensayista, pedagogo mexicano y, para el caso, seminarista de la Orden de Jesús hasta momentos antes de ser ordenado, opción a la que renunció por el retroceso que observó en el catolicismo, habla de Wojtyla:

“Un poder identificado con los intereses más retardatarios de la estructura de la Iglesia, como poder y asociación con el dilema del mundo con las peores causas. Vino una traición a la Iglesia desde el pontificado y este Papa echa para atrás el espíritu del Concilio”.

La Iglesia se dividió y vivió fracturada debajo de la piel. En México, algunos obispos mantuvieron la Opción Preferencial por los Pobres, entre ellos Samuel Ruiz, recientemente reivindicado por Francisco, y otros se alienaron con el italiano Girolamo Prigione, delegado y nuncio apostólico entre 1978 y 1997, cuando se retiró.

Prigione fue un hombre cercano a Carlos Salinas de Gortari, quien reinstauró las relaciones con El Vaticano, y fue confesor de los hermanos Arellano Félix, jefes del Cártel de Tijuana. A su grupo, al que se le apodó dentro de la Curia como el Club de Roma, perteneció Norberto.

El club de Roma fue una caricatura popularizada en la coyuntura política del año 2000 por Antonio Roqueñí, ex juez eclesiástico arquidiocesano, quien hacía referencia a los obispos beneficiados con la cercanía del entonces secretario del Vaticano, Angelo Sodano.

El club estaba encabezado al inicio por Prigione y ahora lo está por Rivera Carrera. Roqueñí incluyó en la selecta cofradía a Onésimo Cepeda, ex obispo de Ecatepec, hombre cercano al poder político mexiquense; Luis Reynoso Cervantes, Obispo de Cuernavaca hasta su muerte, y Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

El grupo mantuvo una recia oposición al sector más progresista de la Conferencia del Episcopado Mexicano, se veía como un ala religiosa del PRI, mantuvo una relación muy estrecha con el gobierno y, en las elecciones del 2000, apoyó la candidatura perdedora de Francisco Labastida.

Norberto siempre ha jugado con la exhibición de una carta: su posible candidatura papal, considerada como “imposible” por algunos expertos en religión, entre ellos Bernardo Barranco.

Al término de sus homilías o desde el púlpito mismo, Norberto ha salido una y otra vez a opinar sobre las instituciones, los políticos y los programas sociales.

Así arremetió contra la píldora del día siguiente, la eutanasia, el aborto y las sociedades de convivencia.

Norberto siempre ha jugado con la exhibición de una carta: su posible candidatura papal, lo que es considerado "imposible" por algunos expertos religiosos. Foto: Cuartoscuro
Norberto siempre ha jugado con la exhibición de una carta: su posible candidatura papal, lo que es considerado «imposible» por algunos expertos religiosos. Foto: Cuartoscuro

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A la vez que Rivera Carrera acotaba al Seminario Regional del Sureste, el gobierno estatal y el Partido Revolucionario Institucional apoyaron el crecimiento en la región mixteca de Antorcha Campesina, movimiento surgido en 1974 en Tecomatlán, Puebla, y hoy expandido especialmente en el oriente del Estado de México con el auspicio de Enrique Peña Nieto desde su administración mexiquense.

Entre 1985 y 1990, de acuerdo con otro teólogo de la liberación que pidió mantener su nombre en reserva, se utilizó a los antorchistas para irrumpir en los procesos de organización comunitaria ajenos al gobierno, aún con el uso de la violencia.

Rivera fue elegido obispo de Tehuacán el 5 de noviembre de 1985 y consagrado al cargo el 21 de diciembre de 1985 por Antonio López Aviña, arzobispo de Durango, estado del que es originario.

De acuerdo con el teólogo de la liberación, Norberto Rivera trabajó en la extinción de los teólogos de la mano de Manuel Bartlett, primero en su condición de secretario de Gobernación de 1982 a 1988 con Miguel de la Madrid y luego como gobernador de Puebla (1993-1999).

A la vez, Rivera fungió como visitador apostólico de los seminarios diocesanos y religiosos del país y promovido a la sede metropolitana y primada de México el 13 de junio de 1995. Tres años después fue investido cardenal por Juan Pablo II, el Papa fundamental en el desmantelamiento del bloque comunista.

Hoy, Bartlett es Senador por el Partido del Trabajo, instituto que se asume de izquierda como hace Andrés Manuel López Obrador, quien tiene en el ex Secretario de Gobernación a uno de sus principales operadores en el Senado y en el estado de Puebla.

En sus tiempos en Tehuacán, Norberto se apoyó en el nuncio apostólico Girolamo Prigione, quien cuestionó públicamente y en varias ocasiones a los teólogos de la liberación.

“Era con Norberto o contra Norberto”, reitera Tacho Hildago: “Sus preferentes gozaban de las parroquias con las mejores alcancías o se les otorgaba becas de estudio”.

A sus oponentes se les dejaba vacantes sin iglesia, se les removía para desarticular el trabajo comunitario o se les privaba de la cátedra en el Seminario —caso de Hidalgo— que era entendido por la iglesia de izquierda como un semillero de teólogos de la liberación.

En su apogeo, el Seminario Regional del Sureste contó con al menos 25 teólogos de la liberación y, de los 80 sacerdotes ahí formados y emplazado en la diócesis, hoy no puede considerarse la existencia siquiera de un puñado.

Hasta que Norberto lo disolvió en su condición regional y lo refundó con dos limitaciones: lo hizo local —diocesano—, y antepuso la doctrina formal a la interpretación de la realidad como método de labor pastoral.

Poco a poco, se dispersaron uno o se replegaron a la prelatura de Huautla de Jiménez, en la sierra oaxaqueña.

— ¿Hizo movimientos de curas de sus parroquias, elaboró alguna estrategia? —pregunto a Tacho.

—En su tiempo, hubo salida de varios sacerdotes. Dejaron la diócesis, porque la relación era propiamente ya insostenible, la convivencia, porque no se podían expresar abiertamente y al mismo tiempo, algunos sacerdotes debieron dejar las clases.

— ¿Norberto pidió que algunos sacerdotes en específico dejaran de dar clases?

— Sí.

— ¿Usted fue uno?

— Sí, porque mi trabajo era el área pastoral e insistíamos es que la reflexión debía partir de un análisis de la realidad, pensar en la visión pastoral desde la realidad. Y ahí es en donde no estaban de acuerdo, siempre había que comenzar con la doctrina.

— ¿Le dijo personalmente que no daría más clases?

—No, lo hacían a través del equipo formador.

— ¿Esta estructura fue suplida por la que instauró Rafael Ayala?

—No sólo era Rafael Ayala, sino era todo un Consejo Episcopal. Esa es la diferencia: era un seminario regional, lleno de culturas, te encontrabas con el que hablaba náhuatl, purépecha, el tojolobal, mazateco, mixteco, zapoteco… Esa era la riqueza, la pluralidad en cuanto a las culturas, y la pluralidad en cuanto a lo teológico. Cuando se cierra se reduce para quedar con unas sola visión. Era la diferencia de dos maneras de ver y entender la formación.

—En términos sociales, ¿qué perdió la comunidad?

— Como diócesis, perdió, como le ocurría a las otras que eran pequeñas y pobres, que tenían pocos sacerdotes y con menor formación. Las diócesis mandaban a sus mejores seminaristas, así que se empobreció.

— ¿La opción de Norberto fue por los ricos?

— Tenía sus preferencias y no había un compromiso con el pueblo, con el pueblo pobre, con lo sencillo. Siempre tuvo sus preferencias, incluso en la misma diócesis y en la sociedad, siempre fue con gente rica, cuando la misión de un obispo es exactamente un compromiso con los pobres, exactamente en el ejemplo con Jesucristo, quien se incultura y se humanizó. Asumió nuestra condición humana pobre y comenzó el reino de Dios desde los pobres y los que le siguieron fueron los pobres y exactamente murió enfrentado al poder.

— ¿Y Norberto se quedó con el poder?

— Yo creo que sí. Siempre buscó colocarse ahí.

— ¿Con los ricos?

— Solamente así, no hay otra manera de acercarse el poder.

— ¿A pesar de la indumentaria indígena?

— A pesar, exactamente. Hay otros comentarios que insisten en los privilegios de los sacerdotes, pero lo que no se vale es que ustedes, que son sacerdotes, que deben ser como su modelo en Jesucristo, son una institución que parece no seguirlo en nada. Ese es el paradigma, Jesús y si no lo seguimos, no vivimos como Jesús quiere, como el evangelio, estamos viviendo como una institución que pelea y juega por el poder. Se apartó pues, del evangelio, y esto fue, pues, una traición a Jesucristo.

— ¿Fue Norberto un dique para la expansión de la teología de la liberación?

— Creo que sí, en el sentido de la posición geográfica de Tehuacán y del seminario regional. Era una conexión con el sur y el sureste del país, en donde había obispos que se pronunciaron por la opción preferencial por los pobres, con el centro y norte del país. A ese seminario venía gente de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, esta región de Puebla. Hasta de Yucatán.

— ¿Qué le significó?

—Ver el derrumbe de 20 años de trabajo fue doloroso. Fue muy doloroso. *