Tusquets Editores acaba de sacar Arde, memoria, un título nabokovkiano con que el autor Rafael Pérez Gay celebra sus libros en busca de la familia, de la libertad de poder hablar del padre, de la madre, con el periodismo como base.
Ciudad de México, 16 de diciembre (Sin Embargo).- Entrevistar a Rafael Pérez Gay no es tarea fácil. En la FIL de Guadalajara fue “víctima” de los atrasos de Aeroméxico y acá anda de un lado a otro, cumpliendo tareas en Cal y Arena, la editorial que tiene con su esposa, Delia Juárez, cumpliendo con su programa de televisión y con Gil Gamés, su alter ego en la columna de Milenio.
Encontrarse con este querido autor es siempre hablar de literatura y por supuesto, de futbol, que el año que viene se espera negro para México, que inaugurará con Alemania el Mundial de Rusia.
“Esa pregunta es la más importante que me has hecho hoy”, dice Rafa, al hablar de su hermosa tricolor. “Yo estoy muy preocupado. Nos toca la mala suerte de abrir contra el campeón del mundo. Si el equipo más duro te toca y tienes la mala suerte de pisar mal el campo, de entrar con miedo y con inseguridad y pierdes el primer encuentro, como muy probablemente va a ser, los otros dos –con Corea del Sur y Suecia- serán compromisos llenos de presión”, dice.
“Soy pesimista también en eso. No creo que le ganemos a Alemania, aunque hubo selecciones que le empataron, fuimos a penales con ellos, pero la selección de hoy, me gustan los jugadores, no veo a un equipo consolidado”, remata.
Como sea, a continuación la conversación con quien traduce la vida familiar, el transcurrir cotidiano, con Jorge Ibargüengoitia como maestro, con José María Pérez Gay en el recuerdo permanente y con una novela que saldrá en marzo, así empezará el año.
–Los artículos ya fueron publicados en varios libros, pero verlos ahora, aparecidos en una antología por Tusquets, hacen que cobre nueva vida
–Fíjate que me pidió Tusquets que hiciera una antología personal de textos de vida cotidiana. Me puse a leer de Me perderé contigo, Llamadas nocturnas, Mi corazón es un gitano, de Paraísos duros de roer y al ir releyendo rápidamente, iba teniendo como una línea literaria, la línea del recuerdo y la memoria. Todos tienen que ver con el libro de familia que yo empecé a escribir hace tiempo y que tuvo su punto de inflexión en Nos acompañan los muertos. Al mismo tiempo, los relatos iniciales de Me perderé contigo, que son de corte onírico o psicoanalítico, pero que tienen que ver con la memoria. De ahí el título, nabokoviano, que es Arde, memoria.
–¿Tú encontraste una manera nueva de narrar que tiene que ver con la autobiografía, que tiene que ver con tus padres, una forma tan próxima al lector?
–Sí. Esto ocurrió cuando yo me derroté a mí mismo del falso dilema entre periodismo y literatura. Yo le llamo falso dilema porque hay artículos que pueden convertirse con relativa naturalidad en relato súbito, hay cuentos que tienen sustancia literaria pero que transcurren en un clima cotidiano, casi de actualidad. En ese momento empecé a escribir con una libertad que no me conocía, una libertad que pensé que no tendría nunca, y fui un escritor libre, que no me detenía y que experimentaba. Soy audaz, un escritor no debe detenerse ante ningún tema y eso tiene un riesgo emocional. Eso conecta rápidamente con una novela familiar, con una nota o con este libro que ahora es una antología personal.
–¿Tenías a Pepe (José María Pérez Gay) como el maestro que tenías que superar?
–Pepe mi hermano fue como un gran maestro. Me llevaba 14 años y tenía la oportunidad de recomendarme autores, de recomendarme libros, el primero que me trajo de Alemania un libro de poesía de Samuel Becket, que todavía no era muy conocido acá. Él fue el que me enseñó a leer a Paul Celan, que lo traducía muy bien y luego me enseñó a tomar los libros y leer de un modo independiente. Me enseñó la formación de un gusto y el respeto de un canon. Luego yo tomé mi propio camino, porque estudié Letras Francesas, él era un germanista muy notable, pudimos muchos años después encontrarnos y lograr una amistad literaria, donde yo tenía un bagaje francés y él un enorme bagaje germanista. Tenía yo además un conocimiento que a él le interesaba mucho y que era sobre el siglo XIX mexicano y de la ciudad de esa época. Ahí hicimos un clic muy fuerte.
–Villoro me contaba que él era la mejor persona que escuchó hablar alemán en México
–Es cierto, hablaba muy bien. Él era un notable escritor. El imperio perdido es un libro muy bueno, Tu nombre del silencio es una novela muy buena. Él reunía varias cualidades y una de ellas fue que era un extraordinario maestro. Si lo veías dar clases, era muy impresionante, era ameno, era espectacular y era histriónico. Yo tengo que transitar por un terreno más libre y vengo del periodismo, que es con mucho orgullo decirlo: vengo de ahí.
–Estaba pensando en una página de tu libro. Que es el tema de las maracas con tu madre…
–El niño tiene que tener maracas para poder presentarse en su festival. Cómo lograr que eso se convierta con naturalidad en una estampa, en una viñeta, en un brevísimo relato, que tenga un toque de emoción. La buena literatura debe conmover y debe inquirir algo en nuestra alma. Si lo puedes lograr con una viñeta, con un poema, con una página, habrás logrado algo interesante. Creo que todo escritor se propone eso, lo acepte o no lo acepte decir.
–Hay brevedad pero también mucha profundidad y mucho humor
–Justamente. Arde, memoria, tiene cuatro partes. La primera son los cuentos oníricos, unos amores perdidos que se encuentran en los sueños. Luego viene los relatos más sólidos de Paraísos duros de roer. Luego hay un paradero que lo pensé así, planeando que allí tenían que aparecer, relatos breves, artículos, como les quiera llamar, de vida cotidiana que aparecen en No estamos para nadie, donde predomina el humor. Y la salida, que es De mi corazón a sus asuntos, que son ensayos sobre la familia, tiene un toque melancólico. Ahí aparece un texto que se llama “Cosas de mi madre”, otro texto que se llama “La visita”, que mi padre, a punto de morir, dice anoche vino mi madre, se sentó aquí y me visitó. Esa era la visita que él quería antes de morir. Donde digo que mi padre no habla, él que era un caudal, un torrente lingüístico, al final de su vida ya no hablaba. El paradero del humor sirve como puerta de entrada al sentimiento melancólico del libro.
–¿Jorge Ibargüengoitia qué significa para ti?
–Para mí es uno de los escritores más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Lo leí completo y algunos de mis primeros ensayos eran sobre Jorge Ibargüengoitia, lo descubrí rápidamente en él, algo que es explosivo, conectar con el lector a través del humor. Pero el humor no tanto como un estallido, sino como una actitud. El humor inglés, es decir como el ensayista inglés. Puedes leer los cuentos de Maten al león y te mueres de la risa, puedes leer los artículos con los cuales obtuvo una gran cantidad de público y que aparecían en Excelsior y conectas con algo que es como se vivía en México en esos años ’70, en la calle de Sosa, donde él vivía y donde te cuenta del bache, de la vendedora, con un estilo sencillo pero que no excluye la profundidad. De modo que para mí, Ibargüengoitia no sólo es una influencia notable sino que además me parece que es un autor que seguirá creciendo. Hay autores que mejoran con el tiempo.
–¿Tú cómo estás? Ha sido un año con terremoto, pero termina con un libro tuyo en Tusquets…
–A mí me encanta Tusquets, para empezar a decir. El libro es muy lucidor y los libros de esa editorial tienen un toque de gran literatura, de gran prestigio y no puedo sentirme más que profundamente feliz por aparecer. El año por desgracia en el mes de septiembre México vivió uno de los momentos más tristes, más negros en la historia reciente. Primero fue el sismo del 7 de septiembre, que devastó a Oaxaca, a Chiapas, incluso de Tabasco. Luego el terremoto del 19 que dañó muchísimo a la Ciudad de México, a Puebla y a Morelos. Hubo muertos, damnificados y hubo la sensación de que somos vulnerables. Este ha sido un año complejo y triste respecto a la violencia. La violencia volvió al índice que había tenido el gobierno de Felipe Calderón a principios de 2010. El Gobierno de Enrique Peña Nieto vuelve a llevar a la inseguridad a un punto altísimo, como no soñábamos que volviéramos a estar ahí. No podemos contar la parte de nuestra vida sin la salvaje matazón a que se ha sometido a la población mexicana. Parecía que si tú descabezabas a las cinco principales bandas del Narco habrías dado un fuerte golpe en contra del crimen organizado. Como suele pasar cuando no se planean bien las cosas, resultó al revés. Lo que tenemos ahora son decenas y decenas de peligrosas bandas violentísimas, ahora por toda la República. Tenemos al Ejército por toda la República Mexicana y la violencia no parece terminar. Una de las preguntas que hay que hacerle a los candidatos es: ¿Usted qué va a hacer para que la violencia termine?