Ernesto Hernández Norzagaray
16/11/2018 - 12:00 am
El Mayo, Peña y Calderón
Jeffrey Lichtman, el abogado de Joaquín El Chapo Guzmán, sostuvo cuándo inició en Brooklyn el espectacular “juicio del siglo” que el verdadero líder del Cártel de Sinaloa es Ismael El Mayo Zambada y por ende ha sido quien ha enviado cientos de toneladas de droga a su país, además, soltó la primera bomba mediática cuándo afirmó que Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón durante sus mandatos presidenciales habrían recibido millones de dólares, suponemos, a cambio de protección.
Jeffrey Lichtman, el abogado de Joaquín El Chapo Guzmán, sostuvo cuándo inició en Brooklyn el espectacular “juicio del siglo” que el verdadero líder del Cártel de Sinaloa es Ismael El Mayo Zambada y por ende ha sido quien ha enviado cientos de toneladas de droga a su país, además, soltó la primera bomba mediática cuándo afirmó que Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón durante sus mandatos presidenciales habrían recibido millones de dólares, suponemos, a cambio de protección.
El liderazgo de El Mayo Zambada es indiscutible y su carácter de bajo perfil le ha ganado respeto y permitido nunca pisar una prisión, cómo si le ha sucedido a El Chapo Guzmán y a otros capos con menos suerte y, todavía mejor, sobre los que perdieron la vida por traiciones o enfrentamientos con otros cárteles, el ejército o la marina incluso probablemente frente a los agentes de la DEA.
Podría ser tan fuerte el liderazgo de El Mayo Zambada pues su hijo Vicente dijo hace un tiempo a un juez federal estadounidense, que la organización habría pactado con la DEA, a cambio de información sobre otros cárteles del tráfico de drogas. Vicente Zambada, ahora, se encuentra en una prisión estadounidense y será pieza clave en el juicio contra el viejo aliado de su padre.
Esto, por supuesto, no significa que El Chapo Guzmán deje de ser una pieza estratégica del Cártel de Sinaloa, al contrario, su peso es fundamental para comprender el fortalecimiento de la organización y fue durante muchos años su cara más mediática y hasta impresionado de sí mismo pensó llevar su vida al cine para lo cual estableció contacto con Sean Penn y Kate del Castillo.
Se le señala como el más ambicioso y audaz en el establecimiento de redes internacionales de tráfico de drogas y movimientos de dinero, y esto no podría ser sin la complicidad de políticos, empresarios, financieros, policías, militares, es decir, habría asesinado o corrompido a todo aquel que se atraviese por el camino bajo el dilema mafioso de plata o plomo.
Y es ahí donde radica la importancia de fondo en el juicio contra El Chapo Guzmán, no es este personaje sinaloense quien le debería interesar a la justicia estadounidense, sino el tinglado de este negocio internacional, y es ahí donde asaltan las dudas sobre sus alcances y acotaciones que podría terminar el juicio siendo un espectáculo de los que gustan tanto a la audiencia gringa (y cada vez, más a la mexicana, como lo indica el éxito en ella de las narco series de Netflix).
Así, ante los primeros alegatos de Lichtman que es una forma de tantear el terreno, el fiscal federal Brian M. Cogan le enmendó la plana al abogado Lichtman desechando sus dichos ya que estos, diría, son: “argumentos indebidos, defensas afirmativas inadvertidas y habladurías inadmisibles”, cargados de subjetividad, y lo animó para que presente evidencias lo que es un primer traspiés de la defensa jurídica.
Y es que, cuándo se acusa como lo hizo Lichtman, a un presidente en funciones y a un ex presidente de un país, siempre obliga especialmente a una mayor objetividad, sustentarlo con pruebas contundentes, la pregunta es si la defensa: ¿cuenta con evidencia sólida que involucre directamente a Peña y Calderón? Seguramente no. Ningún alto funcionario de gobierno peca de tonto y podría ser considerado un atentado contra la inteligencia. Salvo que en forma indirecta lo haga a través de cuentas bancarias y testigos, o se ofrezcan pruebas para que las valoren los miembros del jurado y peor que haya un interés especial del gobierno de Estados Unidos para enderezar las acusaciones contra los personajes señalados.
Pero en términos convencionales, se está en el mejor de los casos, ante un sistema de complicidades mayúsculo, que en lugar de facilitar la acusación la complica porque el rasgo más consistente de la narcopolítica es una suerte de Fuenteovejuna dónde están todos y al mismo tiempo nadie, aunque, claro, los beneficios son de todos y distribuidos.
Pero, mientras son peras o son manzanas, los nombres de Peña y Calderón están en los medios de comunicación internacionales y ellos mismos han salido en su defensa diciendo que son infundadas las declaraciones del abogado. No hay que dudar, sin embargo, sobre la posibilidad de que aparezcan evidencias más o menos fundadas, o cómo tercer interesado, podríamos hasta estar viendo a los exmandatarios declarando ante el juez de la causa penal.
Hay suficiente evidencia de como el Cártel de Sinaloa se ha sostenido fuerte a lo largo de décadas, a pesar de los golpes recibos dentro y fuera del país y la mal llamada guerra contra las Drogas de Calderón, que costó al país más de 80 mil vidas, y con Peña Nieto la situación ha empeorado con la expansión de los cárteles y un mayor número de vidas perdidas.
Entonces, el juicio contra El Chapo Guzmán es contra un personaje relevante del Cártel de Sinaloa, pero hay dudas fundadas de que las pesquisas vayan a ser efectivos para la destrucción de la organización porque simple y llanamente tanto El Chapo, como El Mayo, son piezas de una organización compleja, internacional, con intereses mucho más de lo que puedan tener estos brazos del mundo criminal.
Veremos, en los próximos meses y años, un nuevo espectáculo llamando a mafiosos a rendir cuentas como antes fueron los italianos de la Cosa Nostra o los colombianos del Cártel de Medellín o Cali, que aun con cadenas perpetuas o sillas eléctricas, está demostrado la persistencia del crimen organizado, sea por el relevo generacional o por la multiplicación de nuevos cárteles.
Ya lo sentenciaba El Mayo Zambada en aquella histórica entrevista con Julio Scherer cuando afirmó relajado: “Si algún día decido entregarme para que el gobierno me fusile, al cabo de dos días vamos a saber que nada cambió”.
Efectivamente, estas organizaciones tienen una extraordinaria capacidad de reciclaje, es demasiado lo que está en juego, y ahí está como prueba que, en el México de Calderón y Peña, cuándo se invirtió la mayor cantidad de recursos públicos en materia de seguridad, fue cuando peor le iría al país, ¿cómo pensar que el juicio contra un personaje legendario, poderoso sin duda alguna, va a lograr lo que no se ha alcanzado con el esfuerzo conjunto de instituciones y gobiernos?
Quizá, por eso la apuesta del Lichtman, de involucrar a peces gordos de la política mexicana.
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