La calle República de Chile del centro de la Ciudad de México, conocida como la «calle de las novias», es un fiel reflejo de cómo ha afectado la crisis al sector de los festejos. Las cerca de 200 tiendas que hay permanecen con las persianas bajadas desde el cierre económico que se decretó el pasado 30 de marzo.
México, 16 jun (EFE).- Alyson Joselyne cumplió el pasado abril 15 años, la edad más importante para las adolescentes mexicanas, pero el coronavirus aguó su fiesta y la de muchas quinceañeras que han tenido que cancelar la ceremonia tradicional en la que son presentadas en sociedad.
El largo vestido rosado con bordados de flores y brillantes que Alyson iba a lucir en su festejo del 4 de abril permanece guardado a la espera de una nueva fecha para una celebración que ya se ha aplazado dos veces por la crisis sanitaria de la COVID-19, que suma en México más de 150 mil casos y 17 mil 580 fallecidos.
UNA ILUSIÓN ROTA
«Me enojé, me sentí mal y quería llorar porque ya teníamos todo y le metí muchas ganas para que quedara bien», cuenta este martes a Efe la joven rememorando cuando supo que el salón de eventos que habían alquilado debía clausurar por la cuarentena que inició a finales de marzo.
De hecho, ante la incertidumbre de los días previos, Alyson pasó tantos nervios que bajó de peso y el vestido le quedaba grande.
Los barrios más tradicionales de México tienen muy arraigada esta pomposa celebración algo kitsch en la que se escenifica la transición de niña a mujer de la quinceañera.
El vestido de Alyson, quien desde pequeña veía las fiestas de sus primas y soñaba tener algo igual, ya estaba comprado, la misa agendada, el pastel encargado, las invitaciones enviadas y la sesión de fotos hecha, pero todo quedó en suspenso.
Sus padres intentaron aplazar la ceremonia a julio pero frente al temor a que la pandemia no remitiera lo suficiente, la pospusieron de nuevo a septiembre.
Aunque Alyson cuenta su historia con una sonrisa de resignación, tiene la espina clavada de que su festejo no coincida con el día de su cumpleaños.
«Todavía me siento chiquita. Siento que tendré 15 años el día de mi fiesta, ahorita son 15 años de chocolate», explica riéndose la joven, quien bromea con que si espera un poco más, su fiesta coincidirá con la de su hermana Brenda, de 14 años.
Aun así, confía que en septiembre podrá festejar definitivamente sus tres lustros de vida y por eso sigue ensayando en el pequeño salón de su casa las coreografías de las canciones de Rihanna y Demi Lovato con las que quiere embelesar a sus invitados.
Alyson, que en unos años quiere estudiar mercadotecnia, es consciente del esfuerzo económico que han hecho sus padres y padrinos para esta fiesta y no quiere echarlo a perder, ni tampoco romper la ilusión de su madre, Alejandra, quien de joven no pudo celebrar sus 15 años por la muerte de su tío.
UN PAÍS FIESTERO, PERO SIN FIESTAS
La calle República de Chile del centro de la Ciudad de México, conocida como la «calle de las novias», es un fiel reflejo de cómo ha afectado la crisis al sector de los festejos.
Las cerca de 200 tiendas que hay de vestidos de bodas, comuniones y quinceañeras permanecen con las persianas bajadas desde el cierre económico que se decretó el 30 de marzo y, aunque muchas atienden por redes sociales, la suspensión de casi todos los eventos ha sido una estocada casi mortal.
«Los recibos de la luz siguen llegando, el seguro social se sigue pagando, los sueldos se siguen pagando…. Ha sido un golpe económico inimaginable», cuenta a Efe Beatriz Franco, supervisora de la casa de diseños Sharon, que cuenta con ocho establecimientos.
Antes, estos comercios abrían todos los días de la semana y estaban abarrotados de familias.
Padres, abuelos, tíos y padrinos querían ver cómo su quinceañera se probaba varios vestidos hasta encontrar el ideal, con precios que oscilan entre los 6 mil y los 30 mil pesos (entre 270 y mil 353 dólares) para la fiesta de sus sueños.
«Nos ha tocado niñas que han llamado llorando para decir que han cancelado su evento; es una tradición muy importante en la comunidad mexicana», cuenta Beatriz.
Aunque la pandemia no solo ha dejado tocado el sueño de estas adolescentes, sino también el bolsillo de los trabajadores de los eventos en un país muy dado a los festejos.
«El que tiene el salón de eventos, el que renta las sillas, el grupo musical, el mariachi… Todos los que nos dedicamos a los eventos estamos padeciendo porque no somos considerados producto de primera necesidad, aunque el mexicano es fiestero de nacimiento», reivindica Beatriz.
De acuerdo con el plan de reactivación de la capital, el jueves podrán abrir los comercios de barrio, aunque el regreso de los grandes eventos dependerá de la evolución de la epidemia.
Será entonces, en su tercer intento, cuando Alyson cumplirá su sueño de bailar como una «princesa de Disney» delante de 200 invitados. «Quería que fueran algo inolvidable mis quince años, pero no tan así», bromea.