Singapur, que fue uno de los primeros países en detectar el COVID-19 fuera de China -origen de la pandemia-, actuó con rapidez para restringir las conexiones con los países más afectados, y logró rastrear los movimientos de los infectados con bastante eficiencia y ayudado por la tecnología.
Bangkok, 16 de abril (EFE).- Singapur, que se había convertido en un ejemplo a nivel mundial en medidas de contención de la COVID-19, está experimentando un repunte de contagios cuyo foco se halla en los dormitorios donde se alojan trabajadores extranjeros no cualificados en condiciones de hacinamiento.
Según las últimas cifras ofrecidas por el Ministerio de Sanidad de la ciudad-estado, este miércoles se produjeron 447 nuevos contagios del nuevo coronavirus, la cifra más alta hasta el momento, de los cuales 404 eran trabajadores extranjeros confinados en dormitorios, y de la cifra total de tres mil 699 al menos mil 800 infecciones tienen su origen en dichos alojamientos.
La próspera Singapur tiene una población de algo más 5.6 millones de habitantes y depende en gran medida de la mano de obra extranjera para los trabajos manuales y menos cualificados, como la construcción.
Se calcula que hay unos 200 mil de estos trabajadores, en su mayoría procedentes de subcontinente indio, confinados en 43 dormitorios, de los cuales han sido identificados 17 como focos de infección, y nueve de ellos han sido designados como «zonas de aislamiento» en las que los residentes ni siquiera pueden salir de sus habitaciones.
En muchos de esos dormitorios, los trabajadores viven en condiciones de hacinamiento e insalubridad, según informó el diario local The Straits Times y han denunciado organizaciones de defensa de los derechos humanos locales e internacionales.
«El confinamiento masivo en dormitorios es una estrategia arriesgada … Como es bien sabido, dichos alojamientos están diseñados para una densidad muy alta. El distanciamiento social es imposible cuando muchos trabajadores la misma habitación», señaló en un comunicado la ONG local Transient Workers Count Too (TWC2), dedicada a defender los derechos de los migrantes en Singapur.
Además, la ONG ha criticado el bajo número de tests de coronavirus realizados entre la comunidad de trabajadores extranjeros y el hecho de que el Gobierno haya dado licencia a las empresas que los contratan para que recorten sus sueldos hasta un 25 por ciento.
Amnistía Internacional, por su parte, advirtió el pasado 6 de abril de que «el hecho de que miles de trabajadores se hallan ahora bajo cuarentena podría resultar desastroso, si no se respetan sus derechos básicos».
Mientras tanto, el Gobierno está preparando nuevos alojamientos como la terminal 5 del aeropuerto, edificios vacíos o barcos, según anunció el pasado domingo el Ministro de Transportes singapurense, Khaw Boon Wan, en su página de Facebook.
Singapur, que fue uno de los primeros países en detectar el Covid-19 fuera de China -origen de la pandemia-, actuó con rapidez para restringir las conexiones con los países más afectados, y logró rastrear los movimientos de los infectados con bastante eficiencia y ayudado por la tecnología.
Además cerró colegios y lugares de entretenimiento, entre otras medidas, por las cuales llegó a ser citado como ejemplo a seguir por los expertos de la Organización Mundial de la Salud.