La clase media es un motor importante para la economía de México. Su encogimiento en los últimos 13 años evidencia la falta de inversión pública adecuada y la creación de empleos con baja productividad, según cifras oficiales.
En la actualidad, tres de cada 10 hogares son de clase media y por cada hogar que se suma a este decil, hay dos hogares que pierden poder adquisitivo.
Ciudad de México, 16 de abril (SinEmbargo).- La clase media mexicana decayó en 10 por ciento real entre 2005 y 2018. Esto implicó que al menos 2.1 millones de personas perdieran poder adquisitivo, en un entorno de precarización de los empleos y salarios. La decadencia de la clase media “se debe a que no estamos siendo capaces de generar el número de empleos bien pagados que requiere el incremento de nuestra clase trabajadora”, dijo a SinEmbargo el doctor Luis Foncerrada Pascal.
Para el economista, el encogimiento de la clase media también se debió a que “a partir del año 2000, la migración neta de entrada y salida de mexicanos al país fue negativa. [Esto] quiere decir que regresan más [mexicanos] de los que salen [y que] la válvula de escape que teníamos al no generar suficientes empleos, se cerró en Estados Unidos”.
En México, las personas con ingresos equiparables de tres (7.6 mil pesos) a ocho (20 mil pesos) salarios mínimos mensuales pertenecen a la clase media, de acuerdo con cifras calculadas por la Unidad de Datos de SinEmbargo, según la información oficial (Inegi, Conasami) y los parámetros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“Una clase media fuerte y próspera es crucial para cualquier economía exitosa y [para cualquier] sociedad cohesiva. La clase media sostiene el consumo, impulsa gran parte de la inversión en educación, salud y vivienda; y juega un papel clave para el sostenimiento de los sistemas de protección social a través de sus contribuciones fiscales”, se lee en el estudio “Bajo presión: la reducida clase media” (2019).
La OCDE también señala que “las sociedades con clase media fuerte tienen bajas tasas de criminalidad, disfrutan de mayores niveles de confianza y satisfacción de vida, así como una mayor estabilidad política y buen gobierno”.
Pesa a su importancia como motor económico a nivel mundial, el organismo internacional advierte que durante los últimos 30 años, la clase media se ha visto presionada por el incremento de su costo de vida –por encima de la inflación– y por su estancamiento salarial en un contexto de inseguridad laboral, en que «uno de cada seis trabajos con ingresos medios enfrentan alto riesgo de automatización”.
México, en ese sentido, no es la excepción; pero sí un ejemplo crítico.
Mientras que la clase media promedio de los países de la OCDE está compuesta por el 61 por ciento de la población, en México la clase media es inferior al 45 por ciento poblacional.
“El mercado interno son los ingresos de la gente; y si estos se vienen desbaratando […] no vamos a crecer sobre el mercado interno”. Esto sucede porque “no damos certezas para la inversión ni promovemos la productividad, ni el avance tecnológico, ni la educación”, ejemplificó el otrora director de Política Monetaria y Crediticia en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Luis Foncerrada Pascal.
LA CRISIS NACIONAL
La clase media en México está compuesta por 19 millones 380 mil 451 empleados, equivalentes al 44.98 por ciento de los 43 millones 082 mil 478 personas ocupadas con ingresos, de acuerdo con cifras del Banco de Indicadores (BI) del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
No obstante, si consideramos que muchas de estas personas representan a la cabeza de familia que provee recursos de sostenimiento para su hogar, la proporción según los parámetros de la OCDE no reflejaría el impacto de las personas ocupadas con ingresos, en su entorno familiar.
Es decir que sabemos que casi la mitad de la población mexicana tiene ingresos medios; pero ¿cuántos hogares en México pertenecen a la clase media?
Los datos del Inegi sobre los ingresos de los hogares indican que, entre 2005 y 2016, el 31 por ciento de los hogares tuvo ingresos equiparables de tres a ocho salarios mínimos, de modo que pertenecerían a la clase media (según los parámetros de la OCDE).
Esta clasificación de hogares por decil de ingreso arroja que, así como la tercera parte de la población puede ser considerada de clase media, el 59 por ciento tendría ingresos bajos, además del 10 por ciento con ingresos altos o al menos superiores a la media.
En dicho transcurso de 11 años, asimismo se observa un crecimiento estable de 31 por ciento en promedio por decil, que responde al crecimiento demográfico de los últimos años.
No obstante, la proporción de crecimiento de cada uno de los deciles, en comparación con la cantidad de hogares totales, dibuja otra realidad en México, donde “hay una precarización del empleo [y] una precarización del salario”, como dijo a SinEmbargo el doctor Luis Foncerrada Pascal.
Los datos oficiales analizados por la Unidad de Datos de este medio digital indican que, entre 2005 y 2016, el aumento real de los hogares con bajos ingresos (de menos de uno y hasta dos salarios mínimos mensuales) fue dos veces mayor que el de los hogares con ingresos medianos y seis veces superior a los deciles con mayores ingresos (más de ocho salarios mínimos).
Así, en los últimos años, 4.7 millones de hogares se sumaron al decil de bajos ingresos, 2.3 millones al de medianos y 742 mil al de altos ingresos.
PRECARIZACIÓN Y POBREZA
Desde 2008 “lo que ha venido pasando, año con año, es que sí se genera alrededor de un millón de nuevos empleos por abajo de tres salarios mínimos, porque se pierden alrededor de 300 ó 400 mil que ganaban más de tres salarios mínimos”, dijo a SinEmbargo el economista Luis Foncerrada Pascal.
Esto concuerda con los resultados del análisis (2018) de la Universidad Iberoamericana Puebla sobre los ingresos laborales en México según el cual, en el último sexenio, el Gobierno «destruyó fuentes de trabajo en empleos de altos salarios y sólo presentó crecimiento del empleo en salarios de baja remuneración”.
Las cifras del Inegi durante el periodo indican que en el sexenio de Enrique Peña Nieto fueron creados 4 millones 676 mil 314 empleos de hasta dos salarios mínimos. En cambio, todos los empleos superiores a dos salarios mínimos decayeron con un total de 2 millones 348 mil 898 puestos perdidos.
Como consecuencia, a la par que los empleos con menores ingresos aumentaron 39 por ciento, los empleos con ingresos medios y superiores decrecieron en 14 por ciento.
La generación de empleos con baja productividad es consecuente con el estancamiento en la reducción de la población con ingresos laborales inferiores al costo de la canasta alimentaria.
Pese a que este tipo de pobreza por ingreso decayó en 1.2 puntos porcentuales entre 2013 y 2018, las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) refieren que México empeoró en los últimos 13 años.
Entre 2005 y 2018, la población con ingresos laborales inferiores al costo de la canasta alimentaria aumentó en 6.2 puntos porcentuales reales. Esto es que, en lugar de afectar al 34 por ciento de la población que labora, hoy en día cuatro de cada 10 trabajadores mexicanos sufre de pobreza por ingresos.
De acuerdo con el doctor Foncerrada, México no genera empleos adecuados y suficientes para cubrir su demanda por la falta de inversión, ya que «la inversión es lo único que realmente te genera empleos”.
El economista recordó que la inversión pública durante el sexenio pasado fue la más baja en los últimos 80 años (a excepción del periodo 1997-1998). Dicho “error” –junto con la actual crisis de desconfianza, de incertidumbre jurídica, de derechos de propiedad, en un marco de conflictos sociales e inseguridad pública– “impide que se genere más inversión privada”.
Las cifras del Banco de México refieren que hoy en día, en promedio, el sector público invierte el tres por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Junto con las inversiones privadas, equiparables al 17 por ciento del PIB, incluida la inversión extranjera directa, la inversión Nacional asciende a un máximo de 20 puntos porcentuales.
Con este nivel de inversión, dijo Foncerrada, “no hay manera de crecer mas que al dos por ciento”; y por consiguiente, no hay manera de revertir las desigualdades y carencias sociales o impulsar la productividad per capita.