La talentosa autora de Dark Doll elige para los lectores de Puntos y Comas sus 10 novelas juveniles preferidas. Experta en historias para los primeros lectores, celebra además el auge que tiene dicho género literario en nuestros días
Ciudad de México, 16 de abril (SinEmbargo).-En los últimos años, la literatura juvenil ha logrado más interés y reconocimiento que nunca: los adolescentes se han revelado como lectores apasionados y exigentes; hay cada vez más autores y autoras, explorando todo tipo de temas y, por supuesto, las editoriales se vuelven más y más hacia este segmento de mercado antes poco explotado.
Hacer una lista de diez libros es todo un reto, así que decidí poner algunas limitaciones para no perderme en el camino y, sobre todo, para no sentir culpa por incluir sólo diez y dejar muchísimos fuera:
- Son libros de los últimos treinta años.
- Excepto dos, son libros que se consiguen en español. De hecho, le di preferencia a autores y autoras mexicanos, aunque hay alguna excepción (los dos que no están en español: uno está a punto de aparecer traducido a nuestro idioma y el otro… espero que alguna editorial tome en cuenta la recomendación).
- Aunque he disfrutado como loca algunas sagas de fama internacional, le di preferencia a libros unitarios que, además, son menos conocidos (¿Cómo para qué recomendar un libro que todos conocen?).
- Ninguno es obligatorio para nadie, por supuesto, pero son libros bien escritos, emocionantes, divertidos y a los que yo les tengo muchísimo cariño.
- Son todos, como indica el título, novelas. Ojalá haya otra ocasión para hablar de libros de cuento o incluso de poesía, que aunque no suelen etiquetarse como “juveniles”, hay algunos que llegan directo al corazón adolescente.
Dicho lo anterior, la lista:
Publicada originalmente en 1992, esta novela de góticos y vampiros me voló la cabeza a los diecisiete años. No estaba etiquetada como “juvenil”, pero tiene todo lo que uno puede pedir en una novela para adolescentes: referencias a la cultura pop, buena música, algunas escenas más o menos candentes, personajes inolvidables y una historia intrigante En ese entonces la leí en la edición de RoCa de 1994, traducida como La música de los vampiros. Acabo de releerla en la nueva edición y me sigue pareciendo una lectura deliciosa.
Como entusiasta de El Señor de los Anillos, siempre soñé con una historia de fantasy con dragones y hechiceros donde las mujeres fueran más que damas en apuros que esperan en su torre. Sì, Tolkien nos dio a la magnífica Eowyn, pero no era suficiente. Tuve que esperar a 2013 para leer Loba y sentir que la vida me pagó una deuda. Esta novela es más que fantasy: ocurre en un mundo imaginado pero está fundamentada en una investigación histórica profunda, sin volverse didáctica o aburrida. Por el contrario, la trama no te da respiro y todo el tiempo quieres saber qué pasa después.
Esta novela combina elementos de ciencia ficción con situaciones de actualidad para enmarcar la historia de Emilia, una adolescente que, al inicio de la novela, está en coma. La forma en que se intercalan el pasado, el presente y las pesadillas de Emilia es original y muy bien logrado. Me gusta especialmente que tengamos a una protagonista adolescente interesada en la ciencia sin que eso la convierta en el cliché de la nerd. Y las escenas en las que sale la mariposa negra son aterradoras. Léanla y me darán la razón.
Fluvio es un adolescente al que le gusta el metal y que acaba de recibir como regalo de su padre un viaje por Europa. Durante el viaje, conoce a otros tres chavos que son fans de la música que le gusta y éstos lo convencen de ir a Sarajevo, donde lo abandonan… convertido en vampiro. Y eso es solo el inicio. La historia de vampiros se entrelaza con una detectivesca; el autor nos lleva de Europa del Este a la Ciudad de México, del horror sobrenatural al tráfico de órganos; de los conciertos de metal sinfónico en el viejo mundo a las tribus urbanas chilangas… Y todo con un excelente sentido del humor y muchas y muy buenas recomendaciones musicales.
Algo que se olvida a veces en la narrativa juvenil es que no todos los jóvenes son iguales. Y en especial no todos son estadounidenses ni de clase media, como suelen ser retratados en muchas novelas mundialmente populares. No tengo tiempo es la historia de la Chaparra, una chica que trabaja en un restaurante de comida rápida, vive en un barrio tirando a clase baja de la ciudad de México y no ve mucho (o nada) de futuro en la vida. Y lo que le pasa es tan apasionante como lo que le ocurre a las heroínas elegidas para salvar un mundo distópico: las penas, alegrías y desconciertos de una persona que podría ser real.
Se trata de una historia sobre dos amigas que son inseparables hasta que una de ellas se obsesiona con su apariencia física y, en particular, con su peso. La historia es vista desde los ojos de la otra chica y logra contagiarnos la preocupación cuando una persona a la que queremos parece ir hacia el desastre y no lo podemos evitar. Mónica Brozon tiene, además, un oído privilegiado: sus diálogos son de lo más naturales y verosímiles, desenfadados y muy divertidos.
Hoy, las novelas de ciencia ficción –que se imaginan mundos posibles a partir de lo que conocemos– tienen más aceptación que antes y ya no son un “género” tan cerrado como en otros tiempos. Ésta es una muy interesantes: cuenta de un mundo donde todos consumen una droga llamada vurt, con la que pueden “entrar” en mundos soñados de lo más diverso. ¿Pero qué pasa si alguien no vuelve de un viaje así? El protagonista, un chico llamado Scribble, tiene que buscar a su hermana en una serie de mundos virtuales que por un lado son alucinantes y por el otro podrían ser las redes sociales de hoy.
Dana, la protagonista de esta novela, lleva una vida normal hasta que, de repente, todo se trastorna: no pude dejar de llorar, no tiene ganas de salir, apenas puede reunir fuerzas para ir a la escuela (y eso, no diario). Cuando le diagnostican depresión parecería que llega la luz al final del túnel, pero de que haya un diagnóstico a que ella vuelva a sentirse dueña de su vida pasará todavía un buen rato. Mientras lo logra, la vida sigue: la curiosidad por la sexualidad, la amistad, los problemas familiares… todo eso sigue presente mientras Dana trata de reencontrarse a sí misma.
Hay quienes creen que la narrativa juvenil debe “proteger” del mundo a sus lectores, como si jamás fuéramos a enfrentar el mal o la desventura afuera de los libros. Pero esta novela es un gran ejemplo de cómo se puede hablar de temas “fuertes” sin sensacionalismo y creando personajes entrañables. Es la historia de Jamie, un chavo que huye de una escuela militar y cruza los Estados Unidos pidiendo aventón para llegar con su hermano enfermo. A lo largo del camino se encuentra con un poco de lo peor y un poco de lo mejor de la vida humana.
Advertí que incluiría una novela que aún no ha sido traducida al español, y es ésta, que podría entenderse como un mundo al revés: Kathy, la protagonista, tiene que mudarse de Montreal a Los Ángeles para pasar un tiempo con su papá, un músico punk. Desde que llega, L.A. es fiesta, anarquía, diversión. Pero es un mundo al revés porque, en vez de estar feliz de la vida, Kathy se siente miserable de estar en un lugar así, rodeada de gente irresponsable (empezando por su propio padre, que no tiene idea de lo que significa poner reglas). Poco a poco, Kathy va descubriendo que tener una personalidad propia y no estar siempre obedeciendo no está tan mal… El lenguaje es fresco, las situaciones divertidas y tenemos un interesante caso de protagonista antipática que se va volviendo entrañable poco a poco. De verdad: ¿por qué no la han editado en español?
¿Quién es Raquel Castro? es una escritora mexicana, ganadora del Premio Gran Angular de novela juvenil y autora de Dark Doll, Ojos llenos de sombra y más.