La ola de homicidios en México y la disminución en la esperanza de vida es apenas la punta del iceberg en el conflicto militarizado que surgió con la llamada «guerra contra el narco». Expertos en demografía aseguran que las muertes por violencia ya son un epidemia, la cual no ha sido contenida por el Estado.
Ciudad de México, 19 de enero (SinEmbargo).– La «epidemia» de homicidios en México y la reducción de la esperanza de vida, evidencian una falta de acción por parte del Estado y son el resultado de una expansión sangrienta que avanza de forma paralela a los grupos del crimen organizado; lo peor es que las muertes violentas son apenas «la punta del iceberg», afirmaron demógrafos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y del Colegio de México (Colmex)
La primera semana de enero, la revista especializada Health Affairs publicó parte de un estudio titulado Homicides In Mexico Reversed Life Expectancy Gains For Men And Slowed Them For Women, 2000–10 (Los homicidios en México han revertido la expectativa de vida para los hombres y desacelerado la de las mujeres, 2000-10), que describe que el incremento de homicidios es una de las razones de la reducción en la esperanza de vida de los mexicanos, la cual bajó de 72.5 años a 72, en el caso de los hombres, durante el periodo de 2005 a 2010. Para las mujeres, el promedio de años de vida es de 77.
SinEmbargo entrevistó a dos de los autores de la investigación. Ambos coincidieron que se trata de «una epidemia» que debe ser contenida o de lo contrario, como cualquier enfermedad, seguirá avanzando y dañará, irremediablemente, el tejido social.
Por otra parte, consideraron que los cálculos son cotas mínimas, pues no se contemplaron los homicidios no reportados o los de la llamada «lista negra». Por eso aseveraron que la situación real es mucho peor. Además opinaron que el problema de la violencia es multifactorial y lo que ellos han estudiado –los homicidios– es sólo un indicador, pero falta saber más sobre desapariciones o migración, por ejemplo.
Victor Manuel García Guerrero, profesor e investigador del Colegio de México (Colmex), detalló que después de mediados del siglo XX y con el crecimiento del sector salud, la esperanza de vida creció un año por cada 12 meses; sin embargo, iniciado el nuevo milenio hubo un estancamiento. Ya con los resultados del censo de 2010 se determinó que no sólo no hubo un estancamiento sino una disminución.
–La esperanza de vida bajo de 72.5 a 72 años, ¿qué tan grave es ese 0.5? –se le preguntó a García Guerrero.
–Veníamos creciendo un año por año, luego nos detuvimos [en el 2000]; en 2005 avanzamos punto cinco, pero luego lo perdimos y nos volvimos a quedar en 72. Entonces, disminuir 0.5, que no parece mucho, representó estancarnos 10 años. Ahorita podríamos estar con las mimas esperanzas de vida de los países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos], podríamos alcanzar los 79. Pero ni siquiera sabemos cuándo va a parar esto [la violencia]. En países de guerra, por ejemplo Irak, tienen estancamiento pero de dos años –y se recuperan–, nosotros ya perdimos al menos cinco años. Nosotros esperamos que cuando esto termine haya una recuperación, porque no es como la diabetes, que la contención se verá al largo plazo; si los homicidios paran, las causas que están contribuyendo favorablemente [como los nacimientos o la atención de enfermedades], aumentará la esperanza de vida.
–¿Qué pasó?
–Ibamos a un buen ritmo, pero luego nos quedamos en 72, pero hay chance de crecer, hay países que llegan a 80 años, ¿por qué México no puede llegar a esos números cuando hay acciones para tener acceso universal a la salud? Porque incluso se ha invertido para disminuir el daño catastrófico de algunas enfermedades -como la diabetes mellitus-. ¿Qué pasó? En este contexto hay una política de Estado que está caminado en sentido contrario a otra política de Estado [hace referencia a la estrategia contra el crimen y al sector salud].
–¿Es lo correcto decir que estos homicidios son una epidemia?
–Sí. De hecho por eso ésta y otras investigaciones relacionadas que hemos hecho han salido en revistas especializadas en salud y epidemiología. A final de cuentas la violencia y los homicidios se pueden ver como así, porque si no se controla, si no hay políticas de Estado, se agrava. Por ejemplo, en 2009 con el virus de la influenza hubo una actuación del Estado. Lo mismo pasa con la violencia y los homicidios: si no hay un control, pues ésta se va a ir expandiendo. Lo podemos ver, perfectamente, como un cáncer.
–¿El Estado ha respondido a esta epidemia?
–No tengo yo los datos científicos y no me atrevería a decir eso –desde la ciencia– porque no lo he estudiado. Pero en el día a día, que es lo que vivimos, considero que no. Yo creo que no se ha combatido lo más importante que es la corrupción y la impunidad. Combatiendo eso, se empezarían a blindar las instituciones. Y hablo del Estado en todo su contexto [incluyendo a la población]. Porque el problema de México es que nos acostumbramos muy fácilmente. Nos adaptamos muy rápido a esta situación y no hay respuesta ciudadana, que tal vez sea la única alternativa que queda para que el Gobierno reaccione. El problema es tan multifactorial que se necesita mucho.
–Pero los propios números demuestran que la epidemia no se ha contenido.
–Correcto. Éste es un indicador, y con este solo indicador, que es muy importante, vemos que el Estado no nos está protegiendo. Estamos muriendo de eso [la violencia]. En lugar de estar enfocándose en destinar todos los recursos en curar la diabetes –que en 2014 comenzó el control del azúcar–, en lugar de hacer tanta investigación en pocas enfermedades en medio de una guerra, debería atender otras cosas más importantes.
–¿Hay más muertos por violencia que por la diabetes?
–Sí, pero depende de selectividad, porque están en distintas edades. La medida poblacional está más centrada en edades jóvenes, entre ellos las muertes por homicidio, y la diabetes está centrada en edades mayores. Porque además no te mueres de diabetes inmediatamente.
–Los datos de la Secretaría de Salud y Secretariado apuntan que los jóvenes son los más afectados por la violencia, ¿es cierto?
–Sí porque la pirámide poblacional está más centrada en edades jóvenes. Los muertos por homicidio están en ese segmento. La edad media de la población de acuerdo con un dato intercensal está entre 33 años, que es la edad productiva. Y esto nos lleva a un tema, que es el bono demográfico, que significa la capacidad que tiene el Estado para capitalizar a edades productivas; con empleo, educación, salud… que es lo que hizo Finlandia, que hoy tiene una población grande, pero tiene una buena esperanza de vida.
–O sea, si no se atiende a esta población joven, ¿habrá problemas en el futuro?
–Sí. Según las proyecciones que hicimos, estamos llegando al límite. Y para mediados de la próxima década, si no hacemos algo [en trabajo, educación y salud], se acabará esta oportunidad. El Estado tiene menos de 10 años para fortalecer las instituciones y capitalizar a los jóvenes. Si no se hace nada, todo terminará en un pagaré demográfico, donde habrá una población vieja. El triángulo de población joven se va a voltear.
Los autores de la investigación –José Manuel Aburto, Hiram Beltrán Sánchez, Victor Manuel García Guerrero y Vladimir Cañudas Romo– analizaron un registro de muertes de entre el 2000 y el 2010 en los 31 estados de México y el Distrito Federal y luego se preguntaron la razón de la caída en la esperanza de vida, fue así cómo fueron armonizando la información disponible, la cual apuntó que se debió a las muertes violentas.
El análisis se centró exclusivamente en las muertes de personas de 75 años o menos, ya que, según los investigadores, los datos son más fiables a edades más tempranas, y esas muertes fueron responsables de la mayor parte del cambio en la esperanza de vida entre 2000 y 2010.
Hiram Beltrán Sánchez, profesor-investigador en el Centro de Salud comunitaria de la Escuela de Salud Pública y del Centro de Estudios de Población de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), detalló que si bien el estudio no apunta a los cárteles de la droga como los principales responsables, se muestra que de 2005 a 2010 la ola de homicidios fue más sangrienta en los estados donde operan esos grupos. Tal es el caso de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, entre otros.
«No tenemos los datos contundentes para ligar los homicidios con esos hechos, porque no existe esa información, pero los estados que perdieron más esperanza de vida son donde hubo narcotrafico y operaciones militares. Y entonces vemos que la relación es bastante directa, por ahí», comentó el académico de la UCLA.
Respecto a los homicidios de 2010 a 2015, Beltrán Sánches refirió que de acuerdo con los datos disponibles y no completos, se puede ver una ligera disminución.
«Los datos más recientes que he visto son de 2014, los cuales referían que había 18 muertes violentas por cada 100 mil habitantes. A pesar que es menor, no habajado mucho, en comparación con las 22 muertes de 2010. Es decir, no es una disminución importante si consideramos que en el 2005 teníamos la mitad de los homicidios. Aunque vemos una disminución, no podemos decir que las cosas han mejorado, porque incluso tenemos más del doble de homicidios de los que teníamos antes que iniciara este conflicto militarizado», comentó Hiram Beltrán Sánchez.
Respecto al nuevo mapa de homicidios, los dos investigadores aseguraron que 2010 a 2015 el panorama cambió, conforme se movilizaron los grupos armados, tal fue el caso de Morelos, Michoacán, Guerrero, donde bajó la esperanza de vida.
«La violencia se movió a otros estados y especialmente a estados relativamente pequeños, como es el caso de Morelos, el cual no figuraba», detalló Beltrán Sánchez.
A pesar de los problemas que existen en el sector salud, los demógrafos aseguraron que si se garantiza el acceso universal y se implementan acciones para seguir manteniendo a la baja los índices de homicidios, en el futuro México podrá «salir del bache» y podrá aumentar su esperanza de vida.