Yunery Citlally Hernández Delgadillo desapareció hace 50 meses, su madre, Victoria Delgadillo Romero, ha indagado y sabe que otras doce compañeras también desaparecieron la misma noche que Citlally.
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 9 de enero (SinEmbargo/BlogExpediente).- “Se fueron a un evento a Actopan, en un rancho. Al parecer hubo funcionarios importantes del gobierno, pero también gente mala. Recen por tu hermana y las demás chicas. A lo mejor ya no las vuelven a ver”. Yunery Citlally Hernández Delgadillo salió de casa el 28 de noviembre de 2011 a trabajar como edecán. Nunca regresó. Tampoco lo hicieron sus otras doce compañeras.
Fue la sentencia macabra de la contratista de edecanes, “Mireya”, nombre asignado a petición de la entrevistada, quien más tarde sería nombrada principal sospechosa en la desaparición de trece mujeres, oriundas de Xalapa, Veracruz; declarado en el expediente AP/PGR/SDHPDSC/M8/119/2013 ante la Fiscalía Especializada en Búsqueda de Personas Desaparecidas, en la Ciudad de México.
Han transcurrido 50 meses, mil 520 días, aproximadamente, desde que la belleza de trece mujeres las condujo hasta la tierra del nunca jamás, en Actopan, Veracruz. Desde entonces la señora Victoria Delgadillo Romero no deja de imaginar el cuerpo de su hija torturado, violado, o víctima de alguna mutilación.
“PARECÍA UN DÍA NORMAL…”
Yunery Citlally Hernández Delgadillo, madre soltera de dos menores, como todos los días llevó a su hijo el más pequeño al jardín de niños, lo despidió en el zaguán de la entrada con un beso en la mejilla, posteriormente se dirigió a casa de su madre, ahí prepararía la comida del lunes 28 de noviembre de 2011, el último guisado que dejaría hecho para sus pequeños.
“Me llamó por teléfono, como todos los días, para avisarme que había cocinado pollo a la jardinera, mi platillo favorito: ‘Mami, te guardo un poquito para que cuando llegues del trabajo comas. También te dejo un tinte que compré para aplicármelo, un rojo bien padre, quiero que las dos andemos del mismo tono de cabello’”.
Doña Victoria Delgadillo, integrante del Colectivo por la Paz Xalapa, aún conserva un rojo cobrizo sin retocar, el mismo tono que le recomendó Citla, como ella la llama. Lucha por mantener una apariencia agradable, pero las ojeras en su rostro dan fe de su ardua batalla.
La madre de voz ronca aceptó dar la entrevista, con la condición de que se llevara a cabo en un lugar público que ella misma eligiera. Las amenazas y hostigamientos en su contra se han vuelto más frecuentes y tenebrosas.
Victoria Delgadillo mira precavida hacia cada uno de los puntos en la Rosa de los Vientos, truena sus dedos, revisa las notificaciones en su teléfono inteligente, traga saliva mientras responde el cuestionario, habla despacio para escuchar las voces a sus espaldas. Nunca baja la guardia.
“En los últimos meses he recibido diferentes llamadas y mensajes de texto, diciéndome que deje de buscar a mi hija. Que ya no la voy a encontrar. Que ya no insista. Que por mi bien me detenga. Pero no pienso rendirme, debo encontrarla. No es un reto para la gente que me la secuestró. Simplemente es el amor de madre”.
La señora Delgadillo, de 46 años, prosigue la narración y recuerda que regresó de su antiguo empleo el 28 de noviembre a las 20:00 horas, entonces se percató que sus nietos se encontraban todavía en su domicilio, algo inusual, pues para esa hora los tres, la madre y los menores, ya debían haber regresado a su departamento en la colonia Zapata, en Xalapa.
“¿Qué hacen aquí todavía mis niños, por qué no se los llevó Citlally?”, cuestionó Victoria. “Al rato viene, me dijo que la llamaron para cubrir un evento por Actopan“, respondió la hermana menor de la desaparecida.
El municipio de Actopan, Veracruz, o “playa lodosa”, traducido del náhuatl, estaba a 43 kilómetros de distancia, a una hora en vehículo particular, aproximadamente. El trato que propuso “Mireya” a las trece edecanes estipulaba que recibirían 500 pesos por cada hora de servicio.
La cita fue en punto de las 17:00 horas en el centro comercial Plaza Cristal, a las afueras de la ciudad capital. De acuerdo con el horario de trabajo establecido, Yunery Hernández debió haber regresado antes de que terminara ese día.
Con base en la información de la sábana de llamadas, exigida posteriormente en la Fiscalía de Xalapa, la madre soltera de 26 años estuvo afuera de Plaza Cristal, cerca de una tienda Telcel hasta poco antes de las 18:00 horas. Ahí realizó varias llamadas a un número telefónico que ya investiga la Procuraduría General de la República (PGR), mismo al que se comunicaron sus trece compañeras de trabajo.
Doña Victoria Delgadillo no desconfió de la situación, entró a la cocina y recalentó el pollo a la jardinera para ella y sus nietos, quienes seguían esperando el regreso de su madre, era tarde y ya deseaban regresar a casa.
Sin embargo, dieron las 12 de la noche y Yunery no regresaba. Fue entonces cuando Victoria intentó contactarla mediante una llamada telefónica, pero la voz grabada, la más odiada por las madres de desaparecidos en Veracruz, encargada de mandarlas a buzón de voz, fue lo único que volvería a escuchar de número telefónico de la joven.
“¿Dónde está mi mamá? ¡Quiero a mi mamá! ¿Por qué no llega, abuela?», reclamaban los menores. Pero no había respuestas. Victoria Delgadillo se cuestionaba de la misma forma en su interior. Lo que ignoraba es que Yunery Citlally Hernández no volvería a entrar por la puerta de su vivienda.
«RECEN POR ELLA»
“A mí se me hizo muy raro porque mi hija me llamaba al día hasta cinco o seis veces. Cuando tenía eventos en los antros me avisaba si llegaba más tarde. Si se le acababa la batería, ella veía la manera de conseguir un mensaje regalado y se reportaba, pero ese día nada”.
Las horas murieron hasta que el ocho de noviembre terminó, la madre amaneció sin poder dormir. “Yo me levantaba y me levantaba y veía la hora y seguía insistiendo, pero nada. Entonces pedí a mi hija la más chica que se pusiera en contacto con ‘Mireya'»; inmediatamente aceptó y prendió la computadora:
“Hola, buenos días, soy hermana de Yunery. ¿Qué pasó, no sabes dónde anda? Ya pasó mucho tiempo y no regresa”, tecleó la hermana desde su cuenta personal en Facebook.
“Hola, mira, cómo te explico: se fueron a un evento a Actopan, en un rancho. Al parecer hubo funcionarios importantes del gobierno, pero también gente mala. Recen por tu hermana y las demás chicas. A lo mejor ya no las vuelven a ver“. “Mireya” se desconectó de la red social.
La pantalla de la computadora personal fue cerrada de golpe, sin embargo se abrieron los pensamientos negativos para la familia Hernández Delgadillo. “Me puse a llorar, supe que algo malo estaba pasando. Las cosas ya estaban muy feas en Xalapa para ese entonces».
“Yo tengo las pruebas de las conversaciones impresas. Le he dicho en la Fiscalía que la localicen, debe declarar porque sabe dónde y con quienes están las trece muchachas”.
Han pasado cuatro años con dos meses y simplemente las autoridades no pueden localizar a la sospechosa ni mucho menos a aquellas víctimas de la inseguridad en Veracruz.
Las personas que fueron raptadas en Actopan, Veracruz, con base en la denuncia ante la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), en el expediente PGR/SEIDO/UEIDMS/AC/039/2014 son:
Yunery Citlally Hernández Delgadillo; Adriana Saraí Ceballos Vázquez; Mayra Salas Durán; Nancy Hernández Moreno; Luz Abril Landa Ávila; Ana Laura Hernández; Teresita del Rocío Vázquez; María de Jesús Landa Martínez; Verenice Guevara Gómez; Lisbeth Yetsil Amores Roldán; Roxana Retureta; Karla Nayeli Saldaña Hernández, y Luisa Itzel Quintana.
Los familiares de las desaparecidas presentaron en su momento denuncia, sin embargo la mayoría por miedo han abandonado los casos.
UNA INVESTIGACIÓN INOPERANTE Y AMAÑADA
Doña Victoria Delgadillo, muerta de miedo, asistió la mañana siguiente a la Agencia Séptima del Ministerio Público de Xalapa, pero la regresaron. Le advirtieron que no podían hacer nada. Mucho menos proceder con la denuncia sin haberse cumplido 72 horas.
Sin embargo, de acuerdo con el artículo 12, cláusula II de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas Contra Desapariciones Forzadas, los mandos municipales deben iniciar una investigación inmediata, aún cuando no se haya presentado una denuncia formal.
“Señor, vengo a poner una denuncia, mi hija no llegó a dormir y tengo pruebas de que está en grave peligro”, dijo la madre ante los agentes.
“No señora, es muy pronto, a lo mejor al ratito regresa“, le respondieron.
“Entienda que es muy raro, oficial, mi hija nunca deja de reportarse tanto tiempo”, recrimino Victoria.
“Seguramente se quedó sin batería su celular, ¡no grite por favor! Ya le dije que debemos esperar las 72 horas“, le dijeron las autoridades y la mandaron a su casa.
Desesperación, rabia, decepción, son las palabras que desprende la madre, mientras solloza, al no recibir apoyo de inmediato por parte de las autoridades locales. Debió aguardar las 72 horas que le impuso el oficial en turno.
“Llamé a cada uno de sus conocidos, pero simplemente no me daban respuestas positivas. Los niños estaban inconsolables, querían que su mamá regresara. No me acordé de llevarlos a la escuela. Quería desaparecer”, comenta la madre bañada en lágrimas.
Por si fuera poco, la denuncia no pudo hacerla efectiva sino hasta el 5 de diciembre de 2011; siete días después, 168 horas posteriores a la desaparición de las trece edecanes. El motivo: los encargados de la dependencia municipal se encontraban en días de asueto.
Finalmente rindió su declaración en el Ministerio Público de Xalapa, que quedó dentro de la investigación ministerial 1586/2011. Acto seguido la enviaron a las instalaciones de la Agencia Veracruzana de Investigaciones, (AVI), donde le dijeron, la podrían trasladar a los posibles sitios donde su hija pudiera estar.
-¿Cuándo desapareció su hija?, le cuestionaron en la AVI.
El 28 de noviembre, señor, informó la madre.
El comandante encargado le mostró desde su laptop una galería de cinco señoritas desaparecidas en el mismo evento de Actopan, todas contactadas por “Mireya”. Se puso a las órdenes de la madre y prometió dar con su hija lo más pronto posible.
Días posteriores, el mismo comandante fue capturado y puesto a disposición de la PGR.
A CUATRO YA LAS MATARON
Doña Victoria Delgadillo regresó a su domicilio, no pensaba quedarse tranquila y dejar todo en las manos de la AVI, pidió nuevamente a la hija menor que contactara a “Mireya” vía Facebook; la hija volvió a obedecer. Una respuesta escalofriante llegaría 24 horas después.
“Seré breve: una fuente muy cercana me acaba de decir que de las trece ya mataron a cuatro. Si a las otras nueve les va bien, las van a soltar para el 26 de diciembre“.
La madre quedó petrificada. Perdió el aliento y el desmayo le amagó. “En ese momento comencé a pensar cosas espantosas. Quizá a mi hija la habían torturado, la habían violado, o me la habían hecho pedacitos, como lo muestran cientos de fotografías en internet. Es algo que no puedo explicar. Me encuentro viviendo dentro de una pesadilla”.
“Pero ¿por qué sabes tanto? dame más información por favor”, insistió la hermana de Yunery.
“Un amigo me anda investigando. Si quieres más información te veo en casa de Nancy Moreno, otra edecán desaparecida, ahí un amigo te dará más detalles. La condición es que vayas sola“.
A doña Victoria Delgadillo la oferta le pareció insegura. “Deja las cosas por el momento en paz, imprime la conversación. No quiero perderte a ti también”. Fue el último contacto que la familia tuvo con “Mireya”, la contratista.
“CUANDO CAPTURAN AL COMANDANTE EQUIS EL MUNDO SE VIENE ABAJO”
Para el asombro de la familia Delgadillo, una semana después de haber acudido con el comandante de la AVI, fuerzas federales lo trasladarían a la PGR, para finalmente trasladarlo al penal de Nayarit, acusado por tener nexos con el crimen organizado.
Lo anterior fue posible gracias a las declaraciones del también detenido Raúl Lucio Hernández Lechuga, alias «El Lucky», jefe regional de Los Zetas, capturado el 12 de diciembre de 2011 en la ciudad de Córdoba, Veracruz, quién señalaría posteriormente a “El Equis” como encargado de reportar todos los operativos del Ejército, Marina y de la Policía Federal (PF) en Xalapa, Veracruz.
“Fue algo que como ciudadano te deprime, te horroriza. A la persona que le confié el caso de mi hija resultó ser parte de la delincuencia organizada. A quién fui a confiarle mi caso. A quién le di cada detalle de la información que había obtenido. Desde entonces dejé de confiar en todo mundo. No sabía a dónde ir, ni qué hacer”, comenta la madre, quien no deja de remirar.
Hasta la fecha el caso sigue sin resolverse, impune. A la desesperación de la madre se le debe sumar las amenazas que ha recibido en numerosas ocasiones, ella prefiere no detallar por miedo a que alguien atente en contra de sus familiares.
“Mi familia insiste que deje todo, que la gente mala sabe dónde vivo. Los dos maridos de mis hijas les tienen prohibido verme, y en parte los entiendo. Pero yo he hablado con ellas y les ha quedado claro que no voy a parar de buscar a Citlally. El amor a mi hija es lo que me mantiene firme.
“LA BELLEZA DE MI HIJA FUE SU CONDENA”
“Un día en la fiscalía de Xalapa me dijeron que tal vez su mal fue haber sido tan bella, tan atractiva. Mi hija es alta, joven, de bello cuerpo, morena clara, nariz chata, dentadura impecable, raro la veías sin maquillarse. Todo el tiempo andaba bien arreglada de uñas y manos”
Yunery Hernández, salió el 28 de noviembre de 2011 con unos jeans de mezclilla color negro, que se entallaban en su curveado cuerpo, blusa de licra negra, botas marca Andrea, del número 25, en tono negro también. Lucía una chamarra de piel en tonos rojos que hacía juego con sus labios delineados.
“Ese día mientras guisó para mí, su hermana, la más chica, le ayudó a aplicarse el otro permanente color rojo cobrizo en sus cabellos lacios, que le daban hasta la altura de los hombros.
Una mujer que dejó muchos pretendientes, asegura doña Victoria, mide un metro con 75 centímetros, “Imagínese que mujerona salió si llevaba tacones del número 12. Tenía mucho porte. Llamaba mucho la atención, era bien carismática mi niña”.
Como seña particular, se dibujó un tatuaje en el glúteo derecho; un corazón diminuto con dos maracas a los lados, de acuerdo con doña Victoria Delgadillo, el significado se refiere al sonido que produce el amor.
“Un día en mi casa salió de bañarse y nada más llevaba una toalla enredada, cuando entré a su recámara se descuidó y le vi el tatuaje. Al principio me dijo que era de fantasía, ya después su hermana me confirmó que era real, de esa manera pude incluir la referencia en mis declaraciones”.
Los compañeros de la preparatoria la apodaban “fashion”, pues le gustaba vestir siempre a la moda. “Seguido criticaba a sus hermanas si algo que usaran no se veía bien. Les enseñaba a combinar las prendas y a maquillarse”.
“Era muy amiguera, yo le decía: Citlally, no te confíes, ya ves cómo está la situación, pero ella me contestaba que mejor le diera la bendición, que no pasaba anda. Yo sé que donde quiera que esté mi hija está sufriendo, porque ama a sus hijos, además sabe que yo me pongo mal cuando no sé de ella”.
“Fue edecán de la Coca Cola, seguido la llamaban a promocionar productos como teléfonos y de línea blanca. En el único festival que se realizó en Xalapa fue bailarina en el carro alegórico de Huicho Domínguez”
Con la intención de lucir su belleza, Yunery Citlally Hernández Delgadillo salió el 28 de noviembre de 2011; la paga era tentadora. Ella aceptó, pues se aproximaba el pago de su arriendo. Aunque nunca pensó que se trataría del último evento al que asistiría como edecán.
Hasta la fecha sus hijos lloran por el paradero de su madre, convirtiéndose en dos miembros más de los estragos secundarios que la inseguridad en Veracruz ha provocado.
LA DESAPARICIÓN DE MI HIJA ME HA DEJADO HASTA SIN PATRIMONIO
“No pude contener la mentira sobre mi hija. En un principio les dije que su mamá había salido y que no la encontraba. Pero tuve que decirles la verdad. No quería que más tarde mis hijos le tuvieran un resentimiento por supuestamente haberlos abandonado”.
Los niños Delgadillo grababan cada movimiento de su abuela: las salidas repentinas a las comandancias, visita de policías a su domicilio, su obsesión por investigar en internet días enteros sin despegarse del asiento, videos con contenidos de violencia gráfica.
“Pasaron los meses y Victoria Delgadillo no tuvo otra opción que ser franca con los nietos, a ambos los llamó por su nombre y les dijo: Miren hijos, su mami está desaparecida. Aquí en Xalapa se están llevando a la gente. Vamos a pedirle a Dios que nos regrese a mamá”.
La madre, mientras se limpia el llanto con una servilleta, solicita que no se detalle la reacción de sus nietos, basta saber que sufrieron y mucho.
Ante la complicada situación económica de la familia Delgadillo, la abuela y ahora madre de dos niños, se ha cansado de solicitar, a nombre del Colectivo or la Paz Xalapa, apoyos económicos para poder cubrir sus gastos escolares. Tampoco ha tenido respuestas.
Actualmente percibe cinco mil pesos al mes, aproximadamente. Hace dos años que dejó de pagar su casa del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), es imposible cubrir el monto de dos mil 800 pesos mensuales, sumado a los gastos de un niño de primero de secundaria y otro de tercero de primaria.
La señora ha perdido ahorros bancarios, múltiples pertenencias han sido malvendidas en los empeños: “He perdido pantallas, el Xbox de mis nietos, alhajas, relojes. De todo tengo factura. Es algo material finalmente, no me importa perderlo todo con tal de encontrar a mi niña”.
“Me las he visto muy difícil, he perdido empleos porque debo de ausentarme seguido cuando acudo a las diligencias en las fiscalías. Si bien ya habían terminado con mi vida desde que desaparecieron a mi hija, actualmente también, he perdido gran parte del patrimonio que pudiera dejar a mis nietos”.
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