Los hechos –particularmente los violentos- nunca son aislados: tienen causas y tienen consecuencias y para comprenderlos y atenderlos de manera sensata, es importante contextualizarlos.
Por Fernando Montiel T. *
Ciudad de México, 15 de noviembre (SinEmbargo).– La violencia en Paris que mató a más de un centenar este viernes 13 de noviembre de 2015 no es diferente a la que horrorizó a millones algunos meses antes, tras el ataque contra el semanario Charlie Hebdo. Se trata de eventos diferentes, sí, particulares, sí, pero vinculados. Por ello, vale la pena recuperar el análisis realizado en aquella ocasión para dar continuidad a la reflexión sobre el drama francés.
1. Antecedentes: Charlie Hebdo
Antoine Basbous, director del Observatorio de los Países Árabes con sede en París, calificó el atentado contra el semanario Charlie Hebdo como “una carnicería”. Señaló que se trataba de “un ataque contra los valores de Occidente” y reflexionó que asistíamos a “una guerra en varios territorios, incluido el francés.” (El País, enero 8, 2015)
Como veremos a continuación, en todas y cada una de sus tres afirmaciones, estaba en lo correcto.
“Una carnicería”
La agresión contra el semanario satírico –con un saldo de al menos 12 personas que perdieron la vida y varios más heridos de gravedad- fue, efectivamente, una carnicería, una barbaridad reprobable desde cualquier ángulo ético, político y humano. En breve: sin importar los temas abordados por la publicación y sin importar sus enfoques -gráficos, analíticos y estilos críticos- nada justificaba el atentado del que fue objeto.
“Un ataque así no podía ni debía repetirse: ni en Francia ni en ningún otro lado”, decíamos en enero, y sin embargo algunos meses más tarde se repitió, en el mismo lugar, tal vez orquestado por los mismos perpetradores pero con una brutalidad mayor al cobrar la vida de más de un centenar de personas. ¿Por qué ocurrió? Tal vez porque en ésta como en aquella ocasión, tampoco se entendió el origen de la violencia.
2. Hollande en 2015 como Bush en 2001
La misma nota de El País que recogió las declaraciones de Basbous en enero, difundió también lo dicho por el Presidente François Hollande en aquella ocasión:
“Sabíamos que estábamos amenazados, y lo estamos porque somos un país de libertad”, señaló Hollande, quien convocó a mediodía [a] una reunión extraordinaria de su Gobierno. “Ninguna barbarie terrorista podrá con la libertad”, señaló. Por la noche, y en un solemne mensaje al país, anunció para hoy una jornada de duelo nacional y calificó a los fallecidos de “héroes muertos por la libertad.”
De no ser porque era 2015 y no 2001 y porque estaba hablando de Francia y no de Estados Unidos, el discurso de François Hollande y su énfasis en la libertad recordaba ya en enero -como lo hace ahora en noviembre- al que pronunciara George W. Bush el 21 de septiembre de 2001, cuando, tras el ataque en Washington y Nueva York, declaró que la causa del horror era clara (“They hate our freedoms”) y la respuesta –contradictoria de suyo- también: “Either you are with us, or you are with the terrorists.”
Como Bush en 2001, catorce años más tarde el Presidente francés anuncia más sangre y más horror: “Hollande promete atacar sin piedad al EI” (La Jornada. Nov. 14, 2015), como Estados Unidos ayer, hoy Francia ha decretado también –no sin justificación- el estado de emergencia. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe, empezando por la Ciudad de las Luces el país de la Ilustración parece estarse dirigiendo por vía del miedo al obscurantismo que transforma a las víctimas en victimarios y que confunde -como lo hizo en su momento la unión americana- términos que en nada se parecen: venganza y justicia.
(Escribió Stefan Sweig que la época de El Terror en la revolución francesa no fue producto de hechos sangrientos sino de palabras sangrientas: tarde o temprano los salvadores de la patria tuvieron que respaldar sus retóricas inflamadas con los hechos. Estados Unidos lo hizo, y ahora todos conocemos el resultado.)
“¿Qué pasará en Francia?” nos preguntábamos en enero tras el ataque contra Charlie Hebdo, tal vez ahora tenemos la respuesta.
“Valores de Occidente” y la solidaridad racista
El futuro se anuncia sombrío: no sólo para aquellos a quienes se defina como culpables –el Estado Islámico (y con él, por culpa de la ignorancia y la xenofobia, al mundo islámico en general)- sino también para las víctimas inmediatas (Francia y los franceses) y para los muchos observadores circunstanciales (entre otros, los millones de migrantes en los diferentes países europeos que ya sufrían de por sí una alta cuota de horror, miedo y miseria. Inmediatamente después de los ataques la prensa comenzó a ofrecer información adicional que a nadie parece importar: “Incendian un campamento de refugiados en posible venganza por ataques en París” Excélsior. Nov. 13, 2015)
El ataque en París puede incitar el reflejo mecánico de empatizar con las víctimas –lo que es correcto siempre- para de ahí desarrollar maniqueísmos ignorantes pensando en blancos y negros y de forma simplista, en buenos y malos.
El mundo no es así, y es que hay que recordar que los “Valores de Occidente” a los que se refería Basbous son armas de doble filo, y que su interpretación, en Francia en el 2015 como en Estados Unidos en 2001 -y en prácticamente toda la historia y geografía occidental los últimos dos mil años- suele ser convenenciera, racista, clasista y sectaria.
Francia y Estados Unidos comparten, además de un dolor similar por eventos parecidos, también historia de más largo aliento. La revolución estadounidense de 1776 fue precursora de la de 1789; ambos países enarbolan muchos de los mismos valores (¿cuáles? sin duda la libertad -ya lo dijeron Hollande y Bush- y tal vez también la igualdad y la fraternidad) y lo hacen, frecuentemente y con pena, del mismo modo. Veamos el caso francés.
Hablemos sobre libertad. En 2004 Francia aprobó la Ley no. 2004-228 sobre laicidad que prohibía el uso “ostensible” de símbolos religiosos (cruces, velos, estrellas de David, etc.) y luego en 2011 la censura específica del velo en mujeres musulmanas (en un país con más de 6 millones de personas profesando esa religión). Desde el inicio Amnistía Internacional fue enfática por voz de su entonces Secretaria General, Irene Khan: “La ley del velo en Francia viola los derechos humanos.” (El País. Marzo 14, 2004)
Hablemos sobre igualdad. En el 200 aniversario de su declaración de independencia, Haití –país ejemplar en la región al ser el primero en liberarse del yugo de la explotación- sufrió un golpe de Estado co-auspiciado, junto con Estados Unidos, por la ex potencia colonial: Francia. La “fuerza de interposición” de estos dos países -enviada sin el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas- facilitó la caída del Presidente democráticamente electo. Esta no es una opinión: es un hecho. Al menos así lo juzgó y acusó la Comunidad del Caribe (CARICOM) en voz de su entonces líder, el Presidente de Jamaica Jacques Percival, apoyando las declaraciones que el propio mandatario denostado hiciera a la prensa internacional: “Aristide acusa a Francia: El Presidente de Haití, Jean Bertrande Aristide, acusó al gobierno francés de conspirar con Estados Unidos para derrocarlo” (BBC Mundo. Marzo 5, 2004).
Pero, ¿cuál es el problema? Después de todo, el Haití de Aristide es una pequeña isla como lo es también Jamaica, y el CARICOM en su conjunto no es mucho mayor (15 miembros, principalmente islas del Caribe). Además Haití adolece del triple estigma de ser una ex colonia, pobre y con población “de color.” ¿Igualdad? No: Doctrina Monroe, Corolario Roosevelt y missione civilisatrice.
Hablemos de fraternidad. En 2005 las tensiones sociales por racismo, discriminación, exclusión y prejuicios estallaron en los barrios marginales franceses a finales de año. La BBC reportó como causas de la protesta la segregación y la pobreza de sus habitantes -en su mayoría, inmigrantes del norte de África- en una nota de título transparente: “Ghettos schakle french muslims.” (BBC. Oct. 31, 2005). Decía la nota “Some groups do advocate cultural separation for Muslims –but they do not speak for many. Far more common is the attitude of Nour-eddine Skiker, a youth worker near Paris: “I feel completely French. I will do everything for this country, which is mine.” Tomando en consideración que un día antes (octubre 30) Nicolás Sarkozy, entonces ministro del interior, había definido a los manifestantes como Racaille –es decir, escoria– no es de extrañar que al final de los disturbios el saldo fuera de más de 8 mil automóviles quemados.
(“How am I supposed to feel French when people always describe me as a Frenchman of Algerian origin? I was born here. I am French. How many generations does it take to stop mentioning my origin?” Para el concepto francés de fraternidad, la pregunta del entrevistado por la BBC sigue sin respuesta.)
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Comentarios informales sobre la tragedia que aqueja hoy a Francia dicen en las redes sociales: “Está triste la situación mundial” y los avatares se llenan con los colores de la bandera francesa, pésames y muestras de una sensibilidad selectiva. ¿Sensibilidad selectiva? Sí: ¿dónde estaban esos indignados y solidarios cuando Israel despedazaba palestinos hace apenas unos meses durante la Operación Margen Protector que según Amnistía Internacional –citando a Naciones Unidas- tras 50 días (jul. 8-ago 25, 2014) arrojó un saldo de “2,192 palestinos muertos,1,523 civiles y de ellos, 519 niños.”? Sencillo: no estaban.
¿Y qué tiene todo esto que ver con el atentado en Francia? Básicamente, todo. Todo cuando la libertad no está orientada por valores universales; todo cuando la igualdad no consigue trascender visiones racistas e intereses colonialistas y todo cuando la fraternidad se práctica de manera excluyente. Es decir, todo cuando estos valores –a los que habría que sumar los de la solidaridad y la indignación- se interpretan y defienden de modos torcidos por la ignorancia, el racismo, el oportunismo, la moda, la banalidad o la hipocresía.
3. Las respuestas: “Una guerra en varios territorios”
François Hollande ha dicho que el ataque contra el pueblo francés –infame y cobarde sin duda– “es un acto de guerra cometido por un ejército terrorista” (CNN Español. Nov. 14, 2015). Y tiene razón: tiene toda la razón.
Lo que olvidó decir es que es una guerra en la que él metió de lleno a su país y a su pueblo hace menos de dos meses:
“Tras veinte días de reconocimiento aéreo del terreno, el ejército francés se sumó a los bombardeos sobre posiciones del Estado Islámico (EI) en Siria, bajo el argumento de que este grupo yihadista supone una amenaza directa para su seguridad nacional” (Agencia EFE. Sept. 27, 2015).
Pareciera que se trata de una profecía auto-cumplida: bombardean Siria para conjurar lo que “suponía una amenaza directa a la seguridad nacional” francesa, y al hacerlo, se convierten a su vez en blanco militar. Y es que las guerras son así: unos atacan –por ejemplo bombardeando “posiciones del Estado Islámico”- y otros responden –por ejemplo, con atentado suicidas y homicidas en teatros, cafés y estadios.
De eso se trata la guerra: de matar, herir y morir.
¿No lo sabían? Si Hollande no quería participar en ese juego macabro podría haberse mantenido al margen de las operaciones militares. ¿Habría eso evitado los ataques? No hay garantía, pero las probabilidades de sufrirlos habrían sido mucho menores sin duda. Después de todo ¿qué no hay antecedentes respecto de estas dinámicas? ¿Qué no están relacionados el 11-S, y las guerras en Afganistán e Irak, el 11-M en Madrid y el atentado del 7 de julio de 2005 en Londres? ¿Qué no Charlie Hebdo había recibido ya amenazas por reproducir las mismas caricaturas que el Jyllands-Posten danés publicó en 2005 representando de manera ofensiva al Profeta? ¿Qué no por publicar precisamente esas caricaturas se incendiaron embajadas danesas en todo el mundo? ¿Qué de verdad es tan difícil de entender que la violencia produce violencia y que por ende toda acción violenta con frecuencia encuentra como respuesta otra igual pero en sentido contrario? ¿Qué no hay evidencia de esto en la historia, la política, la sociología, las relaciones internacionales, la economía, la antropología y en tantas otras materias y disciplinas?
¿Se quiere disminuir las posibilidades de que militantes sirios ataquen franceses en Francia? Sencillo: evítese que militares franceses ataquen sirios en siria.
El gobierno francés cometió el error fatal de confundir medios y fines. Nadie lo ha expresado mejor que Johan Galtung:
“La paz no se alcanza a través de la seguridad, sino que la seguridad se alcanza a través de la paz.”
Y la paz no se consigue haciendo la guerra. La alternativa es la negociación, el diálogo, la diplomacia, el uso de los muchos mecanismos internacionales, la implementación de CBM (Confidence Building Measures), los procesos de mediación internacional y la distensión entre otros. Es decir: no es que el mundo nunca haya experimentado la violencia y que entonces tengamos que empezar de cero –a menos por supuesto que nada se haya aprendido en cinco mil años de historia.
Cuando ocurrió la crisis en 2005 por la publicación de las caricaturas del Profeta –crisis de la que evidentemente Charlie Hebdo aprendió muy poco- 11 embajadores de países árabes trataron de reunirse con el Primer Ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, para decirle:
We deplore these statements and publications and urge Your Excellency´s government to take all those responsible to task under law and the land in the interest of inter-faith harmony, better integration and Denmark´s overall relations with the Muslim world.
El propio Rasmussen se rehusó a dialogar, y al hacerlo, provocó–según sus propias palabras- “el peor incidente de relaciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial” Fue este desdén arrogante al diálogo lo que contribuyó a que ardieran sus embajadas (Al menos así lo explican quienes consiguieron detener los incendios, los mediadores de la crisis, Johan Galtung y Tarik Ramadan).
Si a la negativa al diálogo de los gobiernos se suma el desdén de los medios por el sufrimiento de los invisibles (p.e.- a la prensa nunca le importó que los bombardeos franceses en Siria -de eso que llamaron “posiciones del Estado Islámico”- con frecuencia hacían pedazos casas con hombres, mujeres y niños asustados que nada tenían que ver con el conflicto) el resultado no puede ser sino la polarización y la violencia, pues la indignidad y criminalidad de los unos, tarde o temprano, se encontrará con la indignidad y criminalidad de los otros.
Es así como las palabras que expresara Basbous en enero de 2015 se llenaron de verdad en noviembre del mismo año: se trata –como bien lo dijo- de una “guerra en varios territorios”, incluido el francés.
Nada de esto justifica la violencia, pero la explica.
4. Miedos y salidas
Se dice que “el hubiera no existe”, lo cual es una estupidez: explorar los hubiera –lo que en la academia se conoce como análisis contrafactual- permite imaginar lo que podría haber sido el presente si el pasado hubiese sido diferente, y con ello, prevenir en el presente peligros que podrían asomar en el futuro.
Tal vez si Samuel Huntington no hubiera dado el andamiaje discursivo del “Choque de civilizaciones” (“Las fronteras del islam están cubiertas de sangre”, escribió) al final del siglo XX, George W. Bush no habría iniciado el siglo XXI en declarando la “guerra contra el terrorismo.” Tal vez si Rasmussen hubiese dialogado con los diplomáticos árabes y si Charlie Hebdo hubiese aprendido en cabeza ajena, la historia del presente en Francia, Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Siria, Palestina y el mundo en general sería muy diferente. Pero no fue así.
¿Y mañana? ¿Qué guerras y matanzas, atentados y bombardeos, ejecuciones, torturas y sufrimientos sembraremos con lo que hagamos o dejemos de hacer hoy?
Los franceses todavía están a tiempo de no cometer los mismos errores que los estadounidenses. Están a tiempo de no sumar a su dolor todavía más sufrimiento y desgracias. ¿De qué dependerá? De la inteligencia con la que atiendan la crisis que sufren por el agravio sangriento y abusivo del que fueron objeto.
Francia puede superar los episodios vergonzantes de su propio pasado rescatando y construyendo sobre la cara digna de su historia, esa que va de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano hasta Jean-Paul Sartre en su crítica contra la brutalidad colonial en Argelia; los franceses pueden enmendar un camino sacándolo de la obscuridad –aún antes de emprenderlo- superando la ceguera que produce el dolor y la indignación: tal y como lo hicieron los españoles en 2004, después del atentado en Atocha, retirando tropas del Medio Oriente y Asia Central e impulsando el diálogo de civilizaciones.
A diferencia de pequeñas naciones cuyo sufrimiento está olvidado en el desamparo y la indiferencia (como Palestina o Líbano, atacado también por los mismos infames y al mismo tiempo), más allá de la ira y la amargura, Francia tiene la fuerza y los recursos para buscar y conseguir justicia como es debido: con inteligencia y mesura, con legalidad severa y humanidad.
En tanto víctimas, los franceses no pueden ni deben colocarse al mismo nivel de sus verdugos
* Profesor en la Cátedra UNESCO en Ética y Cultura de Paz del Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. Analista en temas internacionales y especialista en Estudios de Paz. Consultor en prevención de la violencia, manejo de conflictos y construcción de paz. Autor de los libros «Morir por nada: Narcotráfico y violencia de estado en México» (L.D. Books, 2012) y «Días violentos: 77 imágenes del conflicto en el siglo XXI» (TUP, 2011) entre otros. Correo:[email protected] / Twitter: @FMontielT