La diseñadora mexicana Carla Fernández desató una ola de críticas después de que compartiera fotografías del Fashion Week México acompañadas de la descripción: «Look indígena», «Look feminista», «Look protesta», y las denuncias de malas condiciones laborales para modelos.
Ciudad de México, 15 de octubre (SinEmbargo).– Este viernes cerró la XV edición del Fashion Week México en la capital del país, con una participación de algunos de los y las diseñadoras más destacadas de la región: Lydia Lavín, Alfredo Martínez, Pink Magnolia y Carla Fernández. Esta última artista, además de obtener el foco de la pasarela, también fue foco de críticas en redes sociales por algunos atuendos presentados: el «Look indígena» y el «Look feminista».
Carla Fernández es una marca liderada por la mujer del mismo nombre. Nació en Saltillo, Coahuila, y actualmente vive en Coyoacán, Ciudad de México, con su pareja, el escultor Pedro Reyes. Ambos se han visto envueltos en polémicas estas últimas semanas: él, por su estatua «Tlali», que pretendía tomar el lugar del Monumento a Cristóbal Colón sobre Paseo de la Reforma; ella, por denuncias en torno al «Look indígena» que creó junto con la marca de cosméticos MAC y con respecto a las condiciones bajo las cuales modelos trabajaron durante su presentación de Fashion Week.
La marca de haute couture opera bajo un «Manifiesto de la moda en resistencia», publicado en 2017, que tiene 10 pilares. Entre ellos, se encuentran algunos puntos como: «No a la manufactura anónima», y la dependencia de la marca en procesos de elaboración de artesanos de distintas comunidades indígenas en todo el país.
Aunque en manifiesto se reconoce que México es un país donde se hablan 68 lenguas indígenas, y en su documento identifica a 16 distintas comunidades que participaron en la creación de la línea 2017 de los estados de Chiapas, Estado de México, Guerrero, Ciudad de México, Puebla y Campeche, a la activista mixteca Aída Naxhielly le preocupó que la marca tenga un discurso de «resistencia», como nombra el manifiesto, que no concuerda con sus prácticas.
«Tiene mucho tiempo que compañeras que trabajan en la producción de textiles han visto en ella [Carla Fernández] desde hace muchos años una mujer que se apropia de estos discursos y que se monta en la narrativa de ayudar o salvar a las comunidades y a las personas artesanas, a través de usar técnicas textiles originarias de diferentes comunidades y transformarlas, colocarlas en un mercado muy específico que es el de la alta moda», indicó la integrante del Colectivo Juvenil Intercultural «Nuestras Voces».
La ropa disponible en la página de Internet de la marca muestra prendas con rangos de precio que van desde los dos mil 450 pesos por un rebozo (precio en descuento) hasta los nueve mil 800 pesos por una capa chamarra, y 15 mil 990 pesos por un duvet para una cama tamaño king.
Al dar clic sobre una prenda, no se especifica la comunidad indígena que trabajó la prenda, ni de dónde es originario el bordado, o quiénes fueron los artesanos involucrados en el proceso de elaboración. En el apartado «Nosotrxs» de su sitio web, la diseñadora dedica cuatro párrafos a describir su trayectoria artística, y en un sólo párrafo describe la «Red de artesanos» detrás de los modelos, sin citar nombres de personas o comunidades.
«¿Quién está produciendo para quién y quién se lleva el crédito?», notó Aída Naxhielly. «No es solo una persona, es una marca, y el crédito es para ella como diseñadora, no para las mujeres artesanas que le hacen las piezas o que le dan los tejidos para que haga aplicaciones. Sigue reproduciendo esta estructura de la trabajadora que está detrás de bambalinas, mientras que quien recibe aplausos en la pasarela al finalizar la presentación de su nueva colección es ella, y ahí está el problema, en una reproducción de una estructura vertical que se monta en la idea de que es horizontal por estar ayudando».
Aída hizo énfasis en que reconoce la labor que hacen mujeres y hombres indígenas que participan en los procesos de elaboración de la marca de gama alta, y que su crítica va dirigida hacia el discurso con el que trabaja Carla Fernández.
Las redes sociales de YouTube e Instagram de Carla Fernández contienen imágenes y videos de artesanos indígenas bordando, rodando la tela, planchándola con piedra, cosiendo y cortando. Al finalizar la secuencia, se despliegan los nombres de los artesanos que realizaron las prendas. Pero la activista indica que no es suficiente con una publicación periódica donde se vea a quiénes están detrás de la elaboración de las ropas de alta moda, porque un reconocimiento pleno implica que los y las artesanas tengan la posibilidad de proponer y crear sus propios diseños.
«Muchas personas creadoras de textiles diseñan, o rediseñan, su ropa tradicional, y esto nos habla de esta posibilidad creativa que sí hay y existe, y que también debería poder ser suya a plenitud, ser reconocida y nombrada».
Asimismo, recalcó que la importancia de preservar el legado textil que pertenece a los distintos pueblos originarios no se limita únicamente al consumo de los productos, sino desde el reconocimiento de la cosmovisión que se comparte a través del lenguaje del textil, la estructura comunitaria que hay detrás de la elaboración, y también regresar la mirada hacia las condiciones en las que habitan las personas artesanas en sus comunidades: desde su acceso a la salud y a la educación, oportunidades laborales, seguridad, entre otras.
Al respecto del «look indígena», Aída advirtió que reproducir un maquillaje o una vestimenta y llamarla «look indígena» también abre el debate de qué mensaje se está reproduciendo y los estereotipos que se comparten.
«Es un poco lo mismo que pasó con la estatua de la mujer indígena [‘Tlali’], de apelar a que te hagan una construcción estereotípica, nacida de cosas que a lo mejor se nos han dicho o que imaginamos, también, de qué significa que me pidan o que yo diga que yo hice un ‘look indígena’. No sé de dónde viene», aclaró.
No se puede hablar de una sola manera de representar o de abstraer las vidas tan diversas y tan amplias que abarca una palabra como lo es «indígena», que además tiene una carga política muy concreta, y al decir que pintarte con sombras de negro es hacerte un «look indígena» no hay una fuente concreta para saber de dónde viene eso, o de qué comunidad tomaron la idea, remarcó. Incluso, consideró «peligroso» que se difunda el mensaje de que por utilizar unas sombras o un delineado negro se pueda decir que es una representación de una mujer indígena.
Yo quiero el "look indígena". pic.twitter.com/gB3J6iGDCU
— Naxhielly (@sikuaa) October 14, 2021
LAS MARCAS NO NOS ESTÁN HACIENDO NINGÚN FAVOR
Teresa Rodríguez de la Vega, socióloga y profesora de tiempo completo en el Centro de Estudios Sociológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aseguró que las marcas como MAC y empresas de moda no hacen un favor a los movimientos sociales al utilizar discursos propios de luchas como el de las mujeres y el feminismo.
«El ingreso de la narrativa feminista y de la narrativa antagónica al mundo [de la moda] que por excelencia reproduce el sistema de opresión en el que vivimos no es algo que agradecer. Al contrario, es un ataque porque despolitiza el movimiento, nos desantagoniza, y nos hace cómodas al sistema», analizó.
En este sentido, recordó que marcas de alta gama constantemente hacen una apropiación de productos culturales que surgen desde otras clases sociales para incorporarlo a un proyecto estético y mercadotécnico, a lo que notó un conflicto porque se trata de ingresar proyectos que surgieron desde lo político y la resistencia en una lógica de ganancia monetaria.
«Me parece que lo que pasó en estos últimos días y el sello de la marca de Carla Fernández es que toma contenidos políticos y de protesta y los acopla a sus propuestas estéticas de diseños de moda», consideró la docente.
Rodríguez de la Vega explicó que la protesta y el feminismo son grupos que surgen de un mundo que rechaza la lógica de la ganancia en la que se encuentra la industria de la moda, por lo que se pierde la politización del feminismo y se busca hacer del movimiento un producto que venda.
Aunque las marcas puedan argumentar que el emplear discursos de movimientos sociales es desmarginalizar y visibilizar las problemáticas, la profesora subrayó que más bien se trata de «endulcorar» al movimiento para entrar a un mundo donde el contenido pierde politicidad.
«Yo pienso que nos están quitando politicidad porque todos esos: el movimiento de migrantes, el movimiento de mujeres, la protesta como fenómeno general, es un movimiento que interpela a ese mundo el de arriba, y no hay más mundo del de arriba que el mundo de la moda», expresó, refiriéndose a las críticas que se pueden generar en torno a la industria multimillonaria por la cosificación del cuerpo de la mujer y la reproducción de cadenas de belleza.
USUARIOS CRITICAN CONDICIONES LABORALES
En Twitter, usuarios compartieron su indignación frente a las imágenes compartidas en las historias de Instagram de las cuentas de Carla Fernández y la marca de cosméticos MAC, quienes colocaron fotografías de los estilos de maquillaje que lucieron modelos en la pasarela junto con la descripción «Look feminista», «Look indígena» y «Look protesta»; y una denuncia hecha pública por una de las modelos que participó en el fashion show, Jimena de Aparicio.
En sus historias de Instagram, la modelo que también ha participado en campañas de Pantene, Ilusión, Julio y Nina Storm, denunció que aunque empezaron su jornada laboral a las 05:30 horas y terminaron alrededor de las 15:00 horas, comieron únicamente un platillo de tres molletes y tuvieron largos periodos de espera en los cuales no se les permitió salir para buscar algo más para alimentarse.
Además, algunos de sus compañeros le comentaron y mostraron que los zapatos que utilizaron les cortaron la piel, ya que a pesar de que se les había dicho que el uso era temporal el tiempo de uso se extendió más de lo previsto y no pudieron cambiar de calzado.
De Aparicio recordó que Carla Fernández fue una de las primeras marcas que le llamaron la atención cuando empezó a incursionar en el mundo de la moda, pero a partir de esta experiencia sintió una falta de coherencia entre el discurso de la marca y sus prácticas. «Cuando pasó esto sí me puse a pensar mucho, ¿si esto pasó con nosotros [modelos], por qué no será con todo el equipo en general, hablando de artesanos, asistentes?», cuestionó.
A su conocimiento y desde lo que pudo experimentar, no se hizo ningún reconocimiento público hacia las y los artesanos que trabajaron en las prendas que De Aparicio y sus compañeros modelaron en el evento de Mercedes-Benz, y la única mención hacia ellos fue dar una cifra en un discurso dirigido hacia el equipo de trabajo previo al lanzamiento de la colección.
«En público, que yo supiera, no dijo nada [acerca de los artesanos], no llevó a gente en representación, nada por el estilo».