Heriberto Yépez es el intelectual más incisivo de este tiempo mexicano.
Nació en 1974 y es autor de una vasta obra (más de treinta libros), que incluye narrativa, poesía, ensayo, traducción y periodismo.
Destaca como crítico de la realidad cultural del país.
Hasta hace unos días era autor de Archivo Hache, publicada semanalmente en el suplemento literario Laberinto Milenio, la columna de crítica más leída, comentada y discutida del escenario cultural mexicano.
Desataba rabias y fanatismos, escupitajos y laureles, apologías y malquerencias.
Todo lo que fuera: pero siempre estuvo en el centro del debate nacional, como ninguna otra.
En Archivo Hache, Heriberto Yépez se dedicó a cumplir a cabalidad lo que Chomsky dijo que debía ser la responsabilidad de todo intelectual: “decir verdades y desvelar mentiras”.
Los blancos de Yépez siempre fueron la corrupción del poder cultural, las falsedades de la República de las Letras y el rescate de lo que, para Yépez, era el verdadero arte, el artista y la audiencia.
Como tenía convicciones sobre lo que escribía y lo hacía de una forma original, nunca le faltaron pifias, mofas y ninguneo, ese substancioso alimento de la envidia.
No se sabe muy bien la razón por la cual Archivo Hache anunció su salida de Laberinto Milenio, pero sería ingenuo pensar que no fuera por las incomodidades ocasionadas por las dentelladas de Yépez al status quo cultural del país.
El último de sus dardos fue a dar contra Alfonso Reyes y sus amoríos durante sus tiempos como embajador, una crítica que tal vez haya herido más de algún escrúpulo, pues además Yépez le daba una dura repasada a los intelectuales que han servido de coro (por demás mojigato) del poder político, que, al final de cuentas, como lo escribió Coetzee en Contra la censura, son los mismos censores que vigilan los límites de lo estético.
Semanas después de esta dura crítica, Archivo Hache anunció su retiro.
Nadie lo creería: en el momento en que el país más necesita de críticos de verdad, los críticos son ejecutados, amordazados con cinta canela y arrojados al voladero.
La abrupta salida de Heriberto Yépez de Laberinto Milenio es directamente proporcional al agigantamiento del despotismo de Estado que padecemos con la vuelta del PRI al poder.
Entre más sátrapas, menos críticos.
Peor aún: entre menos críticos, más paleros.
Esperamos pronto, pues, la vuelta de Heriberto Yépez al coliseo nacional.