Ante una aparente resistencia del Estado por reconocer siquiera su existencia, la comunidad negra en México ha llevado una lucha desde hace décadas para lograr que sus derechos se garanticen y sus carencias se aminoren.
La construcción de una identidad perdida en la historia oficial que dejó a los afromexicanos olvidados en los tiempos de la esclavitud, es el primer paso para recuperar un patrimonio rico en tradiciones y costumbres propias que los diferencia de los indígenas y de los «blancos».
Una Escuela Itinerante es sólo el principio de una nueva batalla para lograr la visibilidad, conseguir victorias legales y sobre todo, para dejar claro que la malanina en su piel no es un factor de discriminación, si no de diferenciación y de orgullo.
Ciudad de México, 15 de agosto (SinEmbargo).– En marzo de este año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) incluyó en uno de sus censos poblacionales una pregunta que toma en cuenta, por primera vez, la existencia de población negra en el país: “De acuerdo con su cultura, historia y tradiciones, ¿se considera negra(o), es decir, afromexicana(o) o afrodescendiente?”. Las posibles respuestas van de la afirmación a la negación, pasando por el desconocimiento, ésta última una condición común entre la propia comunidad y el resto de los mexicanos productos del mestizaje.
“En México se invisibilizó la historia de las poblaciones afrodescendientes, ellos no han sido parte de los relatos de la historia nacional […] la matriz histórica de reconocimiento en México ha sido sobre la base indígena y mestiza, […] han sido invisibilizados, negados de la historia nacional, en las escuelas no se enseña que hay pueblos afrodescendientes, porque han sufrido un mayor proceso de homogenización cultural”, dice a SinEmbargo Yesenia Olaya Requene, co-fundadora de la Escuela Itinerante para la Formación Permanente de las Mujeres Afromexicanas.
Originaria de Colombia y radicada en el Distrito Federal desde el 2012, cuando llegó a las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a estudiar una maestría en Pedagogía y posteriormente un doctorado en Antropología, Yesenia se identifica como afrocolombiana y ha puesto sus estudios y esfuerzos en desarrollar procesos de educación para las comunidades negras del Pacífico.
La Escuela Itinerante nació el 4 de octubre del 2014, cuando un grupo de 19 mujeres se encontraron en Pinotepa Nacional, Oaxaca, convocadas por Yesenia Olaya, la Red de Mujeres Indígenas por la Paz (Remipaz), el grupo Coldiba y la organización civil Semillas. Ahí se dieron cuenta que a pesar de ser de regiones, edades y ocupaciones distintas, todas ellas tenían algo en común.
En busca de una identidad
Antes de la encuesta intercensal que el Inegi realizó hace un par de meses y la cual aún no muestra resultados, sólo el estado de Oaxaca contaba con un perfil sociodemográfico de su población afrodescendiente, pues ahí se concentra el mayor número de personas identificadas en esta comunidad, con más de 215 mil para 2010, sin embargo, no es el único.
De acuerdo con la información del Consejo Académico de la Escuela Itinerante de Formación Permanente, en México hay más de 400 comunidades afromexicanas en siete entidades del país, principalmente en Guerrero, Oaxaca y Veracruz, seguidos por Coahuila, Michoacán, Chiapas y Tabasco. Estiman que del total del territorio nacional, un dos por ciento de su población es afrodescendiente.
A casi un año de su creación, el proyecto se ha desarrollado únicamente en Oaxaca, sobre todo en la región de Costa Chica, con miras a llegar a otros territorios, pero ¿en sí qué se enseña ahí y cuáles de sus objetivos han logrado?
Yesenia explica que la clave está en la etnoducación, es decir el proceso en el que las comunidades reconstruyen sus conocimientos ancestrales y a partir de ello, generan un posicionamiento político de sus identidades. Es decir, a falta de historia bibliográfica, la oralidad y los saberes heredados de generación tras generación se vuelven los protagonistas en el fortalecimiento de la identidad y lo posterior lucha por el reconocimiento constitucional de sus derechos.
Para, Rosa María Castro Salinas, originaria de Huatulco, Oaxaca, la Escuela -única en el país y la tercera en Latinoamérica- significa un parteaguas para la comunidad afrodescendiente y su visibilización.
En conversación con SinEmbargo, Rosa dice que esta iniciativa les da las herramientas necesarias para buscar su identidad dentro de una “historia que no existe”, las lleva a salir en defensa de su territorio, cultura y tradiciones propias, combatir la discriminación y violencia institucional, para así encontrar la reivindicación como mexicanas.
“Más que victimizarnos nosotras tenemos ahorita la consigna o el trabajo social que estamos haciendo es precisamente decirle a México y decirle al mundo entero que la melanina no nos hace diferentes, la melanina solamente es un color porque por alguna razón lo tenemos, pero no hace diferente, ni somos malas ni somos mejores, somos mujeres como cualquier otra mujer blanca y también queremos que sepa el mundo y nuestro país, que las mujeres negras solamente estamos reclamando los derechos que constitucionalmente nos corresponden porque además nacimos en México […] Nosotros en el momento que nacimos en territorio mexicano y como lo dice nuestra Constitución, persona que nace en territorio mexicano es mexicana y eso es lo que somos nosotros”, dice.
Por su parte, la iniciadora del proyecto menciona que ante una comunidad cuyo mayor referente de identidad distinta es el color, es necesario darle a esa piel “un contenido histórico, que las mujeres redescubran en sí mismas que tener la piel obscura tiene una huella histórica ancestral, una conexión con África y que a partir de ahí ellas pueden generar, pueden reconstruir una identidad diferente a la del resto de la sociedad mexicana, nombrarse de manera diferente y exigir el reconocimiento de derechos culturales en función a su pertenencia étnica”.
La Escuela Itinerante de Formación Permanente para Mujeres Afromexicanas se rige bajo cuatro ejes temático: el territorio, los derechos humanos, la perspectiva de género y la identidad.
El primero explora el vínculo constitutivo que la población mantiene con su tierra, ubicada generalmente en la costa, donde se desarrollan actividades culturales y sociales características. “la forma de relacionarnos con la naturaleza, las actividades económicas, sobre todo la pesca, la agricultura, son diferentes a como lo hacen los otros grupos humanos. Y en el territorio se sustentan nuestras identidades”, completa Olaya Requene.
En el ámbito de los derechos humanos es importante conocer todos los avances que existen en materia legislativa para garantizar los derechos de los afrodescendientes en América Latina y a nivel internacional, partiendo principalmente de la conferencia de Durban, llevada a cabo en 2001 en Sudáfrica para reprobar toda clase de discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia.
El tercer eje parte de la exclusión por parte de los movimientos feministas hegemónicos a las mujeres negras en la toma de decisiones, por lo que se tiene la necesidad de construir un referente teórico propio y “desde ahí generar una militancia política por el reconocimiento como mujeres articulado con la discriminación que hemos vivido por ser mujeres, por ser negras y por vivir en condiciones de extrema pobreza”, continúa.
Al final, donde se sustenta la intención inicial y que han mantenido, de construir la escuela “desde y con los conocimientos de las mujeres afromexicanas, ellas son las protagonistas a partir de sus historias de vida, de sus relatos, sobre todo referidos a la manera en la que ellas se auto identifican, si son afrodescendientes, si son negras, cuál es el contenido histórico y el contenido político que ellas le dan a su forma de autorreconocimiento”.
La triple (y hasta cuádruple) discriminación
En aquel primer encuentro de 2014, también estuvo presente la comunicadora nacida en Lo de Soto, Oaxaca, Beatriz Amaro Clemente, quien se acercó al proyecto con ciertas dudas por creer que se trataba de algo que seguía la “moda afromexicana”, iniciada en 2011 luego de que se declarara como el “Año internacional afrodescendiente”. “Ya con las recomendaciones que hace la comunidad internacional a México para reconocer a la comunidad afrodescendiente del país, empieza como una serie de acciones para visibilizarnos, pero muchas veces sólo para utilizar a las comunidades y no dotarlas de desarrollo, para utilizarlos en el discurso”, dice en entrevista.
El grupo toma como ejemplo la lucha que a lo largo de los años los pueblos indígenas han llevado para lograr su reconocimiento, y aunque, debido muchas veces a la ignorancia, hay una constante confusión entre ambas comunidades pues comparten el índice de marginación, “lo que tenemos de diferencia es que no estamos plenamente reconocidos y que no hay políticas públicas específicas para sacarnos del grave rezago de desarrollo en el que nos encontramos ni para salvaguardar nuestra cultura”, continúa Beatriz.
Asimismo, denuncia que por esa condición tienen menos posibilidades de acceder a un desarrollo pleno, a la participación política, a la educación, al empleo, y sobre todo, a una salud integral. “Aun cuando tenemos seguro popular la mayoría, pues éste es deficiente porque sí puedes estar dada de alta en este sistema, sin embargo no hay una infraestructura suficiente que pueda resolver los graves problemas de salud”, dice.
Para Rosa María Castro la discriminación es un tema que existe, y en el caso de las mujeres afro, se puede dar hasta en cuatro frentes:
“Primero por ser mujer, segunda por ser negra, tercera por ser pobre y todavía le agregamos otra, por ser analfabeta, porque en el estado [el analfabetismo] es de 16.3 por ciento, pero en la parte negra llega a un 19 por ciento de mujeres analfabetas”.
Y continúa, “estamos buscando nosotras discernir y erradicar esa discriminación, esa violencia también que se vive, la violencia hacia las mujeres negras, la violencia institucional se vive mucho, en las instituciones de salud, en las instituciones educativas se da muchísimo la violencia por el color de la piel, por la melanina todavía se sigue dando esta discriminación, esta parte sí se ve, se vive todavía”
Un pueblo invisible
De acuerdo con la información proporcionada por la entrevistadas, la comunidad afromexicana posee un patrimonio propio, sustentado en sus territorios, danzas típicas (como la del Toro de Petate), fiestas tradicionales como la de Todos los Santos, su forma de hablar “picaresca” y a modo de verso, las tradicionales cabalgatas, sus actividades económicas, y por supuesto, la gastronomía.
“Usamos mucho los productos naturales todavía, las frutas que tenemos en la región, muchos pueblos de la costa chica de Oaxaca y de Guerrero su principal actividad son la pesca y la agricultura, todos esos productos incorporamos nosotros a nuestra gastronomía…los moles, los caldos, los tamales de tichinda, el caldo de tichinda, el caldo de pescado, el mole de pescado, los camarones, es un distintivo de la zona negra de Oaxaca, de Guerrero. Tamales de todo hacemos nosotros”, cuenta Rosa.
Sin embargo, para la mayoría de los mexicanos “blancos”, o resultado del mestizaje, la existencia de personas afromexicanas es algo que simplemente no contemplan.
“En el común de la población no existe esta idea de que en México hay negros, cuando tú le preguntas a una persona dicen ‘no, pues en México no hay negros’, y cuando ven a una persona con la tez obscura dicen que es centroamericano, sobre todo”, dice Beatriz.
Rosa María uno de los objetivos de la Escuela es que México, como país, conozca y reconozca que hay población negra en varios estados de la República, “que aunque se ha querido invisibilizar está viva […] desde sus propias vivencias ha construido su historia y la seguimos construyendo y especialmente las mujeres estamos construyendo nuestra propia identidad y también nuestra propia historia de aquello que nos dejaron las ancestras y los ancestros”
¿Qué sigue?
La Red por el Reconocimiento Constitucional del Pueblo Negro de México (Red/RCPNM), una de las organizaciones con mayor importancia en el país para la defensa de la comunidad afrodescendiente, reconoció como un “avance importante” que el Inegi incluyera una pregunta dirigida a ellos, sin embargo, “sigue siendo discriminatorio” pues “en la pregunta de referencia quedan fuera aquellas poblaciones que regionalmente se reconocen como: morenos, cochos, mascogos y otros. Esta ambivalencia de intentar por un lado tener una configuración incluyente de la población del país y por el otro, en el mismo momento y procedimiento niega parte de esa misma población que quiere ser incluida”, por lo que anticiparon en un comunicado que los resultados de la encuesta intercensal tendrán graves errores.
Con los primero avances, la Escuela Itinerante busca acercarse a más territorios, tocar la puerta casa por casa y motivar a las mujeres a participar.
«Es muy importante que la sociedad conozca que la idea de la escuela es un proceso de educación propia, es un proyecto pedagógico que a partir de los conocimientos de las mujeres que acceden a ella estamos reconstruyendo su memoria histórica, estamos generando un posicionamiento político y nuestro trabajo más grande ha sido la sistematización de esos conocimientos, o sea generar un proceso de historia oral pero también de historia escrita para que esos conocimientos tengan un sustento, se puedan visibilizar ante la sociedad y también puedan ser el día de mañana materia de políticas educativas, que esos conocimientos puedan ingresar y puedan ser incluidos en los currículos escolares que se desarrollan en las escuelas», dice la co-fundadora Yesenia Olaya.
Para las ahora participantes, el principal logro sería obtener un reconocimiento constitucional a nivel federal, Amaro dice: “se van a dar una serie de normativas jurídicas en las cuales sí podemos acceder a este tipo de programas específicos […] que salvaguarda el patrimonio cultural y de desarrollo por las acciones positivas. Es lo que está pidiendo como principal, para de ahí poder ante las diversas instancias gubernamentales, tanto federales como locales, exigir políticas públicas referentes a resolver nuestra problemática específica”.
Castro Salinas concluye: «las mujeres negras y los hombres negros de Oaxaca y de Guerrero y de todos los estados mencionados somos mexicanas y mexicanos y tenemos esos derechos, hay que acceder a esos derechos. Es lo que estamos haciendo ahora, visibilizándonos y accediendo a esos derechos que nos han dificultado en el camino, por el color de piel».