Marco Rascón Córdova combina la política con la cocina en su restaurante «Peces» –“El único lugar que no es de Carlos Slim”– y entre la figura de “Superbarrio Gómez”. El candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México por el Partido Humanista y el hombre de negocios –quien acude dos veces por semana al mercado de La Vieja Viga para “verle la cara a los pescados” y constatar que el producto que llevará a la mesa de sus comensales esté fresco– ve a sus competidores por el Gobierno de la capital del país como en una función de lucha libre sobre un ring.
Ahí, en el ring, Alejandra Barrales Magdaleno, candidata de la alianza Por México al Frente, y Claudia Sheinbaum Pardo, abanderada de la coalición Juntos haremos historias, son unas siamesas que luchan entre sí en contra de lo que ambas construyeron: la izquierda capitalina. Mientras que Mikel Arriola Peñalosa, candidato de Todos Por México, es “Batman” o “Bruno Díaz”, el rico que apuesta por la ciudad de las tinieblas y la oscuridad.
Los contrincantes de Marco Rascón también hablaron con SinEmbargo. Mañana, 16 de mayo, se publica la última entrevista de esta serie que llamamos “Sobre Ruedas con…”.
–Con video y fotos de Cri Rodríguez, SinEmbargo
Ciudad de México, 15 de mayo (SinEmbargo).– “El único lugar que no es de Carlos Slim” es el lema del restaurante “Peces”, el negocio que luego de salir del Partido de la Revolución Democrática (PRD), hace dos décadas, ocupa el tiempo y la entrega de Marco Rascón Córdova, ahora candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México por el Partido Humanista.
Ahí, frente a su restaurante en la colonia Roma Sur de la capital del país, Marco echa varias cajas de plástico en la cajuela de su camioneta roja para ir al mercado de “La Vieja Viga” a surtirse de pescado fresco, y aprovechar para repartir unos volantes de su campaña a sus proveedores.
Todos lo conocen: el que corta el pescado, el que lo empaca, el que va y trae el aceite y la salsa. A muchos de ellos, Rascón los ha visto trabajar desde que eran niños y crecer en el negocio de los mariscos.
“Vengo y les conozco la cara, para que no sea gato por liebre”, dice Marco mientras toca un ojo saltón a un pescado “extraviado” de aguas profundas con la cornea aún brillante, que anuncia que se trata de un producto en buen estado.
“Este pescado está fresco. El ojo está todavía cristalino”, dice mientras uno de los vendedores corta en pedazos el pedido que terminará en la mesa de los comensales del restaurante “Peces”.
Marco se surte de unos 70 kilos de pescado de distintas especies: róbalo, dorado, bacalao, marlin, extraviado, camarón, calamar, pulpo, almejas. Le pide un té de limón a la señora que “conoce de toda la vida” y empieza a preparar los pagos.
El gusto por la cocina, tanto como el interés por la política, le viene a Marco Rascón desde la juventud.
“Yo vengo de una familia en el norte y por el clima y los inviernos no había calefacción y calentones de petróleo, esto hacía que la concentración fuera en la cocina. Dicen que la cultura y el idioma lo adquieres en las patas de las estufas. Esto de ver y estar probando, sobre todo las elaboraciones que se hacían”, dice.
Fue en la cárcel de Chihuahua, cuando fue apresado a los 19 años por sus actividades guerrilleras, en donde de tanto meterse a la cocina de la penitenciaria a experimentar y hacer combinaciones con los ingredientes que llevaban los familiares a los presos para poder comer mejor, el jovencito Marco se interesó en ser un “chef experimental”.
Pero su afición por los productos del mar, es otra historia. Marco conoció el mar ya en la edad adulta, porque en Chihuahua no hay costas y el niño, adolescente y joven Rascón no tuvo oportunidad de viajar y pasar un día en la playa.
“Yo hasta que salí de la cárcel a los 23 años conocí el mar. Yo no conocía el mar. Éramos lagartijas del desierto. Lo más al sur que conocía era Parral, Chihuahua”, cuenta.
Y la primera vez que Marco Rascón viajó a la Ciudad de México fue en diciembre de 1968. Aquel viaje marcó la vida del ahora aspirante a dirigir desde Palacio de Gobierno a los habitantes de la capital del país.
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–¿Cómo un hombre de Chihuahua, un norteño, se interesa en ser Jefe de Gobierno de la Ciudad de México?
–Creo que hemos aprendido a ver la ciudad desde una perspectiva distinta, incluso a los que nacieron y crecieron aquí; es un poco incluso la mirada de Rodrigo González, quien era tamaulipeco y es el autor de Metro Balderas. Los provincianos que llegamos vemos ciertas cosas de la ciudad, a veces no sé si entre ingenuidad o lo que es nuestras proporciones de donde nacimos en otras escalas de gente, o de tamaño de los pueblos y ciudades. Vemos o comparamos cosas que se pudieran hacer dentro de la misma ciudad. Yo le tomé mucho valor a lo urbano. Como dijo Gabriel Vargas, el autor de la Familia Burrón, si hubiera una ciudad más grande que esta yo me hubiera ido a ella. Eso es un gusto mismo por la concentración, por lo urbano, por cómo se pueden desarrollar las cosas, por la cultura que está en una ciudad como esta: con tanta historia, con tanta identidad, con tanta diversidad, eso siempre me gustó. Lugo desarrollé mucho el planteamiento sobre lo que debería ser el programa de los movimientos urbanos populares; la lucha por la vivienda me dio la idea y conocimiento sobre los aspectos de la ciudad, con las formas de lucha, pensamiento, incluso en la idea de Superbarrio era asociar que la vivienda no podía ser únicamente material, sino que tenía que tener agregado valores culturales.
–¿Cómo surge Superbarrio Gómez?
–Surge en Ciudad Juárez. Yo era asiduo a la lucha libre de niño, a la arena municipal. Ahí vi luchar a los grandes que ahora son iconos: El Santo, Blue Demon, el Rayo de Jalisco, la Tonina Jackson, el Cavernario Galindo, muchísimos de los luchadores que marcaron la época de oro de la lucha libre. Me quedé con esa idea. Es un tema que más allá de que unos sectores lo veían como una actividad para la gente ignorante, o de baja estofa porque se creían la farsa que era la lucha libre, y no entendían la cuestión del simbolismo entre el bien y el mal. Con las vecindades que estaban atrás de la Arena Coliseo ahí surgió y se renovó la idea de Superbarrio, que no se materializó hasta 1987 con el surgimiento de la Asamblea de Barrios. Yo retomé la idea original y el 12 de junio de 1987, en el Ángel de la Independencia, apareció Superbarrio por primera vez a raíz de un rayo rojo y amarillo que le dio la misión de defender a los inquilinos pobres contra los caseros voraces.
–Marco, ¿cómo ve Superbarrio a sus otros competidores?, ¿a las dos competidoras que lideran en las encuestas, que son Alejandra Barrales [candidata de la coalición Por México al Frente] y Claudia Sheinbaum [abanderada de la alianza Juntos haremos historia]?, ¿cómo ve Superbarrio a Mikel Arriola [candidato del Partido Revolucionario Institucional]?
–Bueno yo creo que primero ve y me echa porras… las ve con respeto, a Claudia sobre todo, quien se ha formado a raíz de lo que fue la alianza entre la lucha de los barrios de la ciudad. En ese momento Claudia, aunque de otra generación, pero también muy conocedora en ese tiempo de lo que estaba sucediendo en torno a la educación pública. Alejandra no tiene esa raíz, esa es muy posterior, y tiene que ver más con el proceso de deterioro de lo que fue el proyecto del PRD. Y las otras, por amistad y cercanía con Purificación Carpinteyro [candidata de Nueva Alianza], que tiene mucho conocimiento y le ha de causar respeto. Superbarrio corresponde a esas vocaciones y a esos puntos de vista.
Pero Mikel Arriola es más parecido a Bruno Díaz, es Batman. ¿Por qué es Batman? Unos dicen que es simpático, un héroe, un ciudadano que defiende contra la violencia. Y quiero decir que exactamente es en contra de lo que yo estoy lo que es Batman o Bruno Díaz: un rico de extrema, víctima de un acto de violencia desde niño, pero que se decide a tomar y hacer justicia por su propia mano. Sobre la base de justificar el Estado fallido, el asunto es que los ricos extremos llaman a hacer justicia por su propia mano y provocan una espiral de violencia y, sobre todo, un deterioro de la vida de las ciudades. Por eso está en tinieblas y tenebrosa Ciudad Gótica, porque finalmente todos están fuera de la Ley y no hay una cultura de la legalidad y de la Ley, sino es una cultura más bien de cada quien hacer justicia por su propia mano.
–En la lucha libre del Monumento a la Revolución del sábado [12 de mayo] hay unas siamesas peleando y, me dijeron por ahí, que estas siamesas son alusión a las dos mujeres punteras [Sheinbaum y Barrales] de la contienda por la Ciudad de México. Platícanos, ¿por qué esta figura?
–Porque ellas tienen más de vida común. Yo digo que han compartido desde antes de 1997, o si no es desde antes, lo que fueron una cierta cercanía y sin embargo son tres años de separación, y no se hacen cargo de su propia historia. Y de este momento, donde hoy la circunstancia las pone en bandos distintos, pero que son parte de la misma cultura política. Por eso son siamesas, porque han compartido esta misma historia, no la reconocen y hoy se han vuelto ambas opositoras de su propia obra. Están juntas en términos de historia y naturaleza pero se pelean, por eso son siamesas y andan echando pleito alrededor del ring.
–Te entrevisté hace unos días sobre la tarjeta que está repartiendo Alejandra Barrales «Pá las Jefas» y «La llave de la ciudad pá los estudiantes», y me decías que va en contra de todas las luchas del PRD. Entrevistamos a Barrales sobre el tema y ella dice que la primera tarjeta que ella recuerda fue en Guerrero y fue entregada por el PRD. Luego vino la de Alejandro Encinas en el Estado de México.
–La que fue «La Cumplidora». Yo digo que la izquierda perdió porque junto con el neoliberalismo perdió la dimensión y la defensa del valor del trabajo y entonces, en lugar de plantear formas económicas para poder restituir el valor del trabajo y garantizar una economía formal, sustentable, con empleos dignos; asumió la idea electoral y política. Quien lo fundó fue [Andrés Manuel] López Obrador y de la manera más perversa, porque fue con transferencias de recursos presupuestales a los grandes centros comerciales, excluyendo a los mercados. Esto fue una transferencia de recursos públicos que no iban a regresar a la sociedad para ser derramados a las economías locales como los mercados y se fueron por el camino del clientelismo y la filantropía social en base a que había que combatir la pobreza. Han tomando la lucha contra la pobreza con lo que ha sido una estructura y una forma de beneficiarse y controlar socialmente a los pobres para transformarlos en votos. Eso es una perversión y afecta lo que era nuestro espíritu y lucha por la democracia que mucho le reclamamos al PRI.
–Una pregunta que le hacemos a todos los candidatos es, ¿cómo ves las encuestas?, ¿con cuánto iniciaste?, ¿cómo estás ahorita?, ¿cómo te sientes en este momento de la campaña?
–Estamos avanzando, nosotros empezamos en el 0.01 por ciento y hoy, la encuesta que fue publicada a principios de semana, me daban ya el 3 por ciento. Entonces yo digo que vamos avanzando. A la hora de calificar me pusieron que era el segundo [de los candidatos] con más mala fama de la ciudad. Tengo, de acuerdo con esta encuesta, una pésima reputación.
–Ah caray Marco, ¿y qué te conocen?
–Pues no sé, me conocerán de oídas. Yo creo que la mala fama me trasciende. Es muy respetable la cuestión de las opiniones, pero yo pensaría que a lo largo de la campaña podré hablar de la historia. Puede haber cosas de prejuicio y de mala información, o a lo mejor ideológicamente, políticamente, se puede pensar que no soy simpatizante a mucha gente que tiene ahora otra forma de ver las cosas.