Con dos muestras simultáneas, “Corpus” y “Terra” (de la que la editorial Turner acaba de sacar un libro esplendoroso), el escultor mexicano Javier Marín celebró 30 años de carrera. Entre sus múltiples actividades, también diseñó piezas exclusivas para la Casa Buchanan’s. Su historia se traduce en más de 90 exposiciones individuales y en más de 200 exposiciones colectivas, en México, Estados Unidos y Canadá, así como en varios países de Centroamérica, Sudamérica, Asia y Europa. Ahora, en pleno descanso del guerrero, ofrece una profunda entrevista a Magazine SD.
Ciudad de México, 15 de mayo (SinEmbargo).- “El espectador, el crítico, el historiador de las artes plásticas, a todos les sorprende la muestra insospechada de cuerpos transfigurados, atravesados por el sonido y la furia de un ángel escultor que mira atrás y se arriesga con valentía en la deconstrucción del pasado clásico, naturalista o impresionista”.
Ese es el sustrato del impresionante libro del psicoanalista argentino Néstor Braunstein, La entereza de los cuerpos despedazados (Vaso Roto Ediciones), donde el profesional advierte que el artista mexicano Javier Marín “hace propio el torso arcaico de Apolo para extraer un apabullante mandamiento que trasciende la estética y se transforma en un imperativo ético: Debes transformar tu vida”.
Otro libro monumental, Terra (Turner), acompañó recientemente la exposición Javier Marín Terra, presentada en el Palacio de Iturbide en 2015 e integrada por las obras de los primeros años del artista, realizada en su mayor parte en terracota.
“Las esculturas de Javier Marín son el producto de una fusión de los tiempos. Al mirar sus volúmenes monumentales no resulta fácil decir si son una actualización de la escultura de la Antigüedad clásica o un retorno a la escultura moderna del siglo XIX”, dijo José Manuel Springer.
En su estudio, el artista nacido en 1962 en Uruapan, Michoacán, vestido sencillamente con unos jeans y una camisa azules, parece un hombre demasiado frágil y perdido entre las figuras que él mismo ha construido como distintas versiones de sí y que han regresado a su casa, luego de transitar ante miles de ojos atentos y curiosos tanto en Terra como en Corpus.
Efectivamente, mientras en el Palacio de la Cultura cobraban forma sus esculturas de terracota, en el San Ildefonso, otro sitio privilegiado del Centro Histórico, se llevaba a cabo la exposición Corpus. La belleza de lo imperfecto, una selección de esculturas que revisa dos décadas de la trayectoria profesional del artista, en obras poco vistas en México.
La muestra por el Mtro. Ery Camara, Coordinador de Exposiciones del Antiguo Colegio de San Ildefonso, retomó el concepto del proceso como eje discursivo, invitando al espectador a detener su mirada no sólo en la obra terminada, sino en los pasos intermedios entre la concepción y la realización de la misma; aspectos que delatan la técnica, la utilización de distintos materiales y, sobre todo, la idea del artista.
Es la “belleza de lo imperfecto”, repertorio encarnado en barro, bronce, resinas y madera; irreductible a las formas o al estilo, con una originalidad deslumbrante, lo que define el tratamiento de la figura humana que da sustancia a algo que es más profundo que un estilo.
Se trata de un discurso de deconstrucción que nos obliga a revisar nuestro concepto sobre el cuerpo y lo que en él producen el paso del tiempo, las circunstancias límite, el entorno.
La transgresión de las proporciones y los acabados plantean la pregunta: ¿se rebela ante la escuela clásica? O tal vez: ¿la honra a darle un lenguaje contemporáneo que refleja la fragilidad de una especie que ya ha vivido muchos años y visto muchas cosas?
Él deja para los demás completar el significado de su trabajo. No recarga sus potentes criaturas con un discurso teórico que pudiera condicionar la mirada prístina y espontánea del público.
“Me interesa el vehículo que la escultura representa para acercarme a la gente que va a escuchar o tratar de entender o apreciar lo que yo hago. La figura humana es mi mejor aliado en eso. Creo que es una de las formas más identificables para cualquiera. Ejercer la libertad al máximo, la libertad que me da este trabajo que depende de mí, tiene que ver con tener la libertad de crear estos personajes que a lo mejor pertenecen a una raza fantástica”, dice Javier Marín.
EL MUNDO ENTERO COMO TERRITORIO
Perteneciente a una generación (en 1962 nació también Gabriel Orozco) “que fue madurando a su tiempo”, dice que a él y a sus colegas les tocó hacer arte “cuando el mundo se iba haciendo más pequeño y crecimos con la inquietud de ocupar la nueva escena, de estar presentes más allá de México”.
“Cuando empezamos el muralismo ya había dejado de ser un problema ante el que había que reaccionar. En nuestra generación, la sombra del muralismo nunca fue pretexto para nada. Nunca fue un impedimento y está donde debe estar. No hay pleito con los muralistas”, dice el admirador de José Clemente Orozco, “un artista sorprendente y deslumbrante, frente a cuyas obras me he quedado muchas veces sin aliento”, afirma.
–¿Podrías hacer “El David” de Miguel Ángel con los ojos cerrados?
–(risas) ¿Tú crees? No sé, la perfección está tan lejos de lo que yo hago. No me interesa para nada la perfección. Utilizo la figura humana para hablar del ser humano, no para hablar de la anatomía. Uso la figura humana porque es una forma fácil de que cualquier persona que vea mi obra la haga suya, no hay manera de no identificarse con ella. La escultura es la forma más directa de hacer que la gente se quede contigo aunque sea un instante.
–Hay un discurso anatómico de todas maneras, más allá de ti. Sólo se deconstruye lo que ha sido perfecto
–Pero mi David sería muy distinto, aunque hablara de aquel David. Mi trabajo viene de muchos lados y a veces parece que es perfecto, que tiene que ver con los clásicos, pero sólo parece eso. En todo caso, lo interesante es que el espectador vea esas cosas.
–¿Qué es lo que te incomoda cuando alguien describe tu trabajo?
–Que me digan que soy un buen técnico, que soy muy buen ceramista cuando hago cerámica, por ejemplo. Eso es injusto con los que realmente son buenos. No hago retratos fieles de la figura humana. Soy bueno modelando y consigo lo que quiero con las manos, tengo dominio de la forma, entendimiento del volumen y eso es algo que ha venido con los años de trabajo. Cuando finalmente conoces el equilibrio de la forma, ya deja de ser una preocupación y cobra predominio la expresión, lo que quieres decir con tu obra.
–¿Qué son estas esculturas para ti, personajes de una obra de teatro personal?
–Todas son yo, son autorretratos, intentos de verme desde afuera y entender a lo mejor quién soy, de qué estoy hecho. Hablo de mí, convencido de que hablo por todos mis compañeros, hablo de mí y hablo de todos los demás. Mucha gente se identifica y entiende algo de lo que entiendo, por suerte, pero nada de lo que hago es ajeno a mí.
–¿Hay una concreción compleja del arte tuyo: el tamaño, los detalles?
–No hay arte simple ni complejo. Son diferentes caminos. Qué maravilla que con lo simple un artista logre decir lo que quiere. No es mi caso. Yo tengo que ir al extremo, al detalle. Pero todo es válido.
–¿Y en la disputa del arte contemporáneo donde te ubicas?
–Bueno, no me preocupa tanto, pero evidentemente estoy ahí. Amo la idea de lo contemporáneo como la idea de la libertad que ha roto muchas barreras. Puedes estar en lo contemporáneo desde distintos frentes y eso es increíble. Somos parte de un mismo abanico y todos reaccionamos a un determinado momento histórico.
–En esta idea de libertad, ¿hay artistas más cercanos que otros?
–Fíjate que me gusta más lo no figurativo que lo formal. Soy muy difícil con el arte figurativo y me sorprende y emociona lo conceptual.
–¿Hubo un momento de tu vida en que te sentiste artista contemporáneo?
–Soy el mismo desde que tengo memoria. No hago más de lo que me gusta y quiero hacer. Lo voy a llevar al extremo. Es mi herramienta y mi forma de navegar en la vida, tal vez mi manera de trascender, no sé. No descubrí que era artista, no tengo memoria de un momento especial. Mis recuerdos vienen del kínder, cuando dibujaba y hacía cosas sin parar.
–¿Vuelves a Uruapan de vez en cuando?
–A mi pueblo no, por la sencilla razón de que ya no tengo seres queridos allí, pero voy a Morelia seguido, a visitar a los míos. Soy un enamorado de mi tierra. Aunque debo decir que si bien nací en Michoacán, mi tierra es todo el país e incluso algunos otros países. Me duele mucho Michoacán. Dice el refrán que no hay mal que dure 100 años, pero el de mi tierra dura un montón. De todas maneras soy muy optimista, creo que todo esto es parte de un proceso que pasará.
–¿El artista tiene obligación de decir algo en ese contexto?
–Sí, sobre todo para mostrar las cosas desde un ángulo distinto. Un artista no es ajeno a su momento histórico y social. Reaccionas a todo y todo está en la obra, aunque sea difícil verlo en el momento, hay que correrse un poco, mirar a la distancia
–Tu obra “Corpus” pareció ser una respuesta a lo que vive México con tantos desaparecidos y mutilados
–Diría en relación con lo que vive el mundo, porque siento que no es un tema sólo de México.
–¿Qué es el cuerpo para ti?
–El vehículo para relacionarme con el mundo. Es un desafío lleno de secretos.
–Participaste recientemente de la Campaña Buchanans para advertir sobre los peligros de manejar alcoholizado, ¿ves tu nombre como una marca?
–Bueno, este tema de ser una marca o algo así y tener un registro de obra cuidadoso, creo que es una aspiración de cualquier artista hoy. Hay que cuidar lo que haces, los derechos de autor, hay muchos pasos que cubrir para tener un lugar definido. Tenemos obligaciones como cualquier otro ciudadano también. El artista también es parte de su obra. No te puedes mantener ajeno a lo que sucede en el mundo. Hay estrategias que involucran medios de comunicación y tu propia persona en el proceso. La obra hace rato que dejó de ser sólo el objeto, sino todo lo que la rodea, incluso el artista. En mi caso, no discrimino a la hora de dar entrevistas. ¿Quién soy yo para discriminar a los lectores de determinada revista, por ejemplo?
–¿Cómo es un día tuyo en general?
–De mucho trabajo y poco de lo demás. Soy muy disciplinado. Hace mucho tiempo que el despertador suena a las 7 de la mañana. Sólo me quedan unas pocas horas para estar con mi perro, con mis amigos o ir al cine.
–¿Te gusta ir al cine?
–Sí, claro, me gusta el cine, me gusta bailar.
–¿Comer comida michoacana?
–¡Me encanta! (risas) Y tantas cosas en la vida me gustan.
–¿Qué materiales son los tuyos?
–Disfruté mucho el barro en su momento. Ahora me gusta mucho la plastilina y estoy tratando de entender qué hay en el bronce, que me plantea muchos desafíos. Todo tiene que ver con el material y el proceso. El material es el último paso. Modelo en plastilina y luego lo vacío en bronce o en resina. El material para mí tiene que ser un protagonista más de la obra terminada, dice cosas y no debes callarlo, debes dejarlo expresar. Como artista tienes que estar atento para decidir hasta dónde lo dejas ser.
–¿Hay un nuevo auge de la escultura en el mundo?
–Bueno, empecé pintando y dibujando y hasta la fecha lo hago, pero sí, creo que hay una fascinación real por la escultura figurativa. Estoy en contacto con jóvenes estudiantes de las principales escuelas de arte y hay muchos apasionados por la escultura figurativa. No sé si sea un auge nuevo, pero está ahí.
–Ahora, no hay escultura sin dibujo
–Claro, es una locura pensar que puede haber arte sin dibujo. Al fin y al cabo, la escultura no es más que una sucesión de dibujos. El dibujo es indispensable, entendido como el ejercicio para agudizar tu capacidad de observación. No sabemos ver, no observamos y el dibujo te lleva a ver como con un lente de aumento.