Julieta Cardona
15/04/2017 - 12:05 am
Fuera
No estabas ansiosa ni triste ni aterrada. Estabas, cómo decirlo sin exagerar: fuera de ti. Caminas. Sientes que flotas, tienes dormido el cuerpo, pero vas caminando, manoseando jardines ajenos. Siempre has manoseado, cómo decirlo sin que huela a mentira, mujeres ajenas. Todas se han cagado en ti y en tu corazón y en tus tatuajes […]
No estabas ansiosa ni triste ni aterrada. Estabas, cómo decirlo sin exagerar: fuera de ti. Caminas. Sientes que flotas, tienes dormido el cuerpo, pero vas caminando, manoseando jardines ajenos. Siempre has manoseado, cómo decirlo sin que huela a mentira, mujeres ajenas. Todas se han cagado en ti y en tu corazón y en tus tatuajes y en la explicación idiota de tus tatuajes idiotas. En tus tonterías.
Sales a comer fuera. Caminas tu barrio por fuera. Estás radiante porque ya no tienes, por ahora, nada que esconder. Y porque no tienes, tampoco, nada. Tienes nada. No es un puñetazo de mala suerte, es que hay primaveras que abrasan. Que arden.
Llegas a su casa, pero no quieres sexo, tienes hambre. Quieres morderla. Rebajarla con vino blanco. Aderezarla. Chuparle los dientes de ajo. Quieres que no se te salga. La quieres de dientes para adentro.
Te vas a la cama ansiosa. Estás fuera de ti. Aterrada. Te preguntas si cuando el alma duerme el cuerpo se erosiona como la tierra. ¿Y si emigras un día al centro y te preguntan que dónde es el centro y respondes que el centro es cualquier lugar, Uluru, Chiapas, Bután, Texas, la longhorn de Texas, las cuerdas de la kora de los mandinga, los libros de Rusia, el bolillo mexicano, la Amazonia o la boca del imbécil que te mordió la lengua y brotaron hilos de sangre y estrellas, y si emigras un día al sur y te preguntan que dónde es el sur y respondes que el sur es cualquier lugar donde las mariposas?
Entonces te queda clara una cosa, al menos: que el llanto no se posterga.
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