La hija del escritor fallecido el 31 de julio de 2011, presenta La novela de mi padre, un trabajo donde sigue una especie de narrativa que había hecho Eliseo Diego, el gran poeta cubano y que Alberto siguió hasta el final donde dice, entre otras cosas, “Entonces papá tendrá pruebas de cuánto se le extraña aún en aquella casona de Arroyo Naranjo”.
Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).- Es increíble cómo se parece María José de Diego a su padre, Eliseo Alberto, con el que supo mantener una relación muy cercana. Después de cinco años ella está lista para vérselas con los papeles de aquel cubano que se fuera demasiado pronto, a los 60 años, cuando no pudo sobrevivir al trasplante de riñón.
Ahora, María José presenta una novela póstuma: La novela de mi padre, algo que como bien ha dicho la editorial es una obra “doblemente póstuma”, pues es la continuación de una narrativa empezada hace muchos años por Eliseo Diego y seguida a poco tiempo antes de morir por su hijo Eliseo Alberto.
“La novela de Eliseo Diego, apenas un inicio, es la obra de un poeta: las palabras pesan más que los acontecimientos. Eliseo Alberto supo llevar su prosa al lugar justo donde el dolor por la muerte de su padre más lo necesitaba. La crónica tiene la belleza de la fatalidad. El resto, las viñetas de La Habana y la poesía, llevan al lector a vericuetos del alma donde es imposible no sonreír”, dice Alfaguara.
En el medio, las cartas de Bella, la madre de Eliseo Alberto, entregan una ingenuidad y un amor puro con los que el escritor salda las cuentas pendientes con su progenitora. Una novela que trae a Arroyo Naranjo, a muchas personas que ya no están, a un olor y sabor de Cuba, cuando la felicidad estaba a la vuelta de la esquina.
–La verdad es tremendo ver cómo te pareces a tu papá
–Eso me dicen mucho. A veces veo la reacción de la gente y a sus amigos muy cercanos le causa emoción de la buena y también un poco de tristeza…
–¿Cómo era tu papá?
–Era muy amiguero, muy alegre, con su musa que era la nostalgia, la melancolía. Era alguien a quien le gustaba compartir, sentarse en una mesa, cocinarle a sus amigos, leerles, platicar de lo último que estaba escribiendo. Era una persona que amaba a su familia, que amaba a Cuba.
–¿Amaba a Cuba realmente?
–A mí papá nunca se le salió Cuba del alma, del cuerpo. Uno lo puede ver reflejado en su literatura, siempre hay un guiño, sucede en La Habana. Claro, él se vio obligado a salir, a exiliarse en México, pero no lo hizo ciento por ciento seguro de ello. Si por él fuera, hubiera vivido en Cuba el resto de sus días. Eso no quita que él haya amado a México en forma total, amaba tanto a este país como a Cuba. Estaba muy orgulloso de haber hecho su carrera aquí, como periodista, como escritor y eso para él era importante. Que sus lectores sean mexicanos. Pasa que cuando tú eres un exiliado, tus lectores son de tu país, la gente que te entiende, la gente de Arroyo Naranjo, uno se ve reflejado, un mexicano que lee las cosas de Eliseo Alberto tal vez no se sienta tan reflejado, pero finalmente lo hicieron suyo y lo querían mucho, no lo olvidan.
–Tú eres hija de Eliseo Alberto y nieta de Eliseo Diego, ¿cómo llevas ese peso de dos personalidades tan fuertes?
–Es un peso en el buen sentido de la palabra. Uno se vuelve embajadora, su voz y es un honor ser su nieta y ser su hija. A mí me ha traído cosas maravillosas, que no me esperaba en esta vida. La pregunta siempre es: ¿Tú escribes?, la verdad es que no, un poco por eso, es muy difícil tener esa lupa encima de uno. Los he ido descubriendo conforme voy creciendo. Era mi papá, era mi abuelo, no los veía cuando chica como escritores. Cuando crezco me doy cuenta de lo importante que eran para mucha gente, lo importante que es Eliseo Diego para la cultura cubana, todo el grupo Origen, ir descubriendo eso, año tras año, es maravilloso.
–En la novela de tu padre está tu abuelo, tu abuela, está tu papá, toda esa vida cubana…
–Esta novela la empezó mi abuelo. Era como un ejercicio, que mi abuelo intentó probar con otro género y no le resultó, así como mi padre nunca pudo ser poeta. Mi tía Fefé la encontró cuando murió Eliseo y se la dio a mi papá, que comenzó a seguirla cuando le dieron el diagnóstico de la enfermedad. Siento que era una deuda pendiente, que él tenía y ahora heredada por mí. Mi padre siempre me decía: tú vas a terminar esa novela y te soy sincera, la verdad es que no, descubrí el punto final y la publiqué. Era una deuda heredada, sintió Eliseo una nostalgia distinta, se ve Cuba reflejada desde la memoria, desde el corazón, no vemos esta amargura, no me gusta usar la palabra rencor porque es muy fuerte. Rendirle homenaje a su padre, a su madre, a sus hermanas, a Cintio, a Fina, para sentirse bien y reconciliarse tal vez con ese Eliseo Alberto niño y se lo debía a él. Este es el resultado y en la novela está muy bien plasmado.
–Que lo guarde Eliseo, decía Diego. ¿Cómo viste la novela?
–Yo me encuentro con su novela a la muerte de mi padre, a ver qué se podía hacer, cómo seguíamos con su obra. Él fue muy celoso con La novela de mi padre desde el principio. Publicó un capítulo, le daba algunos textos a amigos, pero la verdad es que fue muy celoso, fue muy cerrado. No estaba yo segura de que la novela estaba terminada, en ese momento todo era muy complicado para mí, yo estaba muy vulnerable, hasta que finalmente decidí leerla y reencontrarme con ella fue muy difícil. Hace poco la volví a leer, con una María José ya diferente, la compartí con otros amigos, con mi editor Ramón Córdoba, yo sentía que estaba terminada, pero quería saber la opinión de los otros. No podía ser objetiva. Ellos me dijeron: estaba terminada. Y me di cuenta de que era el momento para editar la novela póstuma. Tiene mucho nervio para mí, porque es una novela que él no vio publicada, tenía siempre el tesoro de lo que él había dicho sobre sus obras, pero en este caso no. Es una novela muy íntima, toca fibras de mi familia que yo ni siquiera recuerdo. La visión que yo tenía de Eliseo Diego era otra, era la de mi abuelo que me tiraba al piso para jugar, con su única nieta. Enfrentarme con esta realidad, no sabía cómo lo iba a manejar, pero bueno, es una novela que mi padre quería publicar.
–Es una novela que podría seguir infinitamente, recordando cosas de Cuba, pero que también está terminada…
–Por eso te digo, está cerrada. Como cuerpo está y muy bien lograda. Tenemos a un Eliseo Alberto que no vemos en ninguna otra obra, más reconciliado consigo mismo, con Cuba, rindiéndole honor a mi abuela Bella. Las cartas de ella son de una ternura y de una belleza que a uno lo derrite.
–¿Hay otras cosas póstumas?
–Sí, un proyecto de guión, con el que iba haciendo una novela. Entre los dos vamos a ver qué sacamos. Hay otros artículos, hay algunas cosas. Él murió muy joven, pero dejó varias cosas para publicar. Poco a poco.