Justo el día en que muere Giovanni Sartori, aquel sociólogo italiano conocido por su libro Homo Videns –la sociedad teledirigida, que los estudiantes de carreras como Ciencias de la Comunicación leímos con atención en los noventa y en el que definía al hombre de finales de siglo XX como aquel que vivía devorando imágenes sin estupor- la periodista de espectáculos —como ella se define -y sí, estudió periodismo en la escuela de periodismo Carlos Septién— Pati Chapoy, se volvió trending topic por su reseña en el programa Ventaneando —que prácticamente tiene de vida lo que ese libro de Sartori— sobre el concierto de Björk en la Ciudad de México al que asistió la conductora de televisión.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras
Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).- “Es muy raro que las personas metidas en redes sociales vean la televisión”, se advierte en una página de internet con el nombre de Viral.Diario.Mx. “Y menos probable que sigan el programa de Ventaneando de Paty (o Pati) Chapoy”, resume ese sitio donde veo su intervención.
Al mismo tiempo, el nombre de Giovanni Sartori se hace presente en las tendencias de Twitter, por su fallecimiento a los 92 años. Leo las críticas al también politólogo, por algunos analistas y amigos. Subrayan que Sartori reducía a la televisión. El periodista Marco Levario Turcott, por ejemplo, en un texto escrito en la revista Etcétera, en la que él es editor, cita algunas ideas de Sartori retomadas de su libro Homo videns: “la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en citu ocluli, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”.
Para Levario, por el contrario, hasta el simple y llano acto de contemplar suscita sensaciones e inexorablemente también reflexiones, incluso aunque no lo pretenda la televisión se trata de una reacción inherente a la naturaleza humana (Leer Las limitaciones de Sartori para comprender la televisión, de Marco Levario Turcott). Estoy de acuerdo con él, pero no deja de sorprenderme la muerte de Sartori por los recuerdos universitarios que me trajo su fallecimiento. Cuando leí ese libro, apenas comenzábamos a utilizar el correo electrónico; no habían redes sociales, no habían blogs, empezaban a utilizarse celulares enormes y pesados.
No hace mucho le decía a un colega que yo no me creía eso de que los televidentes se tragan completitas la ideas que expresa la “caja idiota”, que es en sí mismo una idiotez pensar que la televisión es eso. (Leer Una crisis llamada Televisa, de José Luis Mungía). Para mí, por ejemplo, no era extraño —lo escribí en la revista Replicante en su momento—, que el nuevo presidente de México, para el periodo 2012-2018, proviniera de las filas del PRI.
Si observábamos los elementos que conforman al todavía primer mandatario mexicano, son los que tenían que ser: “Un producto telegénico, de perfil adecuado para un protagónico en alguna telenovela mexicana y que sea capaz de llevar al país hacia la gurmetización tricolor”. Muchos pensaban que los ciudadanos irían a votar condicionados absolutamente por lo que dijera la televisión de tal o cual candidato. En realidad es más complejo.
Ya vimos, sin embargo —como señalé en otra ocasión—, que ni López Obrador se fue a su rancho La Chingada cuando perdió la elección presidencial del 2016, ni Peña Nieto tuvo un happy ending al llegar a Los Pinos. De hecho no lo está teniendo en el ocaso de su sexenio, si se me permite la licencia poética. La televisión entonces influye, como todo lo demás, pero no es determinante en la decisiones de las personas. Es al revés.
Levario Turcott abunda en su Facebook: “no es cierto que la televisión destruya la capacidad de abstracción, como decía Sartori; lo que destruye la capacidad de abstracción es creer que el hombre es como un mosco que se deja atraer por la luminosidad de un foco o la clarividencia de una proclama que además no tiene verificativo en la realidad: la recreación cultural –intelectual y política– no está definida por el dictado de un haz de luz. Escudriñar en la construcción de la opinión pública es, como señalara Habermas, una compleja interacción entre el mundo de los símbolos y la interacción comunicativa”. ¡Qué bien Marco!
Ahora pienso que la coincidencia en Twitter entre Sartori y la señora Chapoy es paradójica. Ventaneando, un programa sobre chismes de la farándula mexicana, se ha mantenido por veinte años. ¿Qué hace Chapoy, como dice aquella nota que cité al principio, para que los tuiteros estén tan atentos a su dichos sobre Björk, en la televisión, en tiempos de Internet? ¿Será que Chapoy y su “análisis” de la cantante islandesa tenga una perspectiva sartoriana? Pues no olvido que alguna vez el periodista de cultura Víctor Roura dijo que el problema de la televisión es que su única referencia para los que ahí salen a cuadro, es la misma televisión. ¿Seguirá siendo así?
¿Qué pensará Pati al respecto?¿Pensará algo? Porque sólo sé que al final yo sí pasé de homo videns a homo cynĭcus en estos años de menos televisión y más cine e internet. ¿Qué sigue? ¿Más legiones de idiotas, como definiría Umberto Eco, compatriota de Sartori, a los que usamos redes sociales? No me lo creo. Al final las cosas no cambian demasiado. ¿O sí?