Aunque empezó Trump, otros candidatos se han lanzado de lleno a la batalla campal dialéctica e intercambiaron dardos en el agresivo debate del sábado por la noche. No es que los políticos suelan ser ejemplos de etiqueta y expresión correcta, pero han tendido a mantener los insultos y palabrotas lejos de los micrófonos. Ahora están sobre el podio, y es de forma deliberada.
Por Nancy Benac
WASHINGTON, 15 de febrero (AP) — En 2011, la candidata republicana a la Vicepresidencia de Estados Unidos, Sarah Palin, causó sorpresa al utilizar un acrónimo fuera de tono —WTF— para criticar las políticas del Presidente Barack Obama. Ahora solo se ve como algo pintoresco.
Cinco años más tarde, Donald Trump ha dejado atrás los acrónimos en una campaña por la candidatura republicana a la Presidencia salpicada de palabras malsonantes, una carrera en la que varios candidatos han lanzado insultos y comentarios desdeñosos a sus rivales y a sus detractores.
En los últimos días, Trump ha empleado palabrotas, repetido un término ofensivo contra su rival Ted Cruz y lanzado una diatriba de comentarios de desprecio hacia otros candidatos, a los que tilda de patéticos, mentirosos, perdedores, ruines y malvados, entre otras cosas.
Aunque empezó Trump, otros candidatos se han lanzado de lleno a la batalla campal dialéctica e intercambiaron dardos en el agresivo debate del sábado por la noche.
Cruz ha dicho que Trump está «perdiendo la cabeza», criticado sus «pataletas» en un juego de palabras con el nombre del magnate y restado valor a los insultos del empresario tachándolos de «histéricos».
Antes de abandonar la campaña, el Gobernador de New Jersey Chris Christie predijo que podría ganar a Hillary Clinton en un debate, prometiendo que chocaría «con su parte trasera en ese escenario», empleando una expresión sobre choques de tráfico. Y atacó al republicano Marco Rubio al describirlo como un frágil «niño burbuja».
Incluso Jeb Bush, del que su madre de 90 años se quejó hace poco porque es demasiado educado, se ha unido más tarde a la contienda.
Bush, un objetivo favorito de los ataques de Trump, le replicó en un tuit: «No sólo eres un perdedor, eres un mentiroso y un quejica». Y eso tras semanas de llamarle «idiota».
No es que los políticos suelan ser ejemplos de etiqueta y expresión correcta, pero han tendido a mantener los insultos y palabrotas lejos de los micrófonos.
Ahora están sobre el podio, y es de forma deliberada.
«Hay una ruptura general de tabúes que permite que pase cada vez más y más deprisa», informó Robert Lane Green, autor de You Are What You Speak, un libro sobre la política del lenguaje. «La primera vez que lo hace alguien, la gente se sorprende y se preocupa, pero cuando lo hace el siguiente es menos impactante».
La carrera por la candidatura demócrata ha sido tibia comparada con la republicana. Hillary Clinton se quejó de un «golpe bajo» cuando Bernie Sanders la acusó de ser progresista sólo «algunos días». Sanders, en cambio, rechazó la acusación de Clinton de que su campaña se haya lanzado a un «elaborado desprestigio» al insinuar que ella era cercana a Wall Street.
En cuando a los republicanos, Trump se dirige a los votantes que desprecian todo lo relacionado con la clase dirigente, incluida la idea de parecer «presidencial», dijo Norman Ornstein, académico del American Enterprise Institute y que lleva décadas siguiendo la política presidencial estadounidense. Eso complica que los rivales de Trump puedan contraatacar con tácticas tradicionales.
«Si uno intenta ser un boxeador jugando con las normas de la marquesa de Queensberry, y se enfrenta a un tipo de artes marciales mixtas que ni siquiera juega con las normas de las artes marciales mixtas, ¿se rebaja a ese nivel?», preguntó Ornstein. «No hay una respuesta sencilla, porque si uno intenta mostrar que es diferente a ese tipo vulgar, entonces va a recibir una paliza».
Green ve la dureza de la campaña republicana como una demostración de que «la lucha por convertirse en el macho alfa de la sala se ha vuelto más obvia esta vez que en elecciones anteriores».
Eso parece gustar a los votantes, que han puesto a Trump al frente en las encuestas y le dieron la victoria en la primera primaria por votación directa del país, New Hampshire.
En torno a un cuarto de los votantes republicanos en New Hampshire dijo que la cualidad más importante para ellos al elegir a un candidato era «que dice las cosas como son», y dos tercios de esos votantes optaron por el hombre de lenguaje ordinario que lo dice como ningún otro.
«Es auténtico, ¿cierto?», dijo Joanne Galvin, votante independiente de Pelham, New Hampshire, explicando su voto por Trump. Ella restó importancia sobre que el magnate empleara un insulto contra Trump en un gran mitin, señalando que simplemente repetía lo que había gritado una asistente.
Trump ha ofrecido una defensa similar y prometido que rebajará el tono si se ve más cerca de la presidencia, señalando, «cuando uno es Presidente, o si va a ser Presidente, se comporta de forma diferente».
Kathleen Hall Jamieson, directora del Annenberg Public Policy Center en la Universidad de Pennsylvania y experta en comunicación política, informó que Trump ha «secuestrado» lo políticamente correcto para justificar sus habituales ataques personales.
Eso ha hecho que otros candidatos igualen sus tácticas y crea una preocupante distracción de la necesaria discusión sobre ideas, informó.
Todo forma parte de una tendencia más amplia hacia lo informal en la política que lleva más de un siglo en marcha, informó Greene.
Muchos estadounidenses se sienten atraídos por Trump, explicó, porque habla como «el tipo sentado junto a ellos en el bar».
«Algunas personas encuentran al tipo de al lado repulsivo, pero muchos estadounidenses son ese tipo».