Años atrás varios países iniciaron una carrera por explotar el petróleo del Círculo Polar Ártico, una actividad que ya daña a la vida marina y supone graves riesgos medioambientales para el futuro próximo.
Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).– «Comenzó una nueva fiebre del petróleo en el Ártico. Empresas negligentes como Shell, Gazprom, Statoil y Exxon quieren invadir la región más frágil del planeta, exponiendo la zona a un derrame de petróleo que sería devastador. Todo para extraer petróleo que abastecerá al mundo durante sólo tres años», explica el sitio web de «Salva el Ártico», una campaña impulsada por Greenpeace.
Desde hace cuatro años, Estados Unidos, Canadá, Rusia y algunos países nórdicos, emprendieron una carrera para el reclamo de las reservas del ártico con combustibles fósiles que, por el derretimiento de los casquetes polares, han quedado cada vez más expuestas. Ya desde 2008, el Servicio Geológico de Estados Unidos calculaba que el área del Círculo Polar Ártico alberga entre el 13 y 30 por ciento de las reservas sin descubrir del mundo; lo que corresponde a hasta 90 mil millones de barriles de petróleo y mil 669 billones de pies cúbicos de gas natural.
Pero «aún cuando esa cifra pareciera significar una gran cantidad, a nuestro actual ritmo de consumo de petróleo, abastecería tan sólo tres años de demanda del mundo –advierte Greenpeace–. [Y su extracción] representa una serie de increíbles riesgos que la industria del petróleo ha demostrado una y otra vez que no está preparada para manejar».
El derretimiento de los casquetes polares es un fenómeno que ha alarmado a la comunidad científica, pues afecta gravemente el funcionamiento global del clima y tiene consecuencias graves en los ecosistemas y economías del planeta. Los mismos han señalado que la quema de combustibles fósiles es la principal razón de la rápida desaparición del hielo y, paradójicamente, este fenómeno es el mismo que ahora impulsa a potencias económicas a realizar una extracción que sólo llevará a acentuar el origen del problema.
LO QUE VIENE
La extracción de petróleo en un lugar tan inhóspito es un reto para la tecnología de la que la industria del petróleo actualmente dispone. En febrero de 2013, un artículo publicado por Arne Jernelov en LaRazón.es señalaba que la extracción en el océano Ártico conlleva varios riesgos ambientales que aumentan las posibilidades de que se produzcan explosiones y otros derrames.
Greenpeace, advierte que, «junto a la pesadilla logística que implica operar en una región tan hostil y remota, los equipos de perforación de petróleo se enfrentan al riesgo siempre presente de los enormes icebergs y deben emplear numerosas flotas de barcos para quitarlos de su camino. De hecho, algunos de los témpanos son tan grandes que las plataformas petrolíferas se ven obligadas a detener la perforación y moverse hacia otro lugar».
Por otro lado la organización señala que, como la temporada de perforación se limita a unos pocos meses durante el verano, que una empresa petrolera lleve a cabo con éxito una respuesta logística para remediar un derrame sería casi imposible. Sobre el mismo riesgo, el articulista Jerneloy señalaba que todos los recursos técnicos y humanos necesarios en caso de un derrame o explosión en el Ártico se encuentran a miles de kilómetros de los pozos de extracción, un factor más que imposibilita una respuesta efectiva por parte de las empresas.
Adicionalmente, de suceder un derrame, el petróleo en las condiciones bajo cero del Ártico tardará mucho más en disiparse. Expertos citados por Greenpeace señalan que, de hecho «no hay manera de contener o limpiar el petróleo que queda atrapado debajo de grandes bloques de hielo. [Por los que] los residuos tóxicos se quedarán durante mucho tiempo, afectando a la vida silvestre, siendo transportados por hielos flotantes y dejando una mancha indeleble en estos paisajes».
Este fenómeno ya ha acontecido. En 1989, la petrolera Exxon Valdez vertió más de 41 mil toneladas de crudo en Alaska (uno de los derrames más grandes de la historia) y más de dos décadas después las zonas siguen siendo afectadas por el tóxico. En un artículo publicado el año pasado en la fecha de conmemoración del año 25 posterior al derrame se lee «El pescador Dune Lankard, de la tribu indígena Eyak, dijo que la ‘forma de vida de pesca salvaje desapareció de la noche a la mañana’ tras el derrame. Los bancos de salmones salvajes y arenques ‘nunca se han recuperado del todo’ y lamentó el que ‘una parte del océano’ muriese aquel Viernes Santo de 1989».
Nutrias, aves marinas y orcas… «Entre las principales víctimas […] se cuentan las ballenas orcas AT1, una manada genéticamente exclusiva de Alaska en serio peligro de extinción al haber muerto todas sus hembras», explica la publicación.
ADVERTENCIAS IGNORADAS; EXPLORACIÓN Y DAÑO, EN MARCHA
En la actualidad, fuertes explosiones utilizadas en la exploración por crudo están siendo descargadas en las aguas del Ártico, dañando gravemente a las especies que ahí habitan. Las cargas, indica Greenpeace, explotan cada 10 segundos, 24 horas al día, siete días a la semana. Y lo harán hasta que cubran siete mil kilómetros de sondeo a finales de octubre.
Son cañonazos de 259 ensordecedores decibelios, advierte, y las consecuencias para las especies del lugar son dramáticas.: «las explosiones del sondeo sísmico en el Alto Ártico son ‘alarmantes’ y podrían herir gravemente a las ballenas y otras especies marinas. Entre los muchos impactos negativos identificados se encuentran pérdida de oído, alteración de las rutas migratorias, varamientos, aumento de los niveles de estrés y mayor incidencia de que queden atrapados en el hielo», explica en un artículo la bióloga Elvira Jiménez, de la organización ambientalista.
Pero los países sólo entienden de intereses económicos. «Por ahora lo único que se oye en el Ártico son las perforaciones y las explosiones de la industria petrolera que ve en el deshielo del Ártico una oportunidad de negocio para buscar más petróleo», lamenta la especialista.
El siguiente video forma parte de la campaña «Salva el Ártico» para detener las explosiones realizadas durante las exploraciones.