Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).– Los trastornos emocionales no son propios de los humanos; los perros también pueden sentirlos y existen algunos síntomas que pueden ser indicadores de la necesidad de un tratamiento. Fobias, ansiedad, conductas compulsivas y ataques de pánico son algunos de los desórdenes emocionales que pueden padecer.
Así lo revela un artículo publicado en BBC en el que expertos señalan que estos trastornos no son necesariamente enfermedades mentales, sino desórdenes que se deben a factores externos, principalmente por fallas de las personas que han sido responsables de la socialización del perro, sobre todo los primeros cuatro meses de vida. Así, el comportamiento de los dueños es determinante para provocar o evitar problemas en la conducta de las mascotas.
«Nuestros perros mascotas podrían sufrir de problemas mentales, pero sólo porque el ambiente en el que viven los hacen sentir muy mal. No es porque tengan una enfermedad (…) problemas físicos en el cerebro son muy raros», declaró Tarid Rugaas, entrenadora de perros, al medio extranjero.
La misma, señala que un perro podría estar crónicamente estresado si se le observa nervioso, deprimido o con temor, si presenta un comportamiento histérico, si se molesta o se siente amenazado fácilmente, no manifiesta curiosidad o reacciona exageradamente a ruidos o al tacto.
Por su parte, Dennis Turner biólogo conductual, psicólogo animal y director del Instituto de Etología aplicada y Psicología animal de Suiza, explica que los dueños deben estar atentos a los comportamientos de sus mascotas, de modo que no se ignore cualquier cambio que pueda resultar significativo.
Para el biólogo, los siguientes son los comportamientos que podrían apuntar a que una mascota sufre algún problema emocional: Pierde el apetito por periodos largos, tiene inactividad inusual, comportamientos destructivos cuando se queda solo en casa, intenta escaparse o esconderse.
Los mismos expertos recomiendan ser cuidadoso y observador con los comportamientos de la mascota y, sobre todo, poner atención a cambios en temporadas largas de tiempo. Si se sospecha que la mascota tiene un problema real, es necesario acudir con un veterinario especializado en psicología animal.
Mientras tanto, es importante ser paciente con la mascota, no castigarle, mostrarse amenazante o impedirle ser curioso y explorar el exterior. Debe alimentársele bien y procurar brindarle compañía. Aprender a comunicarse con su perro también es muy importante.
¿Qué pasa en el organismo de mi mascota?
De acuerdo con una explicación del etólogo español Manuel Villar, como los seres humanos, los animales están preparados evolutivamente para responder a ciertos estímulos del ambiente, de modo que el cerebro y el cuerpo reaccionen de manera conjunta, pues constituyen un organismo inseparable que se integra por circuitos regulatorios bioquímicos y neurológicos.
«Las respuestas se producen por el cerebro cuando detecta un estímulo o evento cuya presencia, actual o imaginaria dispara la emoción. La respuesta es automática. En consecuencia, el organismo actúa preparando al cuerpo para su defensa ante la estimulación excitatoria, que produce el desequilibrio psicológico», explica.
De entrada, las acciones y movimientos indicadores de que un animal está sometido a algún trastorno emocional se encuentran la aproximación o rechazo a algún objeto, tensión en labios, ojos redondeados, gimoteos y posturas corporales como erizamiento, baja postura corporal, la posición de la cola e incremento o decremento de actividad.
«Las diferentes reacciones obligan al organismo, y gobiernan aspectos como la presión cardiaca o el almacenamiento y utilización de proteínas, lípidos y carbohidratos. Motivo por el que habitualmente y de forma llana, se explica la falta de apetito en nuestro perro por estar afectado por una alta emocionalidad, la ansiedad y el miedo […] Emociones básicas como miedo, temor, pánico o angustia, ayudan al animal a procesar la información y colocarlo en un estado de alerta que produzcan respuestas autónomas y que buscan un fin útil: esconderse, desplegar coraje, etcétera», escribe.
Para combatir estas respuestas, el etólogo señala que es necesario estabilizar el cerebro del animal y con ello su organismo, de modo que todo vuelva a funcionar con normalidad. Para Villar, es importante que el dueño procure deducir cuál es el estímulo que produce el desequilibrio emocional, ponga atención a los gestos y vocalizaciones y ponga especial atención en eventos que hagan que el perro se precipite y cuáles son las reacciones.