En este mundo debería caber la posibilidad
de llevar la vida que uno quisiera.
En el sistema en que vivimos podemos
crear alternativas para elegir.
Rosalba Thomas
Ciudad de México, 29 de agosto (SinEmbargo).– Hoy Noguera se pone verde. Las personas acuden al Tianguis «La Comuna» que se realiza en esa comunidad, municipio de Comala, en Colima.
«‘La Comuna’ es un ejercicio impulsado por el Centro de Gestión Ambiental de la Universidad de Colima mediante el que se convoca a personas interesadas en un sistema de mercado respetuoso con el entorno y con el otro. Uno que se base en un comercio y consumo justos. Invitamos a productores y artesanos. Personas que elaboran, entre otras cosas, jabones, zapatos, ropa, bisutería; y ofrecen productos como miel y hortalizas», explica Rosalba Thomas, coordinadora del Centro y partícipe del proyecto.
«La Comuna» es un espacio de comercio local que se realiza varias veces al mes y reúne a Organizaciones no gubernamentales (ONG), productores locales y educadores ambientales. Se trata no de un intento, sino de una vía práctica para generar beneficios sociales, económicos, políticos y medioambientales palpables en una comunidad a través de la aplicación de un modelo sustentable. Modelo inculcado por la Educación Ambiental (EA).
«A veces creemos que la EA enseña sólo temas de ecología como conservación de especies o del entorno natural, pero lo cierto es que es mucho más compleja, tiene muchas variables; se enfoca a varios problemas y fortalezas de entornos en los que vivimos, implica cuestiones políticas, porque propicia la participación ciudadana; económicas, porque se relaciona con la distribución equitativa de la riqueza; y sociales, porque se relaciona con la pobreza, salud y educación», explica Thomas, especialista en la materia.
La doctora explica que un modelo de desarrollo sustentable implica que puedan existir formas de desarrollo económico en las localidades en las que el bienestar social se relacione con equidad en la distribución de la riqueza, gobernanza, diversidad cultural y la conservación e integridad del medio ambiente.
«Un modelo de desarrollo de este tipo implica mover de raíz grandes estructuras como la de mercado que se tiene ahora y que está aunada al modelo de distribución de la riqueza».
«De pronto las personas se desencantan porque creen que es utópico luchar contra un sistema de mercado como el que tenemos ahora. Un sistema de globalización económica y de consumo que prioriza lo global por encima de cualquier economía local. Pero existen vías, la clave es consumir localmente», sostiene Thomas.
Y los hechos la respaldan. La doctora platica que el mercado verde «La Comuna», es un proyecto que comenzó hace tres años y se realizaba mensualmente, «pero ahora ya se están haciendo 3 o 4 mercados –ventas– al mes y las personas buscan acudir en esas fechas a hacer las compras posibles, porque encuentran el espacio como una alternativa a grandes supermercados. En el primer año tuvimos 20 productores pero ahora, en el tercero, ya contamos con entre 70 u 80», presume.
Para la también miembro de la Academia Nacional de Educación Ambiental (ANEA), este modelo de mercado no tiene nada que ver con el que conocemos, conformado por grandes corporaciones, y en el que, por ejemplo, se utiliza publicidad para vender productos sin considerar los daños que causan a la salud: «En cambio, en este modelo alternativo la mayoría de los locales son incluyentes y participativos. Los proyectos comunales son autónomos. Si bien es cierto que están inmersos en un sistema en el que tienen que pagar rentas, gasolinas, materias primas, etcétera; son autónomos y plurales y hasta llegan a participar con los gobiernos».
La doctora explica que éstos no son proyectos contrarios al gobierno o a las corporaciones, sino una alternativa que se abre en medio de un panorama en que «a veces es difícil hablar de un modelo de sustentabilidad y de fortalecimiento de economías locales porque los gobiernos de todos los niveles traen la presión de la economía global que los ponen en desventaja. Resulta que aún cuando las instituciones están abriendo instancias en las que se permite la participación ciudadana como en redes, consejos ciudadanos e institutos en materia de EA [con todo lo que ésta implica], difícilmente las propuestas ciudadanas se aterrizan y transforman el origen de la problemática.
«Así que tienes a un gobierno que, por un lado, permite la apertura de participación ciudadana pero, por otro, se ubica a sí mismo entre la espada y la pared, porque está implementando esos programas en el marco de un modelo globalizador depredador».
Con base en esto, Thomas sostiene que los modelos de desarrollo local sustentable surgen como una forma de luchar contra el sistema mercantil imperante:
«Sí es una lucha contra el sistema, pero no se trata de plantear la transformación de el sistema económico a nivel global, a modo de utopía; porque si te planteas cambiar planos tan elevados todo lo verás más lejano. Yo pienso que la transformación tiene que darse en los espacios locales, en comunidades en que se puede apoyar a los productores con los que se convive. Hay que consumir localmente; esa es la clave para cambiar el sistema económico a nivel local. Ahora no hablo de cambiar el sistema y principios del Fondo Monetario Internacional (FMI) porque se trata de otro tipo de negociaciones; pero transformar el entorno inmediato implica mover un hilo a nivel local que mueve a su vez muchos otros a nivel nacional y global».
«En este mundo deberían caber las posibilidades de llevar la vida que uno quisiera. El sistema en el que vivimos debería de dar más oportunidades de que existan alternativas para que las personas elijan qué quieren comer, tomar, adónde quieren viajar y estudiar, qué quieren vestir, qué quieren decir y pensar. Porque al final nos damos cuenta de que vivir en un sistema económico como el que impera en el mundo implica cuestiones ideológicas de acuerdo con las cuales se ofrece un modelo de éxito basado en el que más tiene, el que más es, el que más hace, etcétera».
Rosalba Thomas indica que ya existe una red de mercados orgánicos (también conocidos como mercados solidarios) a nivel nacional. Así que la alternativa ya es una realidad gracias a que «la EA propicia que las personas puedan tener una reflexión en torno a su papel como consumidores y con ello pueden empezar a participar en iniciativas locales y transformar su entorno aún dentro de un sistema global».
«Las organizaciones, academias, gobierno y otros sectores deben hacer alianzas y no mantenerse como independientes para que se puedan llevar a cabo estos proyectos. [También] se necesita presión y negociación con el gobierno para convencerles sobre la implementación de un modelo que beneficie a la mayoría de los grupos».
La doctora asegura que la EA debe considerarse un eje transversal a nivel nacional, porque el desarrollo sustentable incide en muchos aspectos sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales. Para ella, plantear alternativas no significa aislarse del sistema global económico sino responder a intereses y necesidades económicas internas.
«Si las iniciativas y metas se establecen a nivel local, es mucho más alentador ver los resultados. Porque puedes constatar cómo se dan transformaciones en las comunidades rurales y urbanas. Y ahora sí: ¡que el sistema global se vaya acomodando!», comenta.