Ciudad de México, 10 de julio (SinEmbargo).– Diversas investigaciones han alertado sobre la importancia de proteger a las especies polinizadoras en el mundo para los cultivos globales, particularmente el de las abejas. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) de unas 100 especies de cultivo que proporcionan el 90 por ciento del alimento en el mundo, 71 se polinizan gracias a estos insectos. Sin embargo, esta titánica actividad ha sido mermada, pues la población de abejas se ha reducido alarmantemente en los últimos años.
Un pequeño estudio realizado por la analista apicultora Paula Valdés, explica que este fenómeno se conoce como el «síndrome de Colapso de Abejas, un término acuñado por científicos norteamericanos, a partir del año 2006, para definir la inexplicable y masiva desaparición de abejas denunciada por los apicultores norteamericanos que, en algunos casos, causó pérdidas de 50 a 90 por ciento de las colmenas de abejas en pocas semanas».
Este fenómeno, que se registró también en regiones de Europa, Medio oriente y Japón, preocupa a investigadores que apuntan a una consecuente y delicada afectación mundial en la producción de alimentos. «Sin la polinización entomófila (realizada por insectos) aproximadamente un tercio de los cultivos que consumimos tendrían que ser polinizados por otros medios o producirían una cantidad de alimento significativamente menor. Bajaría la productividad de hasta un 75 por ciento de nuestras cosechas», advierte un estudio realizado por Greenpeace.
57 especies animales son verdaderos polinizadores de las 107 cosechas globales para el uso humano directo, y de éstas, las abejas son el grupo predominante, revela una investigación publicada en la revista científica The Royal Society, que evaluó el nivel de dependencia de la polinización mediada por animales para los cultivos que se consumen directamente por los seres humanos y en la que se encontró, a través del análisis de datos de 200 países, «que la fruta, verdura o la producción de semillas de 87 de los principales cultivos de alimentos del mundo depende de la polinización animal».
Por otro lado, las abejas también representan el principal grupo polinizador desde el punto de vista económico en la mayoría de regiones geográficas, pues «el cálculo más reciente del beneficio económico global de la polinización arroja un resultado de unos 265 mil millones de euros correspondientes al precio de las cosechas que dependen de la polinización natural», explica Greenpece.
La investigación de la revista The Royal Society también detalla esta cuestión: «las abejas, principalmente Apis mellifera, siguen siendo los polinizadores con mayor valor económico de monocultivos en todo el mundo, y los rendimientos de algunos cultivos de frutas, semillas y frutos secos disminuirían en más de 90 por ciento sin estos».
Las principales razones que los estudios aquí citados han identificado para la pérdida de colonias de abejas en el mundo comprenden diferentes aspectos tales como la propagación de plagas como ácaros y parásitos, el envejecimiento de la población apicultora en Europa y América del Norte, los precios de mercado más bajos para sus productos y servicios, y el cambio climático.
Sin embargo, una razón que ha merecido un análisis muy detenido es el uso inadecuado de plaguicidas herbicidas en la agricultura industrial: «los insecticidas suponen el riesgo más directo para los polinizadores. Como su nombre indica, se trata de sustancias químicas diseñadas para matar insectos», señala Greenpeace, mismo que indica que algunos de los efectos observados para dosis bajas de insecticidas en las abejas incluyen problemas en el reconocimiento de flores y colmenas, de orientación espacial, malformaciones (como en las celdillas de los panales) o reducción de la capacidad olfativa.
El uso de estos químicos, que es absorbido por las plantas, provoca que el mismo polen recolectado por las abejas esté contaminado: «el polen recolectado por las abejas –su principal fuente de proteínas, con un papel crucial en su nutrición y la salud de la colonia– puede contener altos niveles de varios residuos de plaguicidas […] Greenpeace ha identificado siete insecticidas prioritarios cuyo uso debería restringirse, y que deberían eliminarse del medio ambiente para evitar la exposición de las abejas y otros polinizadores silvestres. Se trata de: imidacloprid, tiametoxam, clotianidina, fipronil, clorpirifos, cipermetrin y deltametrin».
En sus estudios, la comunidad científica no desaprovecha la oportunidad de brindar recomendaciones para evitar que ésta situación se agrave y que, por el contrario, disminuya:
La investigación ofrece cuatro recomendaciones generales que comprenden:
1. Una mejor gestión del paisaje que brinde oportunidades de anidación a las diferentes especies polinizadoras
2. Aumentar los recursos florales durante la temporada de actividad de polinizadores
3. Mejorar las oportunidades para la colonización mediante conexión de hábitats
4. Renunciar al uso de insecticidas de amplio espectro durante la floración, especialmente de aquellos que contaminan el néctar y el polen.
Greenpeace, por su parte, aboga también por el desarrollo de agricultura ecológica, que «tiene como resultado muchos otros beneficios aparte de los relacionados con los polinizadores. Por ejemplo, pueden mejorar el control de ‘malas hierbas’, de enfermedades y de plagas de insectos, además de aumentar inherentemente la resistencia general de los ecosistemas».
«La próxima vez que una abeja zumbe a tu alrededor, recuerda que muchos de nuestros alimentos dependen en gran medida de la polinización natural intermediada por insectos: un servicio clave que abejas y otros polinizadores prestan al ecosistema», recuerda la organización.