La Intervención Grupal de la Violencia (Group Violence Intervention, GVI) es una estrategia disuasoria dirigida que comienza analizando los datos de violencia con armas e identificando los principales grupos criminales. Forma parte de la lista de programas que buscan frenar la violencia en Centroamérica.
Por Kai Bernier-Chen
Ciudad de México, 14 de diciembre (Insight Crime).- Los esfuerzos para reducir la violencia de pandillas a menudo se consideran altamente dependientes de las condiciones locales, pero un informe reciente analiza cómo los modelos que resultaron exitosos en los Estados Unidos podrían aplicarse en México y los países del Triángulo Norte de El Salvador, Guatemala y Honduras.
Producido por el Wilson Center, este informe analizó tres estrategias específicas aplicadas en Estados Unidos: terapia conductual cognitiva, enfoque comunitario e intervención grupal de la violencia.
TERAPIA CONDUCTUAL COGNITIVA
Esta terapia (CBT, por sus siglas en inglés) se considera un método efectivo para reducir la delincuencia y la violencia mediante el uso de programación humana, que incluye capacitación en habilidades intelectuales y lecciones sobre desarrollo moral, habilidades sociales y prevención de reincidencia.
Una versión modificada de este modelo, ¡Estoy DISPUESTO!, se implementó con dos grupos en El Salvador, por parte de Catholic Relief Services (CRS). Los grupos estaban conformados por estudiantes de colegio entre 12 y 15 años de edad y adultos privados de la libertad.
Con base en el reconocido programa de Chicago Becoming a Man (BAM), “¡Estoy DISPUESTO!” se centró en mejorar las relaciones con un énfasis en el autocontrol; el programa de 16 semanas incluyó lecciones semanales de toma de conciencia y laboratorios de transformación. Las lecciones de concientización presentaron temas como manejo de la ira, en el que se invitó a los participantes a reflexionar antes de solicitar acceso a distintos escenarios de discusión grupal durante los laboratorios de transformación.
El programa se implementó en diez instituciones de educación en comunidades calificadas como de alto riesgo en San Salvador, junto con el programa de Mindfulness (o Atención Plena) de CRS, que está diseñado para reducir el estrés, la agresión y mejorar la toma de decisiones. Aunque los datos son limitados, el personal del colegio notó un cambio importante en el control emocional y de comportamiento de los participantes.
En la segunda fase, Segundas Oportunidades, participaron presos adultos en el currículo ¡Estoy DISPUESTO!, en conjunto con capacitación laboral y lecciones centradas en la familia y la construcción de paz, también recibieron acceso a manejo de casos, acompañamiento y redes de apoyo para facilitar su eventual reintegración.
Los resultados globales fueron prometedores y mostraron la efectividad del programa, pues una fuente a comienzos de 2020 señaló que el 90 por ciento de los participantes puestos en libertad no habían reincidido en la comisión de delitos hasta la fecha. En 2019, la Dirección General de Prisiones adoptó ese currículo como programa de rehabilitación carcelaria y desde entonces busca ampliar su aplicación en todo el sistema penitenciario salvadoreño.
ENFOQUE COMUNITARIO
Un enfoque comunitario cuantitativo, el modelo de Cura de la Violencia (CV) se basa en la idea de que la violencia es una enfermedad aprendida que imita la propagación de enfermedades, con focos geográficos y cronológicos similares a la transmisión de enfermedades. Para remediar esto, la CV depende de tres métodos principales de control de enfermedades: detección e interrupción de conflictos violentos; identificación y tratamiento de personas de alto riesgo y movilización de las comunidades para cambiar las normas.
Uno de los países más violentos del mundo, Honduras, era un piloto ideal para el primer programa de CV en Latinoamérica.
Comenzando en abril de 2013, el programa piloto se implementó durante dos años, en los cuales los interruptores en el lugar lograron mediar entre 14 y 20 conflictos al mes en las zonas de operación. Según datos de Cure Violence, los lugares en San Pedro Sula presentaron reducciones de los tiroteos de 88 y 94 por ciento en 2014 y 2015, respectivamente.
A diferencia del sistema tradicional de CV, el programa de San Pedro Sula no contrató a expandilleros como interruptores, debido a su incapacidad de salir voluntariamente de las pandillas, y empleó tácticas de mediación personal en lugar de grupales. En general, el éxito de este modelo mostró el potencial para la implementación efectiva en el Triángulo Norte.
ACERCAMIENTO INTEGRADO
La Intervención Grupal de la Violencia (Group Violence Intervention, GVI) es una estrategia disuasoria dirigida que comienza analizando los datos de violencia con armas e identificando los principales grupos criminales. A continuación, se advierte a los miembros sobre las consecuencias de seguir participando en la violencia o instigándola y se llevan a servicios de apoyo, que incluyen consejería, para promover la disuasión de la comisión de delitos. Otro componente clave es una fuerte relación entre la comunidad y las autoridades.
En 2019, en la zona de Plateros, en Ciudad de México, se implementó Cese al Fuego Ciudad de México (Ceasefire Mexico City). Después de un análisis inicial de los datos, que sugerían que la mayoría de los homicidios en Plateros no eran resultado directo de la actividad de los grandes carteles, sino el resultado de las operaciones de grupos locales, se seleccionaron algunas áreas para la implementación de GVI.
Cese al Fuego Ciudad de México dependió de la estrategia de apalancamiento, que ofrece a los individuos varias alternativas a la violencia antes de diferir a “palancas” como la cárcel. El programa también ofreció llamadas de teléfono y notificaciones personalizadas a individuos en riesgo y brindó servicios sociales especializados a los participantes.
Sin embargo, el programa es relativamente joven, por lo que aún no se ha realizado un estudio amplio de la efectividad de la GVI en Ciudad de México.