Son 24 los departamentos dentro del edificio que se demolerá en cuestión de días, 24 familias con diferentes historias y necesidades pero la misma esperanza: poder recuperar un poco del patrimonio que les queda. Anclados en la realidad, sólo les queda esperar que sus hogares sean derribados y después, iniciar los trámites para su reconstrucción.
«No me imagino fuera de aquí», dice una de ellas, quien lleva 30 años afincada en Coapa, un lugar al que ni siquiera los terremotos más fuertes habían dañado, una zona comercial y habitacional en la que murieron por lo menos 39 personas el 19 de septiembre de 2017. En Miramontes 3010 nadie falleció, no colapsó, pero aquel día, familias, madres solteras y personas de la tercera edad perdieron parte de su vida.
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Ciudad de México, 14 de octubre (SinEmbargo).– «Esa de ahí es mi casa», dice Verónica Domínguez a la vez que señala el primer piso del edificio ubicado en Miramontes 3010, en Coapa, una de las zonas más dañadas por el sismo del 19 de septiembre pasado. Su departamento, ahora con dos hoyos al lado de cada ventana, deja ver sólo un lado del deterioro irreversible que sufrió el patrimonio de 24 familias. «Esas son las recámaras, si me acerco, desde afuera veo mi bolsa colgada».
Los vecinos del 3010, al igual que los del 3040, 2990 y en total siete edificios evacuados en esa avenida, toman turnos para hacer guardia en las carpas adaptadas como centro de acopio que se montaron desde aquel martes en el estacionamiento de un supermercado frente a ellos. Más adelante, sobre esa calle, los restos de un edificio que albergaba un gimnasio y una colchonería, siguen en el suelo con el área acordonada.
Del otro lado, Galerías Coapa, uno de los centros comerciales insignia del sur de la ciudad, luce ya una cerca metálica que aun deja ver lo daños del temblor. Letreros caídos, escaparates rotos, huecos en las paredes, grietas que parecían irreparables y ninguna certeza de si adentro hubo heridos o fallecidos, pues hasta el momento sólo existe un comunicado de El Puerto de Liverpool, a través de la Bolsa Mexicana de Valores, donde anuncia que no existen daños estructurales en el edificio y se realizarán trabajos de reparación.
LA PÉRDIDA DEL LUGAR SEGURO
Antiguamente, Coapa era un lugar de haciendas y sembradíos, cuya urbanización llegó con los Juegos Olímpicos de 1968 y la Unidad Habitacional Narciso Mendoza, ahora conocida como Villa Coapa. El edificio en Miramontes 3010, se construyó para albergar departamentos de interés social, «fue construido antes de 1985 en un área en la que había sembradíos alrededor, eran departamentos para maestros de la UNAM, después la zona creció muchísimo, se hizo comercial, por lo que otro de los problemas que nos estamos enfrentando hoy en día es en ver cómo funciona el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), donde nos dicen que Coyoacán, Benito Juárez y Cuauhtémoc no están catalogadas como zonas de pobreza que entren a ese tipo de apoyos», dice Omar Flores, abogado y habitante del lugar, en entrevista.
Además, se han encontrado con más dificultades para tramitar seguros, pues los 24 condóminos son de características muy particulares, que impiden homologar los beneficios, es decir, hay personas de la tercera edad, con discapacidad, madres solteras, familias completas.
Verónica, quien vivía desde hace 29 años en ese departamento tuvo la fortuna de que ni ella ni sus hijos estaban ahí al momento del temblor, «un vecino me avisó que el edificio se había dañado, me dijo que mi departamento tenía un hoyo, pero jamás me imaginé que no pudiera volver a entrar, en Villa Coapa nunca había pasado nada», dice a SinEmbargo.
Sus hijos, una adolescente y un niño de 15 y 11 años respectivamente, tuvieron que ir al psicólogo, pues además de estar asustados, «estaban tristes porque más que perder sus cosas, perdieron su hogar, su lugar seguro, porque afuera podría pasar cualquier cosa pero en su casa no», menciona.
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Aquel día, la mayoría de los habitantes estaban fuera de su casa, otros pudieron salir con bien, unos más tuvieron que ser rescatados por voluntarios que con valor, volvieron a entrar al edificio a salvar a los inquilinos y a algunas mascotas; otros, como la señora Remedios Alva, decidieron esperar al interior de su departamento a que cesara el movimiento.
«Se movía, tronaba el edificio, se caían las cosas y no había manera de caminar dentro de las instalaciones. Yo normalmente nunca me bajo en ningún sismo, siempre había pensado que la manera más segura era mantenerme adentro y no exponerme en las escaleras y ese día no fue la excepción. Yo vivo en uno de los departamentos que dan hacia el cubo del estacionamiento y entonces me di cuenta que subía una nube de polvo y pensé que era una muy mala señal, fue cuando tuve que empujar con una escoba todos los vidrios que quedaron para poder abrir la puerta, pero nunca me imaginé que hubiera un daño así en el edificio, entre el susto y ahora perder el único patrimonio que tengo es una experiencia de la que no ‘te cae el 20’ al 100 por ciento», dice la mujer que llevaba 30 años viviendo ahí, desde hace 22 con su hija y viuda desde hace 15.
Pese a ello, el sur, Coapa específicamente, es un sitio que no quiere dejar.
«No me imagino fuera de aquí, por eso seguimos luchando por lo que podamos recuperar y pedir que nos construyan. Ya el evento que está fuera de las manos de todos nos cambió la vida, por qué va a cambiar porque no se puede hacer algo, entonces es lo que estamos persiguiendo, por eso seguimos aquí, tratando de ser lo más proactivos posible», concluye Remedios.
LOS DÍAS DE INCERTIDUMBRE
«Salí de mi trabajo en la Del Valle pero hice casi tres horas y media hacia mi casa. En ese lapso, un amigo que vive por Prolongación División del Norte me dijo que mi mamá estaba viva pero que mi edificio estaba muy dañado y que no habían podido sacar a mi mascota, un perro rottweiler, me dijo que mi mamá estaba muy alterada, que la estaban tratando de calmar porque estaba muy asustada. Yo me iba siguiendo con mi hermano para llegar a Miramontes y cuando por fin logramos llegar vimos el daño que tiene mi edificio y desde el martes del terremoto ya no pudimos ingresar para nada. Mi mascota afortunadamente alguien se volvió a meter y me lo bajaron, mi perro está bien», contó Elena Sánchez Austrich, otra de las condóminas afectadas a SinEmbargo.
Dice que los primeros días fue complicado obtener respuesta y ella, al igual que sus vecinos tomaba guardias para dormir en el estacionamiento de La Comer para evitar la rapiña y estar al pendiente del paso de la autoridad.
«Empezaron a llegar a mi edificio pero sólo lo veían por afuera, nunca entraron, nada más lo veían por afuera y decían ‘ sí, sí está muy dañado’ pero no nos decían nada. De repente llegó la Marina y menos nos pudimos acercar. Yo entiendo que se colapsó mucho, que había prioridad por ejemplo, en el Colegio Rébsamen, atrás de mi casa sí se vinieron abajo dos edificios, yo entiendo que había prioridades pero uno se pone a pensar que nuestra prioridad está aquí y nadie llega, nadie me dice nada. Hasta apenas ayer [25 de septiembre] el delegado se presentó con nosotros, llegó tardísimo, nos dijeron que a las 12 del día y llegó a las 5:30 de la tarde, entonces también la espera se va haciendo eterna.
Por lo menos yo hablo por mis vecinos del 3010 y lo único que pedimos es todo el apoyo para que podamos apuntalar el edificio y si existe la posibilidad de ingresar, no para sacar nuestras cosas, yo por ejemplo tengo títulos o cédulas, cositas que dices ‘Dios mío todo lo que me costó’, el trámite es larguísimo, es lo que queremos recuperar, ya sabemos que está en pésimo estado, que no vas a volver ahí a vivir, pero lo que queremos es eso, tratar de que por favor exista el apoyo de que nos ayuden a apuntalar mi casa y podamos entrar.
Además, la imagen de que tu casa se derrumba, es impresionante. A mi mamá ya no la tenemos ahí precisamente por eso, porque la imagen es muy fuerte, es totalmente devastadora, entonces es otra vez ir, estar ahí afuera, esperando, rezando porque exista esa mínima posibilidad de ingresar a tu casa», continúa Elena.
LA RESIGNACIÓN
A 25 días del terremoto de 7.1 grados de magnitud, los habitantes del 3010 de Miramontes siguen bajando sus expectativas sobre lo que podrán recuperar una vez demolido el edificio, pero no dejan la esperanza a un lado.
«El paso que sigue es que venga una orden de demolición, algunos vecinos se organizaron y consiguieron un segundo dictamen por parte de un ingeniero de la UNAM, nuestra esperanza era que antes de que lo tiren queríamos ver si se puede apuntalar, si podemos sacar cosas de valor, todo fue cambiando de querer casi una mudanza; a querer sacar toda la ropa, las cosas de valor y los papeles importantes; a querer sacar una mochila con papeles y joyas, entonces cada vez se va reduciendo la posibilidad de sacar cosas y ya estamos a días de que lo tiren», dice Omar Flores.
«La pérdida va a ser doble, tanto el patrimonio del inmueble, como todo el menaje de la casa. Le hemos dado [al ingeniero encargado] muchas opciones, que si se puede vaciar el tinaco para quitarle peso, que si pueden llegar escaleras, que si puede llegar un dron, todas las opciones se le han dado […] lo más seguro es que ese día estemos los vecinos viendo entre los escombros qué podemos recuperar. Hay cosas de valor hasta cosas muy sentimentales como fotos que nunca recuperaremos,», continúa.
Sentada en una sala donada, rodeada de restaurantes y centros comerciales, Verónica muestra los mensajes de apoyo que ha recibido por parte de la gente, de personas que no la conocen a ella ni a sus vecinos. «Estamos juntos en esto», «la vida siempre es bella mientras estés viva y estamos con ustedes para ayudarlos», son algunos de los escritos que ha recibido. «Son muy emotivos y se agradecen mucho», dice la madre de familia.
«Me acaban de mandar una bolsa de maquillaje para mi hija, en cuanto las personas vieron en un grupo de Facebook que lo quería», dice mientras muestra la bolsa con una carta dentro. Ella, admite que la respuesta de las autoridades fue oportuna, que siempre hubo flujo de información e instalaron a sólo unos metros de su edificio, un centro donde so podían tramitar los papeles importantes, pedir el apoyo de los 3 mil pesos, daban apoyo psicológico y legal.
Afincados en su albergue temporal, desde el cual ven la vida que dejan atrás, los vecinos sólo esperan el paso siguiente: que inicie la demolición e insistir en la posibilidad de recuperar algo de lo poco que les queda.
«Esperemos….la realidad. No considero que después de que lo demuelan al día siguiente vengan a poner un tabique, yo creo que puede ser un proceso muy largo y no lo va a resolver sólo el Gobierno, precisamente por eso queremos tocar puertas y ver quién puede ayudarnos.
«Estas cosas uno sólo se las imagina en la tele, nunca lo había visto tan cerca. Desgraciadamente murió gente en el edificio de atrás [en Rancho de los Arcos] por ese lado, me siento afortunado de estar vivo, con mi familia. Sí es una pérdida económica muy grande, pero creo que podemos salir adelante», finaliza Omar.