En la última parte de su tratado Teológico-Político, el filósofo Spinoza escribe un capítulo sobre la libertad de expresión que nadie que gobierne debe dejar de leer, pues tendrá que estar presente al defender el derecho a pensar y hablar libremente, siempre que esto no perturbe la paz pública.
Para Spinoza, “no es posible que un hombre adbique su inteligencia y la someta absolutamente a la de otro”, porque “nadie puede hacer así renuncia de sus derechos naturales y de la facultad que en él existe de razonar libremente las cosas. Nadie a esto puede ser obligado”.
Nadie, en síntesis, puede ser obligado a pensar de forma diferente. Por eso, si a nadie puede quitársele el derecho de juzgar por sí mismo y de expresar lo que piensa libremente, Spinoza se pregunta: “¿no resulta que nunca podrá ensayarse en un Estado, sin las más deplorables consecuencias, obligar a los hombres -cuyas ideas y sentimientos son tan distintos y aun tan opuestos- a no hablar sino sólo conforme a las prescripciones del poder supremo?”.
El mismo Spinoza se responde: “será, pues, un gobierno violento aquel que rehúsa a los ciudadanos la libertad de expresar y enseñar sus opiniones y, por el contrario, será un gobierno moderado aquel que les conceda esta libertad”.
Lo que sucede en Quintana Roo con el gobierno de Borge y en Puebla con el de Moreno Valle, y lo que sucede en muchos otros estados del país, podría confirmarnos que estamos frente a gobiernos violentos, tiránicos, que olvidan que la libertad de pensamiento es un derecho de naturaleza que no puede ser reprimido sin que esto conlleve lesas consecuencias.
Sin embargo, Spinoza advierte que el ciudadano no puede, en aras de defender su derecho de expresión, causar disturbios a la paz social, por lo que su expresión debe ser respetuosa y no sediciosa, cosa que todo Estado no debe permitir.
Lo que no dice Spinoza es cuáles son los límites que debe cruzar un estado tiránico para que éste sea arredrado por un poder revolucionario.
Estoy convencido de que en el caso de Borge y Moreno Valle todas las fronteras se han roto y los límites de su represión mediática admiten, de muy buena gana, cualquier derrocamiento.
@rogelioguedea