El Gobierno advirtió que la cifra es preliminar y que muchos podrían estar en albergues y no habrían podido contactar con sus seres queridos. Pero crece el temor a que muchos murieron cuando el huracán de categoría 5 barrió la zona norte del archipiélago durante un día y medio.
Por Dánica Coto
MCLEAN’S TOWN, Bahamas (AP) — Escanean las redes sociales, miran bajo los escombros o tratan de seguir el olor de la muerte en un intento por dar con sus familiares o amigos. Buscan pese a los alarmantes reportes de que mil 300 personas siguen desaparecidas a casi dos semanas del paso del huracán «Dorian» por el norte de Bahamas.
El Gobierno advirtió que la cifra es preliminar y que muchos podrían estar en albergues y no habrían podido contactar con sus seres queridos. Pero crece el temor a que muchos murieron cuando el huracán de categoría 5 barrió la zona norte del archipiélago durante un día y medio con vientos de más de 295 kilómetros por hora y severas inundaciones que derribaron muros de concreto, partieron árboles por la mitad y arrancaron columpios en parques infantiles.
«Si se hubiesen quedado conmigo, habrían estado a salvo”, dijo Phil Thomas Sr. mirando al frente apoyado contra el quicio de su casa, que perdió el tejado, en la localidad pesquera de McLean’s Town.
Este capitán de barco no ha vuelto a ver a su hijo de 30 años ni a sus tres nietos desde la tormenta. Todos se quedaron con su nuera, que resultó herida y fue trasladada a un hospital de la capital, Nassau, tras ser encontrada por la Guardia Costera de Estados Unidos. Pero solo la encontraron a ella.
«La gente ha estado buscando, pero no hemos encontrado nada”, apuntó Thomas añadiendo que escuchó rumores de que alguien vio un barco que pertenece a su hijo, aunque la embarcación tampoco apareció.
Extraña especialmente a su nieto de ocho años: «Era mi compañero de pesca. Teníamos una relación cercana”.
La pérdida hace mella en Thomas, que contó que intenta mantenerse ocupado limpiando su casa para no pensar en ellos.
«Es una de esas cosas. Estoy desconsolado, pero la vida sigue”, agregó. «Recoges los pedazos poco a poco (…) Tengo que reconstruir una casa. Tengo otros tres hijos. Tengo que vivir para ellos hasta que llegue mi hora”.
Mientras, un sistema de fuertes tormentas eléctricas se dirigía a Bahamas y se espera que empape más aún las comunidades sacudidas por Dorian. Según la previsión del jueves del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, el sistema podría convertirse en tormenta tropical en cuestión de 36 horas y azotaría partes del noroeste del archipiélago con fuertes vientos y lluvias.
En las islas Ábaco, que según el Primer Ministro, Hubert Minnis, quedaron prácticamente arrasadas, la búsqueda de los seres queridos desaparecidos es todavía más intensa. Diego Carey, de 25 años y de una de las comunidades más perjudicadas, Marsh Harbor, se marchó a Nassau tras el paso de Dorian, pero regresó el jueves luego de un viaje de 12 horas en barco para buscar a dos amigos de los que aún no tuvo noticias.
«Estuvimos juntos durante la tormenta. Todo pasó muy rápido. El tejado simplemente salió volando”, recordó sobre la última vez que los vio. «Es muy traumático”.
Al menos 42 personas murieron en Ábaco y otras ocho en Gran Bahama, pero Minnis advirtió que la cifra podría aumentar significativamente.
Durante un discurso televisado reciente, el dirigente aseguró a la población que el Gobierno estaba trabajando duro para recuperar los cadáveres y avisar a las familias y apuntó que las autoridades estaban ofreciendo orientación ante los reportes de pesadillas y traumas psicológicos.
«El dolor es insoportable”, manifestó el Primer Ministro. «Muchos están desesperados preguntándose si sus seres queridos seguirán vivos”.
Sin embargo, los reencuentros, aunque escasos, ocurren.
La familia de Trevon Laing pensó que el hombre, de 24 años, había muerto luego de que la policía les dijo que habían encontrado dos cuerpos en la comunidad de Gold Rock Creek, entre ellos el de un joven. Su madre estuvo de luto durante cinco días.
Cuando la familia visitó la comunidad para verificar la información, Laing no estaba, lo que reforzó sus temores sobre su fallecimiento. Pero cuando regresó, se encontró a su hermano llorando en el porche, recordó Laing.
«Yo dije: ‘¡Oye, no estoy muerto! No tienen fe en mí. Soy un sobreviviente’”, agregó entre risas. «Él estaba conmocionado y enfadado al mismo tiempo”.
A otros que fueron reportados como desaparecidos y posiblemente muertos los encontraron gracias a la determinación de gente como Joyce Thomas, que no dejó de buscar a su hermano Bennett.
Viajó desde Nassau a Freeport, en Gran Bahama, y luego condujo hasta McLean’s Town, donde se vio obligada a dar la vuelta porque la carretera era intransitable. Volvió a intentarlo al día siguiente y llegó hasta el vecindario donde se habían criado. Solo quedaban los cimientos de su casa. Su miedo creció a medida que caminaba por el barrio.
De vuelta en Nassau, reprendió a su padre por no hacer suficiente para dar con su hijo.
«‘Vaya a NEMA, vaya a la comisaría’», contó que le dijo, refiriéndose a la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias de la isla. “’No se quede ahí sentado. Haga algo’”.
«Yo ni siquiera comí hasta que me enteré de que mi hermano estaba bien”, agregó Thomas.
Eso ocurrió cuando lo vio pasar en bicicleta mientras ella y su tía recorrían de nuevo en coche McLean’s Town.
«Le dije ‘¡Chico, ven aquí! Te extrañé mucho’”, le dijo mientras se fundían en un largo abrazo. «Tengo otros hermanos, pero este es mi ojo derecho”.