ADVERTENCIA: IMÁGENES FUERTES.
El “Día del Charro” es un festejo cultural y deportivo en México que tiene más de un siglo de existencia. El Senado de la República reconoce a la charrería como una tradición que es «útil para el proceso de producción de la imagen del Estado nacional mexicano”.
Pero la organización Justicia y Dignidad Animal y Tras Los Muros denuncian que se trata de un arte que más allá de su estética y tradiciones, «perpetúa la violencia animal” como parte del folklore mexicano.
Ciudad de México, 14 de septiembre (SinEmbargo).- Este sábado se festeja en México el “Día del Charro”. Se trata de una celebración que revive costumbres “típicas mexicanas” en el manejo de ganado a caballo pero que, de acuerdo con la organización Justicia y Dignidad Animal, constituye un evento de prácticas “injustas” en contra de los “animales no humanos», ya que los expone al dolor, el miedo, la tortura, golpes y hasta la muerte.
La Unesco refiere que “la charrería es una práctica tradicional de comunidades de México dedicadas a la cría y el pastoreo del ganado a caballo. En sus orígenes, facilitaba la convivencia entre los ganaderos de diferentes estados del país. Las técnicas de esta práctica se transmitían a las generaciones más jóvenes en el seno de las familias”.
Como tradición convertida en un concurso público, la charrería es considerada parte del patrimonio cultural e identitario de las comunidades en México. Se trata de un concurso en que los equipos participantes tratan de obtener la mejor puntuación en el manejo de una serie de prácticas (suertes charras) ecuestres y ganaderas para demostrar la «destreza de los charros en el arte de arrear y jinetear yeguas y toros cerriles”, refiere la Unesco.
Sin embargo, detrás del folklore y la gala, de indumentarias tradicionales –como los sombreros de ala ancha para los hombres y los chales de colores para las mujeres– y artesanía local –vestimenta, equipamiento, sillas de montar y espuelas– existe un agravio que denuncian Tras Los Muros y Justicia y Dignidad Animal: «Los animales son perseguidos, montados, tirados al suelo y arrastrados con sogas”.
Un video publicado por Tras Los Muros (2019) muestra la cara menos afable de la charrería. En poco más de seis minutos de grabación, el video enseña vacas (añojos) y novillos que son golpeados y pateados en el lomo; también los pican con espuelas, les dan toques eléctricos, los amarran como bultos, les jalan las orejas y los zarandean, o los acarrean atados del cuello o del hocico, inclusive tirándolos al suelo y revolcándolos. Al igual que muchos caballos, los añojos y novillos se ven asustados.
«México es un país que se representa a nivel mundial con diversas manifestaciones culturales; tenemos música, baile, playas, arte. No hay justificación para continuar perpetuando la violencia animal como parte de nuestro folklore. Las prácticas crueles y sangrientas socialmente aceptadas contribuyen a la descomposición del tejido social normalizando la violencia”, se lee en un comunicado de Justicia y Dignidad Animal con motivo del “Día del Charro”.
El documento también señala que “la charrería cuenta con subsidios públicos para su realización, mientras hay rubros de interés social urgentes que permanecen sin presupuesto suficiente; aunado a esto, a los espectáculos de charrería ingresan menores de edad sin restricción alguna, siendo expuestos a violencia, crueldad animal y muerte desde edades tempranas”.
En el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de este año se contempla un millón de pesos para el “Festival de charrería y cultura» de Teocuitatlán de Corona en Jalisco, así como 2.5 millones para el “Festival del Mariachi, su Charrería y Danza» de Durango. Hace dos años, asimismo, el Ramo 48 (Cultura) destinó 1.5 millones de pesos para la celebración del «Festival Cultural del Mariachi 2017”, en el Estado de México.
LA HISTORIA DE LA CHARRERÍA
De acuerdo con la Gaceta parlamentaria (no. LXII/2PPO-13/43571) del Senado de la República, la charrería es un «deporte nacional” de «larga tradición cultivada durante cien años por un sector de la sociedad rural dedicado a las actividades agrícolas y ganaderas”. La charrería nació con la llegada de los charros a las zonas urbanas del país a principios del siglo pasado, «como consecuencia del nuevo orden que trajo el reparto agrario -producto de la Revolución Mexicana– al poner fin a los grandes latifundios y haciendas”.
Durante el siglo XIX, lo que hoy consideramos como charrería era un oficio. Pero con la llegada de los charros a las ciudades en el siglo XX, la charrería se convirtió en una práctica deportiva para perfeccionar las faenas y adquirir mayores destrezas «en la doma del caballo y en el manejo del ganado mayor”, de modo que, paulatinamente, el charro se convirtió «en un jinete que, con el propósito de competir y hacer gala de la destreza en el floreo de soga, ejecuta suertes como lazar, colear y jinetear”.
En 1921, nació la Asociación Nacional de Charros; y en 1931, el entonces Presidente de la República, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio estableció el 14 de septiembre como el «Día Nacional del Charro«. Ese mismo año, el Congreso de la Unión expidió el decreto oficial para que el traje de charro «adquiriera el título del atuendo oficial y símbolo de nuestra nacionalidad».
Dos años más tarde, por decreto presidencial, la charrería se convirtió en un deporte nacional por tener «profundas raíces en la formación de nuestro pueblo”. A partir de entonces, México celebró faenas de arte y deporte rodeadas de tradiciones locales, en un proceso de «sinergia con nobles y educados caballos”.
Para el Senado de la República, la charrería es un ritual que restablece el orden del mundo campirano, con la preservación de sus principios. Es un “juego cultural” que identifica a los mexicanos, pero también, es un arte «útil para el proceso de producción de la imagen del Estado nacional mexicano, tanto para el comercio internacional como para comercio interno, creando una representación para el turismo, para los eventos internacionales de todo tipo, en las fiestas nacionales y cualquier otro momento social o cultural”.
Como efigie de recursos sociales y culturales, «el charro es también útil para describir el supuesto sujeto social del país a partir de la creación y manejo de un estereotipo con referente real que encarna características, valores y comportamientos deseados; y por último, esta figura sirve también para fines de modernización en el sentido de que, al ser parte de la cultura estatal, promueve ideales y valores que el mismo Estado considera sustantivos para el desarrollo nacional».
Desde 1996, la Charrería se incorporó a la Comisión Nacional del Deporte (Conade) y pasó a formar parte del Fondo Nacional del Deporte.
La información del Gobierno federal indica que en la actualidad existen más de mil asociaciones charras federadas y más de 300 equipos de escaramuzas, además de un colegio varonil y femenil de jueces y una coordinación de locutores que se rigen por estatutos y reglamentos de la Federación Mexicana de Charrería (FMCH).
Pese a la normatividad existente «son las familias y algunos centros de trabajo agropecuario los que mantienen viva la tradición y hacen funcionar las escuelas locales donde grupos de jóvenes se inician en el deporte nacional”, refiere la Gaceta de la Cámara Alta.
Las 32 entidades federativas de la República Mexicana cuentan con representación a través de uniones, ante la FMCH. Esta tradición también ha sido exportada a los Estados Unidos, en particular a los estados de Arizona, California, Colorado, Idaho, Illinois, Kansas, Nebraska, Nevada, Nuevo México, Oregon, Oklahoma, Texas y Washington.