Rubén Martín
14/07/2019 - 12:04 am
Atados (aún más) a EU
«Las punitivas medidas comerciales de Trump podrían convertirse en una catástrofe para la economía mexicana».
Unos breves mensajes en la red social de Twitter bastaron para que el Presidente de Estados Unidos, el fascista Donald Trump, pusiera al gobierno mexicano contras las cuerdas, obligándolo a supeditarse a sus intereses y deseos.
El pasado 30 de mayo el inquilino anaranjado de la Casa Blanca escribió en su cuenta de Twitter que impondría aranceles de 5 por ciento cada mes, a partir del 10 de junio, si el gobierno de México no hacía lo suficiente para detener el flujo migratorio de mexicanos, centroamericanos y de otras nacionalidades que buscaban ingresar a Estados Unidos.
La bravata de Donald Trump se anticipó como una tormenta para México. Las punitivas medidas comerciales de Trump podrían convertirse en una catástrofe para la economía mexicana, desincentivando la inversión, provocando caída en el crecimiento económico y provocando el despido de cientos de miles de trabajadores. La amenaza surtió efecto en el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
La amenaza de tormenta arancelaria de Trump se conjuró de modo muy sencillo: aceptando las exigencias de modificar radicalmente la política migratoria del gobierno mexicano para, en los hechos, convertirlo en la Bordel Patrol o el muro de detención de flujo migrantes de México, Centroamérica y otras partes del mundo.
A partir del acuerdo entre la delegación mexicana, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard y su contraparte de Estados Unidos, el 7 de junio, a tres días de la amenaza arancelaria-comercial de Trump, el gobierno mexicano ha aplicado una política de cero tolerancia y contención del flujo migratorio.
El Presidente López Obrador ha respondido tibiamente, casi dócilmente, a las rabietas y amenazas de Donald Trump, aunque cabe admitir el poco margen de maniobra que tiene el gobierno mexicano.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Estamos aquí entre otras cosas porque la economía mexicana es extremadamente dependiente de la economía de Estados Unidos. El arrebato exitoso de Trump no llega de la nada. Estamos atados, y supeditados a Estados Unidos, por estrategias e intereses de los diseñadores de políticas geoestratégicas de los gringos, pero también por decisión y subordinación de la clase política mexicana.
No es de ahora que México está subordinado a Estados Unidos, pero el padre de la subordinación moderna es Carlos Salinas de Gortari. Este Presidente que no ganó las elecciones presidenciales de 1988, una vez impuesto en el poder tomó la decisión estratégica de atarnos económicamente a Estados Unidos mediante la negociación y posterior firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Las negociones para este acuerdo se dieron en el contexto nacional del fraude electoral de la elección de julio de 1988 y del terremoto geopolítico que supuso la disolución de la URSS y la idea de que el modelo capitalista encarnado por Estados Unidos había vencido.
En su libro, Aliados y Adversarios, TLCAN 1988-2017, Carlos Salinas cuenta que desde 1979 el entonces Presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, le propuso a José López Portillo, su contraparte mexicana, suscribir un tratado comercial para América del Norte. “La respuesta del mandatario mexicano fue tajante: ‘Ni nuestros hijos ni nuestros nietos verán nunca ese día’”. Pero el día llegó.
En noviembre de 1988 Carlos Salinas, el que se robó las elecciones, recibió la oferta de firmar un tratado comercial del entonces Presidente George Bush. Salinas no lo aceptó en ese momento pero sí en enero de 1990. Equipos negociadores de Estados Unidos, Canadá y México comenzaron a pactar un tratado comercial para América del Norte, cuya negociación terminó en 1992 y entró en vigor el 1º de enero de 1994.
En México, el pretendido ingreso a la modernidad de las economías capitalistas de América del Norte fue empañado, por el alzamiento de las comunidades indígenas mayas organizadas en el Ejército Zapatista Liberación Nacional (EZLN).
La firma del TLCAN fue acompaña por una intensa campaña publicitaria del gobierno mexicano de que dicho acuerdo supondría no sólo el ingreso de México al primer mundo y modernidad capitalista, sino que resultaría en mayores inversiones, creación de empleos, ingresos y bienestar para la sociedad mexicana. Desde las negociaciones del TLCAN, varios especialistas críticos del libre comercio advirtieron de las consecuencias negativas de un tratado con Estados Unidos, en primer lugar por las asimetrías económicas y sociales entre ambos países.
25 años después, esas advertencias se han convertido en una realidad. Especialistas en el tema, como Alejandro Álvarez Béjar de la Facultad de Economía de la UNAM, resumen los aspectos negativos del TLCAN.
Desde la firma se cuestionaron las asimetrías entre ambas economías, la destrucción de empleos en distintas ramas económicas, la virtual destrucción del campo mexicano, lo que alentó la migración de fuerza laboral del país hacia los grandes núcleos urbanos del país y Estados Unidos. “Durante el gobierno de Fox estuvimos enviando un promedio de 500 mil trabajadores por año, era una locura, era una diarrea demográfica”, señala Alejandro Álvarez. Con el TLCAN se intensificó la maquila y con ella el trabajo industrial mal pagado.
En resumen, la firma del TLCAN, convirtió a México en una economía más dependiente, más atada a la de Estados Unidos, logrando el sueño de los supremacistas estadounidenses. Supeditar a otra sociedad, ya fuera por la invasión o por el libre comercio. En contra de México se aplicaron ambas estrategias.
Desde el siglo XIX políticos de EU tenían contemplados los tratados de libre comercio como una estrategia de control y subordinación. William Henry Seward, secretario de Estado de 1861 a 1869, un “fervoroso creyente en el destino manifiesto de Norteamérica”, en varias ocasiones “señaló como cosa inevitable la anexión de Alaska [en ese momento aún no se adquiría a Rusia], Canadá y México”. Era tal la confianza de este influyente político estadounidense en el destino manifiesto de su país que “dedicó serias consideraciones al emplazamiento de una nueva capital para el extenso y futuro imperio: así, decidió que la ciudad de México era el lugar estratégicamente más indicado”.
Esto no ocurrió literalmente, pero realmente México orbita en la red que necesita y decide Estados Unidos. Y el TLCAN en vigor desde hace 25 años sólo ha intensificado esta dependencia.
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