Emma Landeros es periodista, especializada en Derechos Humanos. «Un año después me tocó ir para la conmemoración y me encontré con muchos jóvenes con grandes testimonios, que no lo habían dado por varias cuestiones y ahí nació el libro», cuenta en SinEmbargo.
Ciudad de México, 14 de julio (SinEmbargo).- Emma Landeros es periodista, especializada en Derechos Humanos y como tal ha recolectado la voz de Nochixtlán para que no se nos olvide la masacre sucedida en la mañana del 19 de junio de 2016, cuando sucedió un ataque de las fuerzas de seguridad contra la población.
“Con alevosía, las policías local, federal y la gendarmería tomaron por asalto el pueblo de Oaxaca. No hubo enfrentamiento: maestros y población no tenían armas y nada impidió los centenares de balazos por aire y tierra”, dice la sinopsis.
Lo que sigue es una entrevista a Emma y un capítulo de su libro, para que recordemos siempre a Nochixtlán.
–¿Qué es Nochixtlán?
–Es una comunidad que es la puerta de la mixteca oaxaqueña, en donde hubo una masacre, considero yo la más explícita del gobierno de Enrique Peña Nieto. Tenía que haber armamento de ambos lados y esto no fue así. No se dio convivencia al diálogo en ningún momento. Estas cuestiones son como básicas, era el Día del Padre, era domingo, viene la policía, era más de un centenar, ellos arman una comisión de cinco o seis, caminan para conversar, por la carretera, y ahí la policía comienza con los gases lacrimógenos. Los persiguieron hasta el panteón, el pueblo viene a ayudarlos. Ellos siempre dicen: “No queríamos un Atenco”.
–¿Por qué te interesaste por este tema?
–Yo estaba trabajando en una cobertura en Chiapas cuando me llegó a este tema. Es una cuestión bastante complicada, era de mañana, en una carretera bastante transitada, la represión duró más de cinco horas. Nadie lo detuvo. Yo me dedico a la situación de los derechos humanos, viajé a Nochixtlán, para documentarme. Un año después me tocó ir para la conmemoración y me encontré con muchos jóvenes con grandes testimonios, que no lo habían dado por varias cuestiones y ahí nació el libro.
–¿Cuál es el saldo?
–Son ocho muertos y más de un centenar de heridos con arma de fuego.
–Cuando dices la mayor represión de Peña Nieto, la verdad es que hay varias
–Sí, hay varias. No dije la mayor, dije la “más explícita”. Lo que vimos en el sexenio de Peña Nieto sin dejar de lado la tragedia sangrienta de Calderón es que hay tragedias en colectivo: Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán, Ayotzinapa, pero Nochixtlán es una matanza cínica, porque acontece en una carretera muy cerca de la Ciudad de México, la comunidad está ahí, no pasó de noche, pasó de día, los medios internacionales hablaban en tiempo real de estos muertos. Un dato que está dentro del libro, cuando los familiares tuvieron la oportunidad de llegar con Osorio Chong, el les dice: –El saldo que yo tengo es de algunos heridos y ningún muerto. Pero no era así, uno de los comisionados era hermano de un muerto. Por eso es muy cínico.
–¿El gobierno no ha reaccionado más allá de esa reunión con Osorio Chong?
–Es bastante paradójico. Porque a dos años de lo que pasó, no hay justicia, además cuando se mencionan las tragedias de Enrique Peña Nieto no se menciona a Nochixtlán. No lo mencionan y la gente no sabe ni dónde está.
–Qué importante hacer estos libros
–De alguna manera, por el impacto de Ayotzinapa, tienen la idea de que en México alrededor de 43 jóvenes desaparecieron. Pero no saben dónde queda Nochixtlán, un taxista me decía es que hubo un ataque de maestros hace días, pero no era así, era el que yo investigaba.
–Ahora es cierto que hay un conflicto de maestros que no se resuelve por ninguna de las dos partes. Eso de ser maestras y heredar tu cargo es inadmisible
–Centrándonos en Nochixtlán, era el conflicto más importante después de aquel 2013, cuando los desalojaron en el Zócalo. Lo que sucede en Nochixtlán no era una protesta de maestros pidiendo diálogo, que nunca se les dio, había activistas, padres de familia, jóvenes, pedían mejoras sociales, programas, donde hay 10 municipios en pobreza. Salen a defender a todo el pueblo, no a los maestros.
–Los medios hegemónicos trabajan para el Gobierno
–Ha sido complicada la línea cuando se trata de derechos humanos. Cuando se trata de contar las historias del otro lado. La historia la escriben los que pueden, los ganadores. No le dan la voz a la población. Dejas de conocer el sufrimiento de aquellos a quien tendrías que darle el servicio. El periodismo es eso, darle el servicio a la población.
–Los sexenios han sido criminales
–El sexenio de Enrique Peña Nieto, también los del PAN, han dado los frutos de la opresión al pueblo. No es como una idea que uno tenga, sino lo que hemos visto. Estudiantes, campesinos, maestros, torturas, desapariciones, no pasa nada. El rompimiento de este tejido social que representa a estos Gobiernos de derecha.
–Tanto en Chiapas como en Oaxaca, uno se pregunta por qué la gente es pobre, con todo lo que trabaja. ¿Crees que el nuevo Gobierno hará algo por ellos?
–Sí, porque tiene programas que ya han funcionado en la Ciudad de México y que se han replicado. Hemos visto universidades construidas por Morena. Andrés Manuel está ya tomando parte, como si fuera el Gobierno. Una diferencia total con Enrique Peña Nieto. En Chiapas se fue el carro completo, se fueron todos los que gobernaban. Me encontré con gente que vendía sus votos y esta vez dijo: No.
Fragmento de Nochixtlán, de Emma Landeros, con autorización de Aguilar
1.UN DOMINGO NEGRO: EL “OPERATIVO OAXACA”
El desalojo del 19 de junio de 2016, en la carretera México-Oaxaca, no fue sólo un desalojo de maestros que habían mantenido un plantón por más de dos semanas como parte de las acciones sociales en contra de la Reforma Educativa, fue también un acto de barbarie e imposición.
“Ese día la policía federal y la estatal tenían la orden de darnos una lección al magisterio y al pueblo”, recordó el manifestante Horacio ‘N’. 48 horas antes de aquel día histórico, marcado como otra más de las represiones mortales del sexenio de Enrique Peña Nieto y del “nuevo pri”, más de un centenar de personalidades públicas, activistas, defensores de derechos humanos, organizaciones de la sociedad civil, académicas, eclesiales y estudiantiles, nacionales e internacionales, lanzaron un pronunciamiento donde se externó:
“Como hombres y mujeres de distintas nacionalidades y profesiones, hemos visto consternados la campaña de desprestigio y la brutal represión que desde el gobierno federal se están aplicando en contra de los maestros y maestras de México.”
Y se demandó:
“Pensamos que las autoridades deben apostar al diálogo, reconociendo las justas demandas del movimiento magisterial, y no a la fuerza para solucionar éste y cualquier otro conflicto, sobre todo en un país marcado por la violencia y la impunidad.”
Sin embargo, dicho pronunciamiento fue totalmente desatendido por el gobierno y poco después se perpetraron los hechos violentos en Nochixtlán, que dejaron como saldo ocho muertos y más de un centenar de heridos, en su mayoría por arma de fuego, otros más por explosión de bombas de gas lacrimógeno dañando partes del cuerpo, también hubo golpizas y/o heridas con otros artefactos.
Sin embargo, pese a las aproximadamente nueve horas que duró el enfrentamiento aquel día, en un camino federal que conecta con la Ciudad de México, como se apuntó, transmitido en tiempo real, siendo uno de los actos violentos más visibles de este sexenio, también ha sido el más olvidado, el menos mencionado.
Las semanas que los maestros habían mantenido un bloqueo como presión para abrir mesas de negociaciones con las autoridades federales y estatales —para nuevamente argumentar por qué debía ser derogada la Reforma Educativa—, se habían convertido en el plantón más importante de la Sección 22 de Oaxaca pues, además de no permitir el libre tránsito a vehículos, sobre todo para aquellos que estuvieran conectados con alguna empresa, ya fuera de transporte foráneo o de carga que trasladara productos para compañías trasnacionales, también estaba ubicado en un paso obligado para quien fuera de la Ciudad de México a Oaxaca.
Asunción Nochixtlán, Oaxaca, es la puerta de entrada a la región Mixteca, el pequeño pueblo parece estar anclado en el pasado. Ahí no existen las zonas bancarias, no hay grandes centros comerciales y tampoco las famosas tiendas de autoservicio, como si el territorio mismo los rechazara; de igual forma los pobladores representan la más pura expresión de las tradiciones oaxaqueñas. Ahí lo comercial no ha carcomido las costumbres, aunque aquella comunidad se encuentre a tan solo siete horas de la Ciudad de México por vía terrestre. Y a unos cuantos minutos de la Supercarretera, es decir, no es una región aislada en la montaña, pero hasta antes de aquel 19 de junio era casi desconocida para gran parte de los mexicanos.
La comunidad cuenta con una población total de 18 mil 525 habitantes y 4 mil 879 viviendas, de acuerdo con datos del inegi. Confluyen en el municipio la carretera federal 190 y la Supercarretera Oaxaca-Cuacnopalan 135-D, que conecta a Puebla con la Ciudad de México. En tanto, esta cabecera distrital se ha caracterizado por la pobreza y esto ha derivado en una alta migración. Es también cuna de la cultura Mixteca, lengua que se habla en muchos de los municipios. Actualmente en Nochixtlán 11.5% de la población es hablante de mixteco, de acuerdo a las cifras del Inegi.
El nombrado “Operativo Oaxaca” dio inicio minutos después de las cuatro de la madrugada, hora en que se coordinaron los elementos de dos divisiones: 93 elementos de la División de Fuerzas Estatales y 189 de la División de Seguridad Regional, adscritos a la Policía Estatal, se dirigieron hacia el punto de reunión, esto es al destacamento de la Policía Federal a la altura de las oficinas de capufe, en la ciudad capital, de acuerdo con el informe presentado por la Comisión de Seguimiento a los hechos ocurridos en Nochixtlán, Oaxaca, conformada por un grupo de senadores.
Minutos antes de las cinco de la mañana, se reunió la División de Fuerzas Estatales con elementos de la Policía Auxiliar Bancaria Industrial y Comercial, y personal de la Policía Vial Estatal (peo). En tanto, elementos de la Policía Federal arribaron al kilómetro 243+000 de la Supercarretera Coacnopalan-Tehuacán-Oaxaca, en el municipio de San Lorenzo Cacaotepec.
Aproximadamente a las 5:20 de la mañana los elementos estaban enfilados y listos para llevar a cabo el “Operativo Oaxaca”, mientras alrededor de 50 maestros y padres de familia cuidaban el bloqueo de la Sección 22 aunque el cansancio se había plasmado ya en sus rostros y en sus cuerpos. Los bostezos eran cada vez más frecuentes y cada hora sin dormir pesaba más.
Horacio recuerda que la semana anterior había estado de guardia en el plantón todos los días sin haber dormido uno solo. Ya que se había dedicado hacer rondines todas las noches: “Estábamos desvelados desde el lunes, por eso el viernes le dije a mi Secretario General que me iba a tomar el sábado, para descansar.”
Por eso la noche del sábado Horacio la pasó en su casa. Despertó cerca de las seis de la mañana el domingo y poco después comenzó a recibir mensajes donde se le alertaba que en la caseta de Huitzo, población cercana a Nochixtlán, había un nutrido grupo de federales reunidos que llegaron de Oaxaca.
Cuando yo leo los mensajes inmediatamente me traslado al puente donde se encontraba el plantón. Llegué ahí antes de las 7:30 de la mañana. Había pocos compañeros porque la mayoría había ido a su casa a descansar un rato. En ese momento también se había dado inicio al paso de automóviles cuando llegaron los policías.
Eran aproximadamente 400 elementos, lo que nos llevó a pensar que después de pedirnos que saliéramos de la carretera, se quedarían resguardando el lugar y no permitirían que volviéramos, lo cual se vio confirmado, según nosotros, porque un periodista había anunciado que un comandante había declarado que iban a dejar libre la carretera.
Los policías se apostaron en el puente, pero no hubo el diálogo esperado. De inmediato los elementos comenzaron a lanzar bombas de gas lacrimógeno hacia el bloqueo. En medio del asombro, los maestros y padres dieron paso a la retirada con rumbo a la entrada de Nochixtlán; con la idea que ésa sería toda la acción tomada por los elementos federales. En menos de 15 minutos el bloqueo había quedado disuelto.
La estrategia de los maestros en caso de desalojo había sido planeada desde el inicio del bloqueo: se dirigirían al panteón ubicado en dirección al poblado y se replegarían. Así, en caso de que hubiera algún tipo de violencia, tenían pactado quemar cuetes como señal de alarma, al ser escuchados se repicarían las campanas de la iglesia ubicada en el parque central de la comunidad, como medida para pedir auxilio: eso fue justamente lo que pasó aquel domingo.
Pero minutos antes de usar el plan de contingencia pensamos que todo tendría su final al llegar al panteón. Puesto que ya oficialmente estábamos dentro del territorio de Nochixtlán (el cementerio pertenece a la comunidad). Pero los federales nos siguieron. Iban detrás de nosotros sin parar de aventar bombas de gas.
Por lo que tuvimos que enfrentarlos. Aunque no teníamos con qué defendernos teníamos que contenerlos, no podíamos permitir que avanzaran hacia la comunidad. Éramos muy pocos frente a todos ellos, por lo que no nos dio tiempo de atravesar algún vehículo o lo que fuera. Así comenzamos a buscar piedras y palos en medio de la desesperación. Para ese momento ya se había alertado a los habitantes.
Minutos después de las ocho de la mañana, los policías ejercieron un movimiento envolvente cuyo propósito era encapsular a los manifestantes. La estrategia fue rodear el panteón y el Hospital Básico Comunitario (HBC), zonas que podrían en su momento servir como refugio o escape para la población. “La formación de las barricadas de policías tenían al frente a elementos antimotines, pero detrás estaban los policías armados”, describieron los manifestantes que estuvieron conteniendo a los elementos desde la mañana.
Aproximadamente a las ocho de la mañana los manifestantes ya no tenían margen de maniobra, se sintieron solos, porque desde el panteón es imposible visualizar la entrada a la comunidad, si hubieran visto, se habrían dado cuenta que al repicar de las campanas una gran cantidad de la población corrió en su auxilio. Que, dicho sea de paso, la concentración fue más rápida y mayor porque era domingo de plaza y los pobladores estaban cercanos a aquella salida. Esto tampoco lo esperaban los policías, quienes estaban siendo atacados con palos y piedras lanzadas con hondas, por aquellos maestros y padres que intentaban sobreponerse a los efectos de los gases lacrimógenos.
Yo que estuve siempre al frente, no pude moverme de esa posición, era imposible. Cualquier descuido podía quitarme la vida. Seguía luchando y cada vez se veía más complicado y desesperante. Fue hasta como la 1:30 de la tarde cuando por fin logré retroceder. Es verdad que para algunos de los compañeros hubo pausas durante esas casi nueve horas, porque se encontraban en la parte de atrás, pero para los que estábamos a metros de los policías vivimos una violencia que no tuvo tregua alguna.
Cuando por fin logramos retroceder un poco fue porque ya no podíamos sostener más la batalla, estábamos muy cansados, el gas nos estaba afectando demasiado, hasta ese momento habíamos logrado sortear las balas, que en principio creíamos eran de goma, hasta que vimos las ráfagas y cómo cayeron nuestros compañeros.
A 16 meses de los hechos violentos, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió la recomendación del caso y determinó que “existió un uso excesivo de la fuerza aquel domingo de plaza que derivó en violaciones graves a los derechos a la vida, la libertad, la integridad, la seguridad personal, la justicia y la verdad.” El Ombudsman, Luis Raúl González Pérez, agregó que el operativo fue indebidamente diseñado, preparado, coordinado y ejecutado; además, no se siguieron los protocolos de actuación, en particular lo referente al uso legítimo de la fuerza.
De acuerdo con la recomendación 7VG/2017, “en total, en Nochixtlán y sus alrededores, es decir Huitzo y la zona de Hacienda Blanca y Viguera, participaron más de mil 300 elementos de la Policía Federal, la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca y la Agencia Estatal de Investigaciones, con un saldo de 7 civiles muertos y 453 heridos, así como 106 uniformados lesionados, cuatro por armas de fuego.”
Cabe señalar que además de Asunción Nochixtlán, otros puntos fueron violentados como resultado de que parte de la población de otras comunidades salió a la carretera para bloquear el paso a las fuerzas de seguridad pública, de manera que no pudieran llegar los refuerzos a la zona donde se ubicó el plantón.
En su conclusión, Luis Raúl González Pérez advirtió que la indagatoria de la cndh “estuvo marcada por la falta de cooperación real y efectiva por parte de las autoridades involucradas y las encargadas de la investigación penal.” Y lamentó: “El que no nos entreguen la información puntualmente, el que nos den información falseada, representa la falta de voluntad para que se conozca la verdad, para que se pueda llegar al fincamiento de las responsabilidades.”
Horacio recordó que ese día la población se dividió entre los que se enfrentaron a los policías y los que llevaron el apoyo. Los segundos por miedo solamente dejaron cajas con limones, trapos, agua, comida y se fueron de inmediato, pero continuaron regresando a la zona con más productos. A propósito de la descripción hizo un paréntesis y señaló que, los días posteriores al hecho, en la comunidad hubo escasez de coca-colas porque habían sido usadas como antídoto para los cientos de gases que cayeron en su cuerpo ese día.
Los efectos del gas lacrimógeno empiezan como 20 segundos después de hacer contacto con el cuerpo. Lo primero es una irritación en los ojos, la nariz, la boca, la garganta y la piel. No importa que haya partes que pareciera que no te afectarán porque no te tocó ahí; el efecto es en todo el cuerpo.
Después comienza la picazón, el ardor y el enrojecimiento de la piel. Lo peor se siente en la garganta porque se te cierra y parece que te vas a ahogar, al mismo tiempo provoca tos y en los ojos una sensación de ardor hace que sientas que perderás la vista. Todo eso al mismo tiempo, hace que pierdas la atención a tu alrededor y puedas hasta desmayarte.
Eso no se logra calmar, aunque en ese momento te eches agua o te metas a bañar. Hasta ahora lo único que hemos experimentado que corta de inmediato eso que se siente, es la Coca-cola. Por eso siempre vamos equipados o pedimos que nos lleven, por eso ese día se acabaron, es el único refresco no sabemos por qué, pero funciona.
Aquella carretera rápidamente se recubrió de pobladores que, aun sin armas de fuego, sostuvieron una defensa que pareció doblegar a los cientos de elementos de las fuerzas policíacas. Así es como posiblemente los civiles comenzaron a sobrepasar en número al bando contrario y por eso solicitaron refuerzos, mismos que no pudieron avanzar gracias a la ayuda de las comunidades aledañas a Nochixtlán.
Finalmente lograron llegar usando un helicóptero, desde éste comenzó a bajar la Gendarmería y Policía Federal y, desde lo alto, aprovecharon para también lanzar bombas de gas lacrimógeno.
“La estrategia había cambiado, ahora se trataba de lanzar primero el gas para después disparar. A manera que los efectos nos impidieran correr y resguardarnos”, señalaron las declaraciones que hizo un grupo de víctimas frente al entonces Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
El pueblo comenzó a recoger a sus heridos que minutos después se convirtieron en muertos. Otros lograron salvarse, pero se llevaron consigo disparos en piernas, brazos, abdomen, cualquier parte del cuerpo y generalmente por la espalda.
Una de las escenas más emblemáticas sucedió en un terreno baldío, donde cayeron muertos tres jóvenes con diferencia de segundos. A una distancia de aproximadamente 300 metros los policías lograron darles un perfecto alcance y en zonas vitales del cuerpo, lo cual les arrebató la vida.
Casi a las 11 de la mañana, los pobladores comenzaron a sentirse que se estorbaban entre sí por lo que se fueron distribuyendo en los alrededores de la zona. Algunos lograron colocarse en un terreno baldío cerca de un río y a lado de la carretera. Buscaron más piedras para lanzarlas con las hondas y palos. Pero también intentaban protegerse detrás de los árboles. En ese momento un grupo de policías se fijó en ellos y comenzó a disparar.
«MI PADRE RECIBIÓ DE REGALO A SU HIJO MUERTO: LA HISTORIA DE ANSELMO
La acción inmediata de los pobladores fue tirarse pecho tierra. De pronto de ese lado las ráfagas fueron continúas y el humo de los cohetones con los que también se defendía la población cubrió el ambiente. “Los gritos, el llanto, los heridos, ahí todo eso provocaba un olor a muerte. Era un campo de guerra”, comentó José Luis. Quien llegó de la comunidad de Tlaxiaco a Nochixtlán a visitar a su familia, era Día del Padre y sus hermanos y él pasarían tiempo con el suyo.
Entre las 11 y 11:30 de la mañana, un policía apuntó con un arma y fijó como objetivo a Anselmo Cruz Aquino, hermano de José Luis. Ellos dos, con su hermano Eloy (el menor), se encontraban en aquel terreno. De inmediato la bala penetró la boca de Anselmo, bajó por su cuello y pudo haber salido por las costillas, en vez de eso, dio vuelta en U y llegó a los pulmones para perforarlos. El cuarto de siete hermanos tenía padres, una esposa y dos pequeños hijos. Pensar en el joven de 33 años y la forma en que murió “es sentir que en México el Estado ha convertido la vida en injusta y cruel. Nos tiran a matar porque no valemos nada para el Gobierno”, afirmó José Luis.
Horas antes, José Luis y Eloy se enteraron que a Gilberto, el hermano mayor, le habían disparado en la pierna durante los ataques, pero ya había sido atendido en el hospital del pueblo. José Luis recordó que como mucha gente, él y Eloy cruzaron al terreno baldío, donde ya estaba Anselmo.
Nos movimos porque estábamos todos bastante juntos, debíamos dispersarnos. Al parecer nos estaban cazando. Porque al ubicarnos y estando pecho tierra comenzaron a dispararnos.
En ese momento le dieron alcance a Jesús Cadena Sánchez. Él fue el más pequeño de los caídos, también estaba pecho tierra y cuando intentó levantarse le dieron el balazo en la ingle, traté de ayudarlo.
Todo sucedió en segundos. Porque después de dispararle a Jesus se siguieron con Yalid, Anselmo y hasta Eloy.
El balazo infringido en Jesús Cadena parecía no “tan grave”, pero la bala le destrozó una arteria importante que lo llevó a la muerte. Perdió la vida desangrándose en el hospital.
La falta de atención médica, eso también lo mató. No le dieron atención adecuada, él llegó vivo pero atendieron la herida superficialmente sin percatarse que atrás, en el glúteo, se estaba desangrando. Porque la bala salió y dejó un orificio. Yo vi cuando lo levantaron en el hospital, el chorro de sangre salió por el glúteo y se disparó a por lo menos dos metros de distancia.
Mientras José Luis hizo el intento de ayudar a Jesús en aquel terreno baldío, se escuchó un balazo, dos balazos, tres balazos, cuatro balazos, todos contra Yalid Jiménez. José Luis corrió a auxiliarlo. Nuevamente se escucharon detonaciones. Esa vez una de esas balas fue a la boca de Anselmo.
Honestamente entra la desesperación porque yo veo a mi hermano con un pedazo de piel colgando y como trata de respirar, trata de mantenerse despierto.
Recordar eso es doloroso porque todavía está presente, duele mucho. Recordar es volver a sentir esa impotencia que se tiene al querer salvarlo y no poder. Todo pasó en tres minutos máximo, no más. Era Día del Padre, nosotros íbamos a visitar al nuestro, pero en vez de eso mi padre de regalo recibió a su hijo muerto.
Ese día también pudo haber muerto Eloy, de 24 años, quien estaba pecho tierra, pero al ver a su hermano herido justo a su lado volteó a verlo, de no haber hecho ese movimiento con la cabeza, la bala hubiera entrado directamente a su frente, en medio de los ojos. En cambio, se convirtió en un roce de bala. Él testificó también aquel suceso:
Al llegar al hospital, a Anselmo lo atendieron en el suelo, pero cuando vieron que era grave lo subieron a la camilla, ahí lo trataron de revivir. Yo estaba preguntando qué había pasado con mi hermano mientras me cocían la herida. De pronto apareció José Luis y me dijo: “¿Sabes qué carnal?, no aguantó.” Yo no lo podía creer.
En ese momento le pregunté a mi hermano José Luis: “¿Y ahora cómo le vamos a decir a su esposa? ¿Qué le vamos a decir a papá y a mamá?” No sabíamos qué hacer, nos fuimos a la orilla de la carretera y nos quedamos en silencio pensando qué íbamos a hacer.
Tras varias horas de espera, llegó la noche y finalmente le fue practicada la necropsia de ley a Anselmo. El médico legista le explicó a José Luis que por el daño causado por la bala, de haberse salvado, su hermano hubiera permanecido siempre en una cama. Por lo que reflexionó: “Por más frío que suene, era preferible que falleciera a que estuviera condenado a estar postrado sufriendo.” José Luis recordó el momento con voz quebrada, ojos llorosos e intentando articular sus ideas, hizo una pausa y retomó la conversación.
Aquella mañana Anselmo quería respirar, pero por cada bocanada de aire sacaba una bocanada de sangre. Por cada movimiento brusco que hacían para intentar cargarlo, se desangraba. Mi ropa y mi cuerpo estaban cubiertos de su sangre. Tampoco me explico cómo fue que a mí no me dispararon, porque me hinqué para parar a mi hermano y les di la espalda a los tiradores.
El “Operativo Oaxaca” fue realizado por orden del entonces Gobernador, Gabino Cué, de acuerdo con la información proporcionada por la Comisión Nacional de Seguridad (cns) y se argumentó que fue para “permitir el libre tránsito, particularmente de unidades con productos de primera necesidad, y así evitar el desabasto de víveres.” En éste participaron la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca, la Policía Federal (que estuvo al mando de acuerdo con la recomendación de la cndh) y la División de Gendarmería.
Enrique Galindo, jefe de la Policía Federal, fue el encargado del operativo. Su participación en los hechos violentos que dejaron siete personas ejecutadas y más de un centenar de heridos por arma de fuego, se sumó a una lista de desalojos violentos y ejecuciones extrajudiciales, que contaron con su participación.
A Galindo se le ubicó en el desalojo de maestros del zócalo de la Ciudad de México en 2013, donde hubo decenas de golpeados y afectados por el gas lacrimógeno. Al año siguiente, el 20 de noviembre de 2014, participó en la expulsión violenta de manifestantes que exigían justicia por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, que a su vez dieron su respaldo a los padres de los normalistas.
A esto se agrega que bajo su mando se dio paso a la erradicación de autodefensas en Apatzingán, que dejó como saldo 16 muertos en enero de 2015, y en Tanhuato 43 ejecuciones, en un escenario que dista mucho de la versión oficial que los convirtió en presuntos narcotraficantes.
Aunque el Comisionado general de la Policía Federal fue separado de su cargo “para garantizar que las investigaciones sobre estos hechos sean ágiles y transparentes”, de acuerdo con declaraciones de Osorio Chong, Galindo no ha sido investigado a profundidad ni se ha pronunciado algún señalamiento por la tragedia de Nochixtlán.
El 19 de junio de 2016, Anselmo murió mientras intentaba que su hermano entendiera lo que le trataba de decir: “Cuida a mis hijos.” Una bala penetró en su boca e hizo estallar sus órganos vitales. Las pruebas correspondientes arrojaron que no tenía pólvora en las manos, es decir, no usó un arma de fuego, pero a él sí le habían disparado sin consideración. Videos y fotografías dieron cuenta de cómo los policías activaron sus armas y apuntaron al pueblo. “Sin embargo, la cndh señaló que ésa no era una prueba determinante”, dijo una víctima.
Aquel domingo, en cuanto a los elementos destacamentados, se aportaron los siguientes datos totales: 400 elementos de la Policía Estatal bajo la responsabilidad del comandante Juan Peralta Alavez, entre ellos elementos de la Policía Vial, 400 elementos de la Policía Federal al mando del sub oficial Carlos Guerrero Romero y 50 elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones al mando del comandante Otilio Ogarrio Díaz. Horas más tarde se sumó la presencia de 321 elementos de refuerzo de la Policía Federal División de Gendarmería, entre ellos 32 elementos con equipo táctico compuesto por armas cortas y largas, según consta en el Informe de la Comisión de Seguimiento de los hechos del 19 de junio en Nochixtlán.
De acuerdo con una investigación realizada por distintas organizaciones defensoras de Derechos Humanos, bajo el título: Operativo “Oaxaca”, 19 de junio: Informe de violaciones a Derechos Humanos, se ha podido establecer que los elementos que participaron en el operativo portaron equipo antimotines: escudos, toletes, armas con balas de goma, gas lacrimógeno y granadas de humo. Pero también fusiles de asalto y armas cortas, lo que se logró documentar en imágenes y videos, aunque en un primer momento se quiso negar, hubo cientos de evidencias.
Los informes oficiales consignan el uso de armas de cargo de 32 elementos de la Gendarmería: “22 armas largas tipo fusil automático, marca DSA, modelo sa58, calibre 7.62×51 mm; 9 armas largas tipo fusil automático, marca Ceska Zbrojovka modelo 805 Bren a1, calibre 5.56×45 mm; y 32 armas cortas, tipo pistola, marca Ceska Zbrojovka, modelo p-09 calibre 9 mm.” En tanto, la Policía Estatal reportó 15 armas cortas y 9 largas, sin especificar modelos. De acuerdo con las investigaciones, además de las armas consignadas, en el lugar fueron encontrados cartuchos percutidos calibre .223, que corresponden al fusil semiautomático r15, pero que también pueden ser usados en armas recamaradas para calibre 5.56, señalan expertos. Mientras el fusil automático DSA 58 calibre 7.62 es una actualización del fal, fusil de asalto liviano ampliamente usado por cuerpos policíacos estatales. Todas ellas se consideran armas de combate y no se descartó el uso de otras armas tanto por parte de la Policía Federal como de la Estatal. Todo ese armamento se volcó en contra de la población. Se observó entonces un escenario de escarmiento contra todos aquellos que se resisten a ser explotados, engañados, comprados o saqueados, lo que ha provocado en distintas ocasiones el homicidio de líderes sociales, magisteriales y sociedad civil, porque los muertos sirven como amenaza o advertencia para los que intentan continuar movimientos, una historia bastante repetitiva en Oaxaca.
Desde 2006, con el movimiento de la appo, Oaxaca no había tenido tanta visibilidad en cuanto a sus protestas como nuevamente sucedió en 2016. Los bloqueos con duración de varios días, incluso semanas, buscaron la repercusión directa en supermercados trasnacionales y no en la población y comerciantes locales, aunque el gobierno federal y estatal aseguró que había desabasto de víveres, pero en los mercados no dejaron de tener productos. Sin embargo, hubo pérdidas millonarias cuando tráileres completos de productos para centros comerciales no pudieron pasar. Mientras tanto, el desabasto de gasolina en otros puntos del país comenzó a ser visible.
Lo que caracterizó a esta nueva etapa de lucha magisterial es que ya era homogénea, incluía a padres de familia, pero también a población que no tenía hijos en la escuela. A partir del 13 de junio, el paso obligado que significaba Nochixtlán hacia Oaxaca o la Ciudad de México tuvo un bloqueo mayormente reforzado por madres y padres no solamente de esa comunidad, sino de otras, así como por activistas de distintas organizaciones sociales que brindaban su apoyo a la Sección 22 de la CNTE.
El bloqueo ya era permanente para vehículos de carga y transporte; no así para los carros particulares, quienes de forma intermitente pudieron circular usando rutas alternas. No había duda, esa forma de protesta se perfilaba para convertirse en una de las más emblemáticas de la historia contemporánea de nuestro país; a diez años del movimiento de la APPO, las acciones de 2016, las cuales lograron conjuntar magisterio y sociedad civil, son de las más importantes experiencias organizativas del movimiento social en México.
En aquel plantón se concentró toda la región Mixteca, civiles y maestros, ambos grupos en uno solo, combatieron en ese momento la crisis político-social padecida y no solamente sobre educación y tampoco exclusiva de la Reforma Educativa, acciones que provocaron la violencia del 19 de junio como síntoma de un “exterminio” de sectores sociales incómodos para el gobierno.