A lo mejor por su nombre, pero yo me la imaginaba poeta. Sin embargo, Ave ha elegido la narrativa. Primero estudió Letras, lo que la hizo alejarse -como es sabido- de la literatura. Luego, por «temas personales» ha retornado a la escritura, aquello por lo que hoy vive y predica.
Ciudad de México, 14 de julio (SinEmbargo).- Hace 20 años, la editorial Selector publicó dos antologías que hasta nuestros días siguen vigentes como material de lectura en secundarias y preparatorias: Atrapados en la escuela y Atrapadas en la escuela. Hace dos décadas, los autores que publicaron ahí eran la sangre joven de la literatura mexicana.
Ruta 70. Recuerdos del aula continúa esta tradición, en la que los autores tratan la etapa de la adolescencia como la temática central de cada cuento. Cada uno de los diez autores crea su mundo, con sus obsesiones y sus virtudes. Todos los autores comparten haber nacido en la década de 1970: Vicente Alfonso, Mónica B. Brozón, Iris García, Rogelio Guedea, Susana Iglesias, Jaime Mesa, Antonio Ramos Revillas, Daniela Tarazona, Nadia Villafuerte y Juan Pablo Villalobos. Todos ellos fueron reunidos por una escritora nacida en 1980: Ave Barrera, cuya curaduría literaria para este libro no tiene otro criterio sino el del gusto personal, sin mayores justificaciones.
Hay otra antología, que hace hecho Gabriel Rodríguez Liceaga para la editorial Paraíso Perdido y en la que Ave Barrera participa.
“El cuento es un género que devela al autor, expone y exhibe su forma de traducir al mundo en palabras. En palabras que, bellamente concatenadas, arman una historia. Cuentan algo. Hablo del acto de escribir en su forma más pura y básica. Entendiendo esta obviedad: ¡que cada quien se haga bolas! Y ahí radica la dificultad de escribir cuento. Un cuento tiene reglas. Reglas claras y de estructura. Recursos infinitos. Leí en un texto de la todopoderosa Flannery O’Connor que pensar en un cuento como algo que se divide en trama, personaje y lenguaje es como pensar en un rostro como una boca, una nariz y unos ojos. No es una cita literal, pero ejemplifica mi punto. Estoy hablando de que un cuento es un gesto. Un gesto que puede ser a la par de terror y de asombro. De dolor y de clemencia. Un gesto que nos enloquece de ternura.
No citaré aquí la afortunada comparación pugilística de Julio Cortázar. En cambio adoro lo que comenta Hemingway acerca de que un cuento es la punta del iceberg. Solo lo que se asoma. “Y debajo del agua hay una mole de hielo no escrita. Una monstruosa mole de hielo”. Para mí un cuento debe ser como cuando le buscamos el inicio (o el fin) a un rollo de cinta adhesiva. Y rascamos y rascamos la cinta sin darnos cuenta de que tenemos en las manos un objeto sencillamente perfecto”, escribe Gabriel.
Dice Ave Barrera que nunca ha sido poeta, que desde descubrió la narrativa y contar historia ella es de ahí. Anda con sus dos libros de antología, preparando una novela y viviendo como puede de la literatura, esa dama sutil que nos despierta de nuestros largos sueños.
–Son dos antologías, pero las dos son parientes
–Sí, es cierto. La antología de Ruta 70 salió de mis conversaciones con el editor de Selector, César Gutiérrez, que se acordó de Atrapados en la escuela, que todo el mundo leía. ¿Por qué no retomarla, por qué no darle seguimiento a esa idea de Mónica Lavín en su momento?. Vamos retomando el proyecto de literatura iniciática y cómo se desempeñan los escritores en esta materia.
–Claro que en esta antología hay muchos autores consagrados
–Es cierto, mira Juan Pablo Villalobos, Susana Iglesias, Vicente Alfonso, es la gran diferencia entre las dos antologías. El hambre heroica es una apuesta total y Ruta 70 es una curaduría, me di el lujo de elegir la literatura anecdótica, vivencial, que mostraran su desempeño en el cuento para adolescentes. Me gustó mucho la diversidad, los temas que trataron el cuerpo, la identidad, que son las problemáticas de la adolescencia. Dejan vislumbrar problemas muy diversos y profundos, la manera en que Mónica Brozón trata el bulliyng, una manera particular porque en los ’80 el acoso no existía. Uno se defendía con las uñas y con los dientes y dejaba todo ahí. Ella nos lleva a una época distinta, porque ella trabaja con literatura juvenil.
–Es tremendo lo que pasa con el bullying
–Sí, y el caso totalmente contrario a Brozón es el de Rogelio Guedea, quien rodea de violencia al cuento, hay que responder a lo provocado. Creo que está muy bien cuestionar esa época.
–Tienes a Julián Herbert en El hambre heroica, pero desconozco a todos los otros
–Es que el criterio es totalmente distinto a Ruta 70. No hay un criterio de fama, de desarrollo literario, sino que es una curaduría estética, caprichosa, es una selección personal de Gabriel Rodríguez Liceaga. Es denso. Son cuentos estrujantes.
–En ese sentido, hay algunas antologías que no dieron el ancho, ¿Cómo se hace una antología?
–Se hace por necedad y por insistencia. Hay autores que he invitado que no podían en esos momentos trabajar un cuento. En el caso de la antología de Gabriel, hay algunos inéditos y otros no.
–La persona que antóloga debe de ser muy respetada
–Sí, pero en el caso de Ruta 70, yo soy la chiquita, la hermanita menor de muchos de los autores y he mantenido una relación de amor y de mucho respeto, pero me podrían haber dicho que no. Creo que les gustó la propuesta, fue una relación de confianza, eso hace bonita esta antología. En el caso de la otra antología, respetamos mucho el trabajo de Gabriel.
–Yo te hacía poeta
–Siempre he escrito narrativa, nunca he sido poeta. Siempre me ha llamado la atención la narrativa, sentí el vértigo de la literatura y un poco me frené cuando empecé a estudiar Letras. Es como el antídoto, me vacuné contra la escritura, hasta que pasó eso, estuve trabajando como editora en Oaxaca y regresé a la escritura, me entregué de lleno por completo.